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Durante algunos instantes, en Lobby, Julia había estado segura
de que Zayn se acordaba de ella. Pero no habían sido más que eso:
instantes fugaces y etéreos que habían desaparecido como telarañas
arrastradas por el viento. Y ella, que era una persona muy honesta,
empezó a dudar de todo.
Tal vez su primer encuentro con Zayn no había sido más que
un sueño. Tal vez se había enamorado de su fotografía y se había
imaginado los acontecimientos que siguieron a la partida de Rachel y
Aaron. Tal vez se había quedado dormida sola en el huerto de
manzanos y todo había sido la ilusión solitaria y desesperada de una
jovencita de un hogar desestructurado que nunca se había sentido
amada.
Era posible.
Cuando todo el mundo cree una cosa y tú eres el único que
piensa de otro modo, la tentación de integrarte en el grupo es enorme.
Lo único que Julia tenía que hacer era olvidar, negar, suprimir. Y
volvería a ser una persona como las demás.
Pero ella era demasiado fuerte para rendirse. No había querido
montar un número en el club cuando Zayn le había echado en cara
su virginidad, porque habría sido llamar la atención sobre un hecho del
que se sentía un poco avergonzada. Y tampoco había querido
obligarlo a reconocerla ni a reconocer que habían pasado una noche
juntos, ya que tenía un corazón puro y no le gustaba forzar a nadie a
nada.
Cuando vio la confusión en la cara de Zayn mientras estaban
bailando y se dio cuenta de que su mente no le permitía recordar, Julia
lo dejó correr. La preocupaba lo que un súbito reconocimiento podía
provocar en él y el temor a que su cerebro estallara como la taza de
café de Grace la decidió a no decir nada.
Julia era una buena persona. Y a veces la bondad no cuenta
todo lo que sabe. A veces, la bondad espera el momento adecuado y
aguanta como puede hasta entonces.
El profesor Malik no era el hombre del que se había
enamorado en el huerto de manzanos. Era fácil darse cuenta de que a
El Profesor le pasaba algo. No era sólo que fuera una persona
sombría o deprimida; era un ser perturbado. A Julia, familiarizada con el alcoholismo de su madre, la preocupaba que tuviera problemas con
la bebida. Pero su bondad le impedía hacerle daño, obligándolo a
mirar algo que él no quería ver.
Habría hecho cualquier cosa por Zayn, el hombre con el que
había pasado una noche en el bosque, si él le hubiera dado el más
mínimo indicio de que la quería. Habría descendido a los Infiernos y lo
habría buscado por todos sus círculos hasta encontrarlo. Habría
atravesado con él las puertas y lo habría traído de vuelta,
arrastrándolo. Si Zayn hubiera sido Frodo, Julia habría sido su Sam
y lo habría seguido hasta las entrañas del Monte del Destino.
Pero El Profesor ya no era su Zayn. Éste estaba muerto.
Había desaparecido dejando tras de sí sólo vestigios en el cuerpo de
un clon torturado y cruel. Zayn había estado a punto de romperle el
corazón una vez y Julia no iba a permitir que volviera a hacerlo.
Antes de irse de Toronto y regresar con Aaron y con ese grupo
perturbado que tenía por familia, Rachel insistió en visitar el
apartamento de Julia. Ésta había ido dándole largas y Zayn le había
aconsejado a su hermana que no se presentase sin avisar. Sabía que
en cuanto Rachel viera dónde vivía, se encargaría de hacer sus
maletas personalmente y la obligaría a mudarse a un sitio más
confortable, a ser posible a la habitación de invitados de Zayn.
(Sólo cabía imaginar cuál sería la respuesta de Zayn a esa
idea, pero sería algo parecido a «¡Ni de puta broma!».)
Y así, el domingo por la tarde, Rachel llegó a casa de Julia para
tomar el té y despedirse de ella antes de que Zayn la acompañara al
aeropuerto.
Julia estaba nerviosa. Como un sobrio monje medieval, tenía la
virtud de la fortaleza, así que no la asustaba la falta de comodidades.
Al firmar el contrato no le había parecido que su agujero de hobbit
estuviera tan mal. Era un lugar seguro, estaba limpio y se lo podía
permitir. Pero una cosa era lo que ella pensara y otra muy distinta
enseñárselo a su amiga.
—Tengo que advertirte que es muy pequeño. Pero recuerda que
vivo gracias a una beca de estudios y que no puedo trabajar para
sacarme algo de dinero extra porque no tengo permiso de trabajo. Así
que, como comprenderás, no puedo permitirme vivir en un edificio
como el de Zayn ni nada remotamente parecido —le explicó,
mientras Rachel entraba en el apartamento.
Ésta asintió y dejó una gran caja cuadrada encima de la cama.
Zayn  ya la había avisado de lo pequeño que era el sitio. Y le había dicho que no se le ocurriera escandalizarse, porque él todavía se
sentía culpable por su horrible reacción.
A pesar de todo, Rachel no estaba preparada para lo que vio. El
espacio era diminuto, destartalado y todo lo que contenía era de
segunda mano y barato. Todo menos las cortinas, la ropa de cama y
las pocas cosas que Julia se había traído de casa.
Rachel intentó disimular. Recorrió el estudio, lo que hizo en unos
cinco pasos, miró dentro del armario, examinó el lavabo y permaneció
en el área de cocinar mirando el patético hornillo eléctrico y el
decrépito microondas. Luego se cubrió la cara con las manos y se
echó a llorar.
Julia se quedó clavada en el suelo, sin saber qué hacer. Sabía
que a su amiga la afectaba mucho la fealdad, pero había tratado de
que su apartamento estuviera lo más bonito posible. Por eso había
usado el lila para la decoración. Pensaba que Rachel sabría
apreciarlo.
Poco después, ésta se recuperó. Secándose las lágrimas, se
echó a reír, pero era una risa histérica.
—Lo siento. Son las hormonas y la falta de sueño. Desde que
murió mamá estoy muy sensible. Y luego está todo el tema de mi
padre, Aaron y la boda. Oh, Julia. Ojalá pudiera llevarte conmigo a
Filadelfia. Hay tanto espacio libre en casa. Sólo la cocina ya es más
grande que tu estudio.
Ella la abrazó con fuerza hasta que Rachel se echó a reír.
—Zayn me dijo que eras muy exigente con el té. Se quedó
impresionado con tu manera de prepararlo. Y ya sabes lo mucho que
cuesta impresionarlo. Así que voy a acurrucarme en tu bonita cama lila
y a aprender a prepararlo —dijo, dejándose caer sobre la colcha,
colocándose la caja sobre las rodillas y tratando de mostrarse contenta
para no entristecer a su amiga.
A Julia la sorprendió que Zayn se acordara del té, después de
lo muy ocupado que había estado ese día criticando sus hábitos
alimenticios. Pero trató de no pensar en ello y centrarse en Rachel.
Quería que se sintiera cómoda y se olvidara de sus problemas por un
rato. Pronto estuvieron las dos sentadas en la cama, con una taza de
té en la mano y comiendo trufas que Julia había comprado con los
fondos de emergencia.
—Tengo que contarte algo sobre Zayn —dijo Rachel, pasando
un dedo por el borde de la taza.
—No quiero oírlo. Su amiga la miró frunciendo el cejo.
—¿Por qué?
—Porque es mi profesor. Es... más seguro fingir que no nos
conocemos. Hazme caso.
Rachel negó con la cabeza.
—Él me dijo algo parecido. Pero yo le contesté que me daba
igual. Es mi hermano y le quiero. Y hay unas cuantas cosas que
deberías saber sobre él.
Julia suspiró y asintió.
—Si supiera que te estoy contando esto, me mataría, pero creo
que te ayudará a entender su actitud. ¿Te explicó mi madre alguna
vez la historia de su adopción?
—Sólo me contaba las cosas buenas: lo orgullosa que estaba de
él; lo bien que le iban las cosas en Princeton o en Oxford. Nunca me
habló de su infancia.
—Mamá lo encontró cuando tenía nueve años, vagando cerca
del hospital de Sunbury. Iba de viaje con su madre, que estaba
alcoholizada, y ella se puso enferma. La ingresaron en Sunbury, pero
acabó muriendo, de pulmonía, creo. Sea como sea, mamá encontró a Zayn, que no tenía ni un dólar. Ni siquiera podía comprarse una lata
en la máquina de refrescos. Cuando localizó a sus parientes por
teléfono, éstos le dijeron que no querían saber nada del niño. Zayn
siempre supo que su familia no lo quería. Pero a pesar de lo que mis
padres hicieron por él, nunca se sintió a gusto en casa. Nunca se
sintió un Clark.
Julia pensó en ese niño hambriento y asustado y tuvo que
reprimir las lágrimas. Se imaginó sus ojos, grandes y azules, en su
cara angelical. El pelo castaño alborotado, la ropa sucia y la madre
loca a causa del alcohol. Julia sabía lo que era tener una madre
alcohólica. Sabía lo que era irse a la cama llorando cada noche,
esperando que alguien, cualquier persona, la amara. Zayn y ella
tenían más cosas en común de lo que parecía. Muchas más.
—Lo siento, Rachel. No lo sabía.
—No estoy excusando su mala educación. Sólo te estoy
contando quién es. Tras la horrible pelea con Scott, mamá dejó una
vela encendida en la ventana cada noche. Pensó que si Zayn 
pasaba por allí y no se atrevía a entrar, la vela le diría que ella lo
estaba esperando y que lo seguía queriendo.
Julia negó con la cabeza. No le extrañaba. Era típico de Grace.
Era la caridad personificada.

They Don't Know About Us🔷Zaylena (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora