Cuanto más tiempo pasaba con Elijah, más se daba cuenta Mia de cuánto le gustaba. Se había enamorado de él, enamorado de verdad, y a pesar de que se había esforzado en no dejarse encandilar tan rápido, había sido inevitable.
Y lo más sorprendente de todo, lo admiraba. Jamás había sentido una profunda admiración por alguien... Y allí estaba ella, admirando a un vampiro de casi once siglos de edad, uno de los primeros de la historia, uno de los progenitores de la plaga que ella tanto había tratado de exterminar.
Pero es que Elijah era digno de admiración. Ya se lo había explicado a Liam días atrás. Cuando su hermano menor le había preguntado por el vampiro, Mia había hablado tan entusiasmada de él que sorprendió a Liam. Cuando éste le preguntó qué tenía de especial, la joven no había sabido por dónde empezar.
Elijah era diplomático, elegante, audaz. No era impulsivo, como ella, sino que meditaba todas las opciones en cuestión de segundos. Sumamente inteligente, prefería hablar antes de atacar. Nunca faltaba a su palabra, y por lo que había podido comprobar y lo que le había contado, tenía un fuerte sentido de lealtad hacia sus hermanos, y esta dispuesto a todo para protegerlos. Todo esto no quitaba que detrás de la apariencia aparentemente tranquila, se encontrara un depredador, alguien con una mente fragmentada por los sucesos pasados. Y Mia lo sabía. Pero por una vez, era capaz de dejarlo pasar. Con Elijah, la cazadora había descubierto que no todos los vampiros eran asesinos a sangre fría. Tampoco era tan ilusa como para creer que Elijah nunca había matado a nadie, porque era obvio que lo había hecho, pero sabía que no lo haría sin razón, que solo lo haría si fuera necesario. Y eso era suficiente, al menos por el momento.
Además, el vampiro era tan dulce y sincero con ella que le hacía olvidarse de quien en realidad era. De quien en realidad eran ambos, cazador y vampiro, la mano que sostenía la pistola y la que tenía que huir... cazador y presa. Mia jamás había conocido a nadie así... tan real.
Pensar tanto en él había provocado que las ganas que tenía de verle crecieran a un nivel alarmante, casi ansioso, así que Mia agarró las llaves, tomó el bus y se dirigió hacia la mansión Mikaelson. También eso era nuevo para ella ; nunca había sentido la necesidad de ver a alguien con tanta desesperación, la sensación de ser dependiente, de que no estaba sola.
Ni siquiera se molestó en avisar. Días atrás, cuando Elijah y ella habían disfrutado de cada una de sus citas, el vampiro le había repetido una y otra vez que su casa era la suya, que podía ir cuando quisiera... que estaría encantado de verla.
Mia sonrió. Quien iba a decirle que aquel misterioso y serio desconocido iba a hacer que sus mejillas se sonrojaran un mes más tarde.
Mia llamó suavemente a la puerta y aguardó a que alguien abriera. Segundos después, unas botas se escucharon contra el suelo y una mujer rubia apareció ante ella.
- Hola, tú debes de ser Mia Hunter - dijo, tendiéndole la mano algo suspicaz.
- Sí, soy yo - contestó, estrechándosela del mismo modo. ¿ Quién era aquella mujer ?
- Veo por tu cara que no sabes quien soy... qué decepción, ¿ no te han hablado de mi ? - Mia negó con la cabeza y la chica resopló - Freya Mikaelson, la primera de los hermanos, y reciente incorporación a la familia.
- Encantada, Freya - sonrió levemente - Elijah me contó que había tenido hermanos mayores, pero creía que no quedaba ninguno...
- ¿ Vivo ? - terminó por ella, sin molestarse - Bueno, digamos que he estado desaparecida durante un buen tiempo. Bueno, ¿ quieres que llame a Rebekah ?
Mia entrelazó sus dedos de forma nerviosa.
- En realidad había venido a ver a Elijah...
Freya la miró ahogando una exclamación, pero sus ojos delataron su gran sorpresa.
- Oh, cuando Bekah me dijo que eras muy amiga de Elijah no creí que insinuara nada más... tengo que acostumbrarme a este tipo de conversaciones de nuevo - reflexionó para sí misma - Bueno, no te entretengo más. Elijah está arriba, pasa.
Con aquello, ambas entraron en la casa y cerraron la puerta sin hacer ruido tras ellas.
- Puedes ir tú misma, tengo que ayudar a Rebekah con una cosa- le dijo, alejándose en otra dirección. Suponiendo que se trataba de algo relacionado con Kol, Mia decidió no preguntar y se encaminó a las escaleras.
A medida que subía al piso de arriba sus oídos captaron una suave melodía que parecía provenir de una de las habitaciones de su derecha. Mia siguió el sonido con curiosidad hasta que llegó a una especie de salón. Y dentro, casi en el centro, un piano.
Mia entró en la estancia sigilosamente y se apoyó en la puerta, observando silenciosamente al original tocando. Sus manos se movían ágilmente por todas las teclas, haciendo que una música triste pero terriblemente hermosa llenara el ambiente.
La cazadora sabía de antelación que Elijah tocaba tanto el piano como el violín, que había sido músico en otra época, pero jamás le había visto practicar en directo. Y era sencillamente hermoso. Mia se sintió afortunada de poder verle en aquel momento, tan relajado, tan él.
La canción terminó, y Mia no pudo evitar aplaudir, haciendo que el vampiro la mirara al fin.
- ¿ Cuánto tiempo llevas ahí ?
- El suficiente - contestó ella, caminando lentamente hacia él.
- Es de mala educación espiar a escondidas, y menos quedarse mirando.
- Entonces seré la persona más maleducada del planeta - respondió con descaro - porque te miraré todo lo que quiera.
Elijah finalmente abandonó su fingida seriedad y le sonrió, poniéndose en pie y acercándose rápidamente para abrazarla.
- Te he echado de menos - le dijo, antes de besarla.
Mia sonrió entre beso y beso y llevó sus manos hasta su cuello, manteniéndose muy cerca de su rostro.
- ¿ Por qué crees que estoy aquí ? Yo también.
El sonido de sus labios y sus respiraciones levemente agitadas eran lo único que se oía en la habitación.La sonrisa de Elijah contagió a Mia, o al revés, y ambos siguieron besándose como si tuvieran todo el tiempo del mundo.