𝗖𝗔𝗣Í𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗩𝗘𝗜𝗡𝗧𝗜𝗢𝗖𝗛𝗢

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Avancé muy lentamente por los largos corredores ante mí; las paredes altas, teñidas de un blanco cegador. No sabía dónde estaba. No podía comprender si había muerto o seguía viviendo. Más allá del resplandor, divisé una puerta dorada, frente a ella, Allison me miraba con una encantadora sonrisa adornando aquel precioso semblante.

— Finalmente, después de tanto tiempo, henos aquí. —sonrió.

— ¡Dios mío, Allison! —corrí hacia ella con todas mis fuerzas, inmediatamente estrechándola en un abrazo—. Te extrañé mucho. No tienes idea de lo difícil que ha sido vivir sin ti. ¿Estás bien?

Nos abrazamos por largos minutos, tiempo suficiente para sentir su delicado calor corporal; después, conectó nuestras miradas en búsqueda de respuestas coherentes y sensatas. Allison sonrió con dulzura, y naturalmente colocó un mechón de cabello detrás de mi oreja.

— Mi cazadora preferida. —admitió, muy dulcemente—. Desde que Kate te envenenó quise comunicarme contigo, pero fue difícil. Siempre tenías la cabeza llena de muchas preguntas, no veía idóneo para un reencuentro. ¿Cómo te has sentido, mi querida amiga?

— Esas preguntas siguen en mi cabeza. —contesté, esbozando una encantadora sonrisa—. Todos te extrañan, y ni hablar de Scott.

— Sé que todos me extrañan, inclusive Scott. —río tiernamente, sin rencor ni tristeza—. ¿Qué rollo hay entre ustedes dos?

— Un puto triángulo, supongo. —suspiré, indecisa—. Me gusta Peter... pero también Scott. ¿Sabes lo mal que me siento, maldición? 

 ¿Sabes lo mal que me siento, maldición? 

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— Eh, Nyx. —llamó Scott, intentando hacerla reaccionar.

— No la despiertes. —regañó Lydia, mirándola fijamente. No parecía demasiado contenta ni esperanzada—. Está viendo algo, no puedes interrumpir así porque sí. Déjala.

— ¿Qué estará viendo? —Peter se cruzó de brazos.

— Dijo algo sobre Allison, tiene que estar hablando con ella. O eso creo. Naturalmente, lo sabremos cuando despierte. Está bien. —respondió Deaton, observando su semblante calmado.

— ¿Es eso posible? —inquirió Scott.

— Es un ángel, tiene más poderes que Lydia, idiota. —bufó Peter, acariciando esos delicados, sedosos y oscuros cabellos castaños. No quería perderla, perderme—. Vamos, pequeña. Vuelve ya. 

Sentí las caricias en mi cabello, y de repente un escalofrío estuvo adueñándose de mis extremidades

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Sentí las caricias en mi cabello, y de repente un escalofrío estuvo adueñándose de mis extremidades. Allison esbozó una sonrisa, observando fijamente cada uno de mis movimientos. Ella tomó asiento junto a la puerta principal. Seguía sonriéndome con delicadeza.

— ¿Qué hay detrás de esa puerta?

— Es el futuro. —respondió muy levemente—. Decidí traerte aquí para que sintieras la enorme fuerza emitida. No me atrevo a mirar. Pero tú eres muy curiosa, ¿me equivoco?

— Tienes toda la razón, Allison. ¿Puedo entrar? —sonreí.

— Por supuesto, eres un ángel. Ten mucho discernimiento. —señaló la puerta con una de sus manos—. Adelante.

Di pequeños pasos hacia la puerta y tomé el cristalino pomo entre mis manos. Vacilé un poco. En seguida, bajé la mirada para ver a Allison.

— ¿Volveré a verte?

— Siempre que quieras. —esbozó otra de sus sonrisas—. Ahora ve, ¿qué es lo que te espera en unos meses, tal vez años?

Giré el pomo y empujé la puerta. Una luz me cegó. 

En el mundo humano, sentí mi cuerpo sentarse levemente, y apreté las blanquecinas sábanas que me suministraban calor

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En el mundo humano, sentí mi cuerpo sentarse levemente, y apreté las blanquecinas sábanas que me suministraban calor. Deaton se percató, tomando asiento a mi lado mientras, con delicadeza, decía:

— Nyx, está bien. Estás a salvo. Va todo bien.

— Vamos, Nyx. —animó Scott.

— ¿Es esto normal? —inquirió Peter, preocupado.

Mi cuerpo volvió a la anhelada normalidad y tranquilidad.

— Son las emociones que Nyx vive en sus visiones, eso hace que su cerebro se active en modo de defensa. —explicó Lydia—. Cuando las emociones se relajan el cerebro desactiva sus defensas.

Deaton asintió, complacido.

Las crueles imágenes de mi infancia y adolescencia me azotaron sin misericordia, haciéndome ahogar un pequeño grito doloroso

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Las crueles imágenes de mi infancia y adolescencia me azotaron sin misericordia, haciéndome ahogar un pequeño grito doloroso. Buscando algún soporte, me aferré al pomo dorado de la puerta. La habitación era totalmente negra y terrorífica. En seguida, las paredes se tiñeron de un repentino escarlata profundo; mis ojos brillaron de manera dolorosa, volviéndose casi insoportable. Gemí en voz muy alta.

Entonces, una imagen entró en mi cabeza.

Yo estoy tirada en el suelo, con los ojos entreabiertos mirando a alguien fijamente, bastante perturbada. Otra imagen hizo aparición, pero esta vez no se trata de mí: hay alguien en el suelo, junto a mí, y está muerto.

Llevé una mano a mi cabeza, pretendiendo analizar quién era el fallecido entre mis brazos. Pero fue demasiado tarde. Otra imagen hizo presencia, queriendo hacerme sentir mucho más miserable: tendida en el duelo, sujetaba las manos de alguien, y musitaba unas dulces palabras.

— Siempre te voy a querer.

Grité con todas mis fuerzas. 






𝗟𝗶𝗻𝗮𝗷𝗲 𝗔𝗿𝗴𝗲𝗻𝘁Where stories live. Discover now