Narrado por Theo

919 97 4
                                    


No puedo creerlo, no puedo. He estado observando a Bianca desde la entrada de mi casa por un largo tiempo y jamás le había visto con algún tipo de herida tan visible cómo era el horrible moretón que adornaba su pálido rostro lleno de pecas. Debía ser obra del idiota con el que le he visto pasar en un par de ocasiones.

Se nota que pelean todo el tiempo.

Las ganas que me dieron de acercarme y preguntarle si se encontraba bien casi me superan, pero decidí que lo mejor por ahora no era intervenir si no era estrictamente necesario. Y no era mi intención, lo juro. Nadie le mandó a ese idiota a levantarle la mano aquella tarde.

Sin pensarlo demasiado, atravesé mi jardín en un par de zancadas. La furia corriendo por mis venas. Mi puño fue a parar contra el tabique de su nariz, haciendo que salieran chorros de sangre a través de los orificios casi de inmediato al mismo tiempo que caía sentado duramente.

– ¡No te atrevas a volver a tocarla, malnacido! –Había gritado mientras lo veía retorcerse en la banqueta, con ambas manos tratando de detener la hemorragia de su nariz.

Bianca se paralizó en ese momento, debido mayormente a la impresión, pues nadie en sus cortos dieciocho años había salido en su defensa de esa manera, ella pensaba. Y de ninguna otra manera, a decir verdad.

-¿Estás bien?-Fue inevitable que toda la furia se disipara rápidamente al verla tan vulnerable en ese momento. Parecía que se iba a echar a llorar. – ¿Quieres un vaso de agua?

La verdad es que mi mente se internó en una neblina en la que no medía con exactitud mis palabras, pero el ayudarla era todo lo que ocupaba mi mente en ese momento. No pude evitar sentir una extrema decepción cuando la pelirroja sólo negó con la cabeza y se alejó a paso rápido, casi corriendo. No la seguí, pues sabía que la asustaría aun más.

El cretino, si es que se podía llamar así, intentaba levantarse del suelo cuando la perdí de vista poco después. Toda la parte delantera de su camiseta estaba empapada de sangre cuando lo tomé por allí para alzarlo de golpe, colocando su rostro a centímetros del mío.

–Te atreves a volver a ponerle una mano encima de nuevo, y te las verás conmigo. –Él intentó replicar algo patéticamente, pero le interrumpí.–Y la próxima vez no será solamente una nariz rota.

Pude apreciar cómo se mordía la lengua para no decir nada, y se alejó como pudo en la dirección contraria a mi chica de gorra azul. Sólo esperaba y rezaba para que no tuviera una mala impresión de mí.

Eso lo hice sólo por ella.

Chica de Gorra Azul © [EDITANDO]Where stories live. Discover now