QUIÉN fue el genio al que se le ocurrió que el anuncio de la jubilación de Jim debía ir seguido de una comilona y copas toda la tarde?
Jeanie levantó la vista de la mesa y sonrió al hombre alto y moreno que la miraba desde el umbral de su despacho.
-¿Debo entender que no te diviertes con la fiesta? -preguntó, centrando sus
ojos color miel en el rostro de Ward Ryan, tan atractivo como enojado en esos
momentos.
Puso una mueca de desagrado, entró en el despacho y cerró la puerta. Como de
costumbre, el ritmo cardiaco de Jeanie se disparó unos segundos hasta estabilizarse
en un pulso más sereno y apropiado para una socia respetada de un próspero bufete de
abogados situado en el centro de Londres.
-Es que no entiendo qué poderes extraños tendrán las palabras «fiesta de
oficina» para que personas normalmente sensatas y reservadas se vuelvan locas -Ward
se acercó a la mesa de Jeanie, se apoyó sobre el borde con el ceño fruncido-. En
navidades pasó igual... Jenny y Stephanie acabaron catatónicas y las otras dos
secretarias parecido. ¿Sabías que Bob lleva veinte minutos encerrado con Catherine
en el cuarto de baño? Y John y Michael están haciendo apuestas a ver quién se lleva a
Kim a casa.
Jeanie se encogió de hombros. Llevaba cinco años en el bufete de Eddleston,
Breedon y Asociados y los dos socios fundadores, Joseph Eddleston y Dan Breedon,
eran los primeros en soltar miraditas descaradas, impertinentes en ocasiones, a las
empleadas.
-Quizá te interese limpiarte el pintalabios de la mejilla -le dijo con una sonrisa
en los labios-. Pero no creo que puedas hacer mucho por el cuello de la camisa.
-¡Malditas mujeres! -gruñó Ward mientras sacaba del bolsillo un pañuelo de tela
y se frotaba el pómulo. Todas las mujeres del bufete, desde la jovencita Kim de
diecinueve años, con su melena rubia y sus ojos de vamos a la cama, hasta Mildred
Robinson, la ayudante de los dos socios fundadores, estaban más o menos colgadas por
Ward Ryan. Y el aire distante e indiferente de este, la ley no escrita de separar el
trabajo del placer por completo, parecía desesperar a las mujeres más depredadoras,
ansiosas por darse a notar en los días en que, como aquel, el protocolo de la rutina
laboral se relajaba un poco.
-Ese rosa es de Jenny, ¿no? -preguntó Jeanie, enamorada también de Ward
desde hacía años. Pero, aunque habría dado cualquier cosa por ser ella quien le hubiera
dado ese beso, hacerlo habría arruinado la cercanía que había cosechado con él gracias
al autocontrol.
Sabía que la consideraba su amiga, probablemente la única amiga que tenía, pues
nunca mantenía el contacto con las mujeres con las que salía después de romper con
ellas. El hombre de hielo. Así lo habían apodado las mujeres del bufete, lo que no
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Enamorada del Jefe +++ TERMINADA+++
Short Story¿Sería posible que fuera mutua la atracción que sentía por su jefe? Jeanie llevaba años enamorada de su jefe, Ward Ryan, y desde la fiesta de la oficina, él parecía estar mostrando cierto interés personal en ella.