MALDITA SEA. ¡SÍ, MALDITA SEA!

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En cuanto le dije a Nessie que mi viejo tenía reunión con el Consejo, no hubo más que decir. Teníamos toda la mañana del domingo para nosotros y había que aprovecharla bien, estos momentos no eran muy habituales, por desgracia. Hasta que nuestra casa no estuviera terminada, teníamos que buscarnos la vida como fuera, cosa bastante difícil debido a la dichosa lluvia, aunque ya la habíamos probado en una ocasión y había sido increíble, la verdad, digno de repetir. El bosque ofrecía muchos sitios y escondites perfectos, pero cuando el sol por fin se dignaba a salir, a donde más nos gustaba ir era a la floreada pradera del lago. Ese sitio nos encantaba. La hierba era tan alta, que hacía de ese pequeño rincón en el que estábamos tendidos un lugar más oculto e íntimo, solamente estábamos ella y yo, en un lecho formado y rodeado de flores silvestres por todas partes, y el agua del lago cubría lo justo para que Nessie se atreviera a meterse conmigo. Sin embargo, como ya dije, estos momentos no eran muy comunes. Para empezar, mi, por ahora, casa, mi cómoda cama, no solía estar disponible, y eso que ahora que llegaba el verano Billy se iba a pescar con más frecuencia, aunque no demasiadas veces, para mi gusto. Y cuando no era una cosa, era la otra. Cuando no eran mis largas horas de patrulla, estaban las clases de Nessie y todo eso. Gracias a Dios, le quedaba una semana para terminar el dichoso curso y yo podría organizarme mejor para estar con ella más horas.

Ni siquiera tuve que entrar en la mansión de La Familia Addams. Genial. Mi chica ya me esperaba en el porche, así que me paré junto a ella y se subió al coche con rapidez.

- Hola, preciosa – le saludé con una sonrisa, incorporándome sobre ella.

- Hola – me sonrió, arrimándose a mí.

Nos dimos uno de esos besos larguísimos que no se terminaban nunca y que tenían de todo menos de inocentes y castos - toda la noche sin vernos era demasiado tiempo y, como siempre nos pasaba, nos cogíamos con ganas -, hasta que noté la mirada cabreada de Edward en mi cogote como una puñalada trapera, era tan fría y mustia como él. Me hubiera dado igual y habría seguido, si no fuera porque los dos ya teníamos prisa por llegar a mi casa, así que terminé siendo yo el que se obligó a despegarse de su boca antes de que me lanzara sobre ella en el mismo coche.

Mi brazo y mi hombro fueron suyos durante todo el trayecto y cuando mi Golf empezó a avanzar delante de mi casa para aparcar, sus labios también comenzaron a hacerlo por mi cuello. Finalmente, terminé dejando el coche atravesado, total, no pasaban vehículos por allí, no hacía falta aparcarlo.

Solamente nos despegamos un momento para salir del coche. Lo bordeé para llegar a Nessie y arrojé mis labios a los suyos otra vez mientras nos estampábamos en el Golf, de lo fuerte que tiró de mi camiseta con el fin de pegarme a ella.

¡Uf! Tenía que llevarla dentro o se lo haría allí mismo.

- Vamos dentro, cielo… – la exhorté como pude, ya que ella no quería dejar mi boca.

- Sí – aceptó, encantada.

Y yo lo estaba más.

La cogí de la mano y empecé a caminar presto hacia la casa, llevándola de remolque.

- Jake, ¿cómo va eso?

Mis pies se pararon en seco al oír esa inesperada y molesta voz y giré mi rostro visiblemente e intencionadamente irritado para que lo pillase.

- Piérdete, Seth.

No lo pilló.

- Espera, vengo a decirte algo – me paró cuando ya iniciaba la marcha.

- ¿Es sobre la manada? – quise saber, con suspicacia.

- No, pero…

Nessie tiró de mí y yo pasé a ser el remolque.

JACOB Y NESSIE DESPERTARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora