34.

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El avión partía a la mañana siguiente, Frank se encontraba tan emocionado que no quería arruinar su felicidad.

Pero tenía que hacerlo.

Tenía que liberarlo.

— Frank.– Lo llamé, en mi voz se notaba todo el dolor que sentía.— Ven.

Él dejó su maleta en el suelo y se sentó en la cama a mi lado.

— ¿Qué pasa, Gee?

Aún no se lo había dicho y ya sentía su angustia.

Frank sabía que algo pasaba.

— Tengo que decirte algo...
— Sin rodeos, por favor.– Me interrumpió.— Sabes que no me gustan.
— El viaje a España es muy importante para ti, por lo que resolví que es mejor que yo no vaya...

De pronto comenzó a reír.

— ¡Que buena broma, Gerard! ¡Casi me lo creo!– Dijo en medio de una carcajada, para luego ver la seriedad de la situación.— ¿Porque es una broma, verdad?
— No lo es.
— ¿Qué mierda estás diciendo?
— No quiero cortar tus alas, Frank. Tienes que viajar, cumplir tu sueño, encontrar al amor de tu vida...
— ¿Quién dijo que todavía no encontré al amor de mi vida? Eres tú, por ende mi sueño lo cumpliré contigo.
— Solo soy una piedra en tu camino...
— ¿Cómo puedes decir eso? ¡Estás siendo egoísta, Gerard!
— Solo quiero lo mejor para ti.
— Entonces no seas tan estúpido y viaja conmigo.
— No puedo... Quiero verte crecer, Frank. Conmigo no podrás hacerlo.
— ¿Por qué no?
— Soy un estorbo, siempre lo fui y siempre lo seré.
— Gerard Way, si llegas a decir eso nuevamente te golpearé.
— Es la verdad.
— ¿La verdad de quién? ¿Tu verdad egoísta? No me parece bien lo que estás haciendo.
— Tu tienes que viajar por el mundo, hacer tu vida, progresar como profesional y como persona. No quiero influir e interferir en tus planes.
— Si tú no vas entonces yo tampoco.
— ¡No, Frank! ¡No seas estúpido!
— ¡Tú no seas estúpido! ¿No entiendes que mi felicidad tiene nombre y ese nombre es el tuyo?
— Tienes que progresar, nunca lo harás a mi lado.
— ¿Por qué te cuesta tanto aceptar que sin ti yo no soy nada?
— Aquí está mi vida, mi familia, mis amigos...
— ¿Es eso? ¿No quieres ir por eso? Deberías de habérmelo dicho antes, así nos ahorrábamos tanta discusión.

Frank se intentó alejar, mas lo agarréde la camisa y lo devolví a su lugar.

— ¡No es eso! ¡Sabes perfectamente que es solo una maldita excusa!
— ¿No quieres ir, verdad?

No dijo nada y Frank asintió con la cabeza, entendiendo.

— Te amo, Frankie.
— También te amo, Gee.

Y así pasamos la última noche juntos, abrazados y llorando a más no poder.

Historias FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora