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NamJoon observó, desde el interior del auto, como SeokJin se alejaba. Podía ver lo decaídos que estaban sus hombros al caminar. Respiró profundamente, volvió su vista al frente y subió el vidrio del auto; lo único que le quedaba era esperar.

Había insistido a SeokJin que le dejara acompañarlo, pero el castaño se negó rotundamente y en gran parte, NamJoon pudo entenderle. Era un momento en que necesitaba privacidad.

SeokJin se inclinó para dejar el ramo de flores sobre el pasto, frente a un pequeño arco de cemento con el nombre grabado de Jiwoo. Sintió su garganta hacerse nudo antes de poder hablar.

—Te han traído a un lugar muy bonito —habló con la voz quebrada—. Lamento no haber venido antes, estos días han sido duros —y sin poder contenerse más, sollozó.

De sus ojos salieron lágrimas que le empaparon las mejillas en cuestión de segundos. El dolor en su pecho era demasiado y su único pensamiento era que sus cenizas debían estar ahí, y no las de Jiwoo.

—He venido a despedirme —habló, cuando logró controlar el nudo en su garganta—. Iré a Busan, a buscar a tu hermano —SeokJin sonrió débilmente—. Yo me encargaré de él.

Estaba haciendo una promesa. SeokJin pensaba que se lo debía a Jiwoo, como si fuera una forma de aliviar su propia pena. Sabía que lejos de todo, podría iniciar de nuevo y cuidaría del hermano menor de Jiwoo.
—Volveré con él muy pronto —sonrió, sintiendo la fresca brisa chocando contra su rostro—. Quiero hacer lo correcto, Jiwoo —habló en un tono más bajo, como si deseara que nadie le escuchara—. Y lo correcto es hacer justicia a tu muerte y a la de todos esos hombres que murieron en manos de NamJoon.

La sola idea de entregar a NamJoon a las autoridades le provocaba un terrible ardor en el pecho, pero a fin de cuentas, era lo correcto. Lo justo.

—Te veré pronto, Jiwoo —acarició el arco de cemento, se puso de pie y caminó de vuelta al auto donde le esperaba NamJoon.  

El moreno se sobresaltó cuando la puerta del auto se abrió, miró a SeokJin y tuvo que morderse la lengua para no preguntar lo obvio. Los ojos rojos e hinchados del castaño decían todo.

Una vez SeokJin se acomodó en el asiento y cerró la puerta, NamJoon se encargó de poner el seguro a las puertas y arrancó el vehículo.

—¿Quieres comer algo? —preguntó el moreno luego de unos minutos.

SeokJin asintió con la cabeza, manteniendo la mirada fija en el camino.  NamJoon sabía que lo siguiente era una despedida, irían por sus maletas al hotel donde se habían hospedado los últimos días y tomarían un vuelo y luego, cada quien iría por su camino. Era por eso que quería retrasar el momento del adiós.

Se estacionó frente a un restaurante de fachada sencilla, bajó del auto con la intención de abrie la puerta a SeokJin, pero antes de que pudiera darse cuenta, el castaño ya estaba fuera. Soltó un pequeño suspiro, resignado. Ya nada era como antes.

Al entrar al local se sentaron en una mesa cercana, un mesero rápidamente llegó a atenderlos. Ambos ordenaron una ensalada con filete y el mesero se retiró. SeokJin mantenía su vista en la ventana a su lado, evitando por completo el contacto visual con NamJoon.

El moreno por su parte, miraba fijamente y a detalle a SeokJin, deseaba no dejar de verle. No importaba si tenía que verlo molesto, no importaba si SeokJin no le dirigía la palabra, pero no quería perderle.

En medio del silencio, el mesero llegó con los dos platos y seguido de él, un segundo mesero llevó copas llenas de vino blanco. NamJoon y SeokJin hicieron reverencia y los dos meseros se retiraron.

† 𝓣𝓱𝓮 𝓑𝓲𝓻𝓭𝓼  †  [NamJin † Book #1]Where stories live. Discover now