24. Ella era valiente y vulnerable. Él conoció ambas.

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—Tío, ¿tienes la grabadora cargada?

Jack levantó los ojos de la revista que estaba leyendo.

—Sí, hola, estoy bien, gracias.

—Hola tío ¿cómo estás? —Hizo una pausa—. ¿Tienes la grabadora cargada?

—Claro, como siempre. A que no adivinas quién estuvo aquí hace un ra...

—¿Me la prestas?

—Solo si prometes que luego no tendré que ir a tu apartamento a buscarla y la encontraré cubierta de notas adhesivas.

—No, seguro que no —dijo Zack y procedió a tomarla.

—Hace un rato estuvo aquí...

—Una chica que compró mi libro, lo sé. ¿Dónde está Let's dance?

—¿Cómo que lo sabes?

Él estaba hurgando entre los CD.

—Porque está ahí afuera.

Su tío miró hacia la salida. Layla levantó la mano para saludarlo.

—¿Pero cómo rayos es que están juntos? ¿Y qué vas a hacer con mi grabadora?

—Es una larga historia. ¡Juro que lo vi aquí el otro día! ¿Dónde está?

Su tío le susurró.

—¿Pero si sabes que ella es Layla?

—Sí, me dijo su nombre.

—Sí, pero ella es Layla, Layla.

Zack encontró el CD que buscaba y lo sacó.

—¡Aquí está! Adiós tío, estoy de afán.

—Zackie —dijo y repitió lo que acaba de decir haciendo pausas y enmarcando cada palabra—. Ella... es... Layla.

Sí él hubiera entendido en ese momento lo que su tío trataba de decirle, hubiera evitado que su mundo y el de Layla colisionaran en uno solo. Pero él solo asintió.

—Sí, ya sé que se llama Layla.

Y se fue.

Jack se golpeó la frente con la palma de la mano.

«Va a pasar alguna vergüenza por no escucharme, lo sé», pensó.

Layla miró la grabadora que él sostenía en la mano.

—¿Y para qué es?

—No te diré. Bueno, ¿a dónde vamos?

—Tomaremos un bus, solo son unas cuadras, pero ahorraremos tiempo.

Él asintió.

—Dejaste un vacío en el estante principal. Se ve la zona oscura donde estaba Elixir, ¿ahora qué haremos para llenar ese espacio?

—No lo sé, supongo que tendrás que escribir un nuevo libro —dijo ella, sonriendo de medio lado.

El estomago le dio un vuelco.

—Tal vez lo haga.



Zack tamborileó los dedos sobre la mesa. Junto a él solo había una chica tomando apuntes de un libro. Las demás mesas estaban ocupadas por más personas de los que esperaba. En su mayoría, adolescentes y adultos jóvenes. Supuso que era por los finales de los cursos de verano. Jenny no estaba esa noche en la biblioteca, comprobó aliviado. El silencio los cubría como una capa de niebla. Apenas se escuchaban susurros ocasionales y hojas al pasar.

Sincronía [Disponible en papel y ebook]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora