Atardecer en Derry.

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El inoportuno fue Ben, que, aprovechando un momento en el que estaban todos en silencio comiendo de la hamburguesa soltó aquella bomba. Primero le miraron, pero nadie supo qué responder.

-Bueno, para entonces ya estaremos lejos de aquí.-Respondió Stanley.

-¡Exacto! En esa época yo ya seré multimillonario y tendré una mansión en los Ángeles.- Bromeó Richie.

Los demás continuaron bromeando sobre qué estarían haciendo en esa época, tratando de disimular, pero haciéndolo muy obvio, que aquello era algo en lo que no querían pensar a esas alturas.

Cuando salieron del bar Billy propuso a los chicos ir a la zona más alta de Derry y quedarse ahí para ver el atardecer. Los chicos no tuvieron ningún inconveniente, y así hicieron. Fueron en bici, Richie llevó a Eddie en la suya. Subieron una colina que los llevó hasta un barranco bajo el cual se veían los tejados de las casas de la ciudad, y frente a ellos, había una vista privilegiada de los bosques de alrededor de Derry, y por supuesto, del cielo. Aún quedaban unas horas para la puesta de sol, así que mientras tanto jugaron a las cartas, sentados en un pañuelo de lana naranja. Beverly llevaba una radio portátil y puso música. Después de varias partidas, se dieron cuenta de que el cielo estaba tomando un tono anaranjado. Aquella era una de las escenas más hermosas que habían visto en mucho tiempo.

-Ojalá tener una buena cámara de fotos en estos momentos y así poder guardarlos para siempre.- Dijo Beverly. El mensaje iba dirigido a todos, pero especialmente a Bill, que era a quien tenía al lado.

-Y-ya.- Respondió.- Aunque creo que los m-mejores recuerdos s-se quedan en nuestra cabeza.- Continuó diciendo, algo nervioso.

Beverly respondió con una sonrisa a lo que Bill había dicho.

-Llevas toda la razón.

Ben estaba cerca, escuchando la conversación. Cada vez que Beverly sonreía, se le ponían los pelos de punta, y se sonrojaba. Aquella posición en la que se encontraba, recostada sobre un árbol, con las piernas cruzadas y la luz anaranjada del sol iluminando su rostro parecía ser obra de un artista. Sentía celos por Billy, ya que sabía que a Bev le gustaba más que él, pero no había nada que pudiera hacer, y de haberlo, no le importaba. El simple recuerdo del momento en que la besó, y el hecho de que aquello la hubiera hecho despertar, pesaba más que todo lo celoso que pudiera estar de Bill Denbrough, y es que él, un chico rellenito, que apenas comenzaba a tener amigos, había conseguido salvar a una chica tan maravillosa como Beverly.

Eddie y Richie siempre estaban juntos, y aunque se burlaban mucho el uno del otro, eso no impedía que su amistad fuera tan grande. Ellos se conocían mejor que a cualquier otro del grupo, y eso les encantaba. Desde que Eddie había conseguido superar, al menos en gran medida, su hipocondría, Richie le recordaba a cada instante que era la hora de tomar las medicinas, y eso cabreaba mucho a Eddie, y verlo cabreado era lo que más hacía reír a Richie. Y hablando de la medicación, aún cuando Eddie había dejado de tomar sus pastillas, no cambió la alarma del reloj. Así que muy a menudo sonaba en situaciones poco apropiadas. Los chicos bromeaban sobre si acaso no sabía como cambiarla, pero él decía que no quería quitarla porque así siempre sabría lo estúpido que era tomando esos placebos. Una excusa muy mala.

El sol se puso. Después Stanley se fue porque recordó que tenía que hacer un recado para su padre antes de que el supermercado cerrase. Los demás se fueron al poco tiempo, ya que de noche resultaba muy complicado ver el camino.

En una hora ya estaban todos en casa. Bill se tiró sobre la cama, y sintió un palpito de intranquilidad. Había recordado lo que dijo Ben. Una parte de sí mismo decía que Eso estaba muerto, que lo habían vencido, pero por otro lado pensaba lo contrario. Quizás lo derrotaron, cierto, pero puede que fuera solo por el momento. Si desde hacía tanto tiempo habían estado expuestos a la diabólica acción de Eso, que aparecía cada 27 años, ¿Qué le impedía regresar en el ciclo siguiente?

Bill divagaba entre estos pensamientos cuando, de pronto, escuchó que algo golpeaba su ventana. Se giró sobresaltado, pues aunque era un sonido leve, se hacía notar, pero no vio nada. Se acercó lentamente, para mirar a través de ella, y cuando estaba a un palmo del cristal, algo la golpeó de nuevo.

Perdedores - ITWhere stories live. Discover now