Sabor a chocolate

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—Buenos días Sev—

Susurró con su habitual tono seductor mientras le acariciaba el cabello. Despertar cada mañana a su lado era una de las cosas que más había extrañado durante el tiempo que estuvieron separados.

—¿Sirius?— se tardó un poco antes de poder tener completamente enfocada su imagen. —¿Qué haces despierto tan temprano?— Sintió la cálida mano del aludido acariciarle el rostro, le miraba como si fuese la primera vez que lo hubiera hecho.

—Aún me impresionó de lo ciego que fui, si me hubiera molestado en conocerte mejor hace años que estaríamos juntos—

—Si no hubieras sido tan idiota te habría amado desde el comienzo— admitió. Era duro sí, pero era cierto. Sabía en carne propia lo difícil, casi imposible que podía ser evitar enamorarse de alguien tan atractivo como él. Lo único que lo repelia era esa actitud suya.

—Te amo— le beso, tierno, atento, con extremo cariño y cuidado como si temiera que fuera a romperse —Los amo a ambos—

Snape no lograba entender a qué se refería. “¿Ambos?” pensó. Con su dura mirada comenzó a buscar a la otra persona en la habitación, percibió varios aromas a la vez. Menta, un suave toque no más, roble, libros viejos, el intoxicante perfume del cuerpo de Sirius… Y chocolate.

Era extraño, pocas veces se había dado cuenta de ese aroma. No es que no le gustará el chocolate pero no acostumbraba a consumirlo. Volvió a revisar todo el cuarto, por más que intentaba no veía a esa otra persona de la que estaba hablando.

—¿Qué haces mi amor?— preguntó Sirius tranquilo, fascinado, observando, analizando cada una de las expresiones que formaban tan bello rostro.

—Estoy buscando a la otra persona de la que hablas— contestó con cierto tono de frialdad. Definitivamente esta situación no le causaba gracia y aún así el odioso perro se atrevía a sonreír como si fuera lo más natural del mundo.

—¿Qué otra persona?— preguntó aún con una sonrisa en su rostro, todo parecía tan irreal.

—Dijiste que nos amabas a AMBOS. ¿Se puede saber de quién más hablamos?— preguntó exasperado, esto nunca había sido divertido y aún así tenía al animago sonriendo de oreja a oreja.

—Amor, parece que el embarazo te afectó más de lo que esperábamos— comentó aún sonriendo, mientras le abrazaba cariñosamente antes de darle un tierno beso en los labios.

Sin poder creer lo que acababa de oír su mirada bajó con rapidez, poniendo especial atención a su vientre. Un vientre abultado, de unos seis meses aproximadamente. No sabía cómo podía haber olvidado algo tan importante, sin tardar un solo segundo más comenzó a acariciarlo como si la vida se le fuera en ello.

Sintió una suave patada, como si el hijo que tenía estuviera reaccionando a tales muestras de afecto. Sonrió y de inmediato buscó los ojos plateados de su esposo. Lo mejor de todo eso fue ver a Sirius con la misma emoción en el rostro que él tenía.

Jamás se había imaginado formando una familia, sobre todo porque nunca pensó encontrar pareja, ahora las cosas eran distintas. Casado, enamorados, con un hijo en camino, casi parecía un sueño…

—¿Sev?—  escuchó de pronto esa voz a la que estaba ya tan acostumbrado —despierta mi ángel— volvió a escuchar como si fuera un susurro.

—¿Black?— preguntó mientras abría los ojos con dificultad. La noche anterior habían salido con Lucius y Remus a un bar, había tenido que ver a su pareja bailar de forma descarada con su “amigo” aunque prefería eso mil veces antes de que intentará bailar de forma sugerente con él. Ni siquiera recordaba a qué hora se habían despedido de ellos, sólo sabía que al llegar a casa había sido atacado por una bestia.

Viviendo con el enemigoWhere stories live. Discover now