La Boda

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Sigo con vida, aquí la actualización. Nos leemos abajo.

En ese último mes muchas cosas habían cambiado, por fin estaba comprometido con la persona que amaba, no es que fuera un hecho extremadamente raro, incluso podría decir que fue un poco más sencillo de lo que imagino. Resultó que Narcissa solo le había pedido una cosa a la cual no tuvo oportunidad de negarse. Para bien o para mal ya todo estaba hecho, era libre.

Libre de vivir su vida con quien más quisiera y no había nada en el mundo que deseara más que vivir con su amado Remus. En todo el tiempo que llevaban juntos había llegado a la conclusión de que era su beta, su persona destinada y no habría nada en el mundo capaz de separarlos. Al menos había sido así hasta que se enteró que el egocéntrico, niño mimado, narcisista y bastante odioso Black se encontraba viviendo con su prometido.

No hay manera para describir no solo el enojo o los celos que eso le producía, sino también la confusión. Bien sabía que eran amigos pero tenía muy presente que su amado en algún momento había estado perdido por el Black, así que de inmediato fue en su búsqueda. De una manera u otra planeaba sacarlo de la casa. ¿Qué consiguió? Pelear con su futuro esposo y ver la estúpida sonrisa de satisfacción en la cara de Sirius, bueno, eso y un toque de tristeza mal disimulado. ¿Lo bueno? Pues había obtenido su propia llave del lugar y podía ir de visita siempre que quisiera, aunque eso también implicaba el tener que convivir con los padres de Remus.

Para bien o mal había terminado visitando aquel lugar más veces de las que desearía admitir pero quería hacerse a la idea que en poco tiempo todos serian familia, además de querer estar presente por si al fin Sirius decidía contarle la causa del comportamiento de Severus, algo sorprendentemente raro pues era incapaz de mirarle a la cara. Le tomó tres visitas y un muy buen whisky de fuego para poder hacer hablar al merodeador.

Debía de admitir que tan pronto escuchó la historia no sólo agradeció que estuvieran  solos (por lo excesivamente gráfico que había sido), estaba convencido que de no ser así jamás se hubiera enterado. La única razón por la que habían comenzado a platicar era porque el león necesitaba su ayuda.

—Lo digo en serio Malfoy, no hay manera humanamente posible para que Snape me perdone, no más. Lo lastime, lo traicione, le robe su virginidad ¡Soy el más grande idiota! ¡Seguro me odia!— recordó aquellas palabras y sonrió como la primera vez que lo vió casi llorando.

Más que tristeza o enojo Lucius se sentía muy confundido. Se había enterado de la boca de su amigo sobre las intenciones serias que tenía el merodeador con Severus, lo que no sabía era que Snape estuviera igual de interesado.

Porque él  podía entender que quisiera echarle la culpa todo lo que quisiera a qué falló su inhibidor, que sus celos de sincronizaron, pero nada explica porque fueron tres días seguidos. ¡Tres días! ¡Por Merlín! Claro que lo había disfrutado, un inhibidor preparador por el mejor pocionista de la época fallaba tres veces seguidas ¿En serio? Severus tendría que escucharlo muy seriamente.

Y ahora Lucius tenía frente de sí a un hombre diferente, contento y elegante. Era un Gryffindor, sí. Un maldito León, pero era ese mismo león que había visto sufrir durante semanas esperando tener el perdón. No sabía cómo lo había conseguido solo sabía que iría de pareja con Snape y en realidad nada le daba más gusto en ese momento.

Aunque fuera egoísta admitirlo, durante esas semanas Remus se mostró alejado y algo distante, como si tuviera algo más importante en su mente. Lo peor es que sabía que ese “algo importante” no era el mismo.

Un poco triste Lucius volteó a ver a su pareja quien acababa de entrar a la habitación. Llevaba un elegante traje color vino, elección del Slytherin, que le hacía resaltar sus ojos. Sonrió cuando sus miradas se cruzaron.

Viviendo con el enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora