c i n c o

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C i n c o

El timbre de mi casa me sorprende, haciendo que de un leve brinco y salga de la cama.

Rezo para que el sonido del timbre haya sido una imaginación mía, y que realmente no haya nadie que quiera hacernos una visita a esta hora, pero es en vano, ya que se vuelve a oír otro timbrazo.

Me dirijo al salón, sin importarme las pintas que tengo en este momento, simplemente maldiciendo a la persona que me levanta a estar horas de la mañana.

Un grito por parte de mi mejor amigo tras abrir la puerta es lo único que se oye ahora en el apartamento.

-¡Cuéntamelo todo! – Gritó, apartándome con una mano para abrirse paso.

-Buenos días Raúl. Bien y tú ¿cómo estás? – Dije, consiguiendo que mi amigo pusiera los ojos en blanco.

-¿Me lo vas a contar? – Preguntó mientras se sentaba en el sofá.

Asentí, mientras cerraba la puerta y me acomodaba en el sofá donde segundos antes Raúl se había sentado, lanzándome literalmente sobre él.

-Estoy esperando. – Suelta él.

Estoy a punto de abrir mi boca para contarle cada detalle a Raúl cuando un gruñido por parte de mi, últimamente muy malhumorada, mejor amiga me lo impide.

-¿Has venido a joder desde temprano? – murmuró dirigiéndose a Raúl, mientras este mantenía su ceño levemente fruncido, luego llevó su mano a la boca y se hizo el ofendido.

-Parece que alguien está en esos días del mes. – Reí por la ocurrencia de mi amigo. – Pues venía a que me contaras ese secretillo tuyo Ángela. – Volvió a decir con un tono de burla.

- ¡Maldita sea _____! ¡Ya te has ido de la lengua! – Gritó Ángela.

¿Qué esperaba? Se trata de Raúl, mi mejor amigo, tiene derecho a saber todo lo que me ocurre, y más si es conocer a cinco personas en concreto.

-¿Qué? – Pregunté encogiéndome de hombros y sonriendo, cuál niña inocente, que no era.

-Shh calla. – Respondió esta, pasando su mano por su cabeza. – Me duele muchísimo la cabeza.  

¡Dios que bipolar es esta chica!

Bufé y empecé a contarle a Raúl todo lo había sucedido la noche anterior, hasta el último detalle, mientras Ángela seguía murmurando cosas acerca de su cabeza. Definitivamente, que la despiertes temprano le sienta muy mal.

***

Estaba terminando de desayunar mi bol de cereales cuando el timbre volvió a sonar. Por un momento pensé en Raúl, pero este se acababa de ir, así que no tenía motivos aparentes para volver hasta aquí. Aún que quién sabe.

Grité el nombre de Ángela para que esta abriera la puerta, pero no obtuve respuesta, así que no me quedó más remedio que levantar mi pequeño trasero del sofá e ir a abrir yo misma.

No me molesté en dejar el bol de cereales en la mesa. Daba mucha pereza tener que ir hasta la puerta, como para tener que ir a la cocina también a dejar el desayuno. Con bol en mano y cuchara en boca avancé hasta la puerta, para abrirla.

Nada más ver a la persona que se encontraba detrás todos mis sentidos se encendieron. ¡Estaba en pijama! Cerré rápidamente la puerta y corrí a mi habitación a cambiarme. No podía dejar que me viera así.

Aun que ahora que lo pienso la manera en la que lo dejé no fue la mejor. Le podría haber dejado pasar ¿no?

Cogí lo primero que encontré en mi armario. Unos pantalones cortos y una camisa de asillas. Até mi pelo en una coleta alta y me dispuse a salir de mi habitación, no sin antes coger mi bol de cereales. Me miré al espejo para comprobar cómo estaba. Bueno… no estaba muy bien, aun que tampoco estaba tan mal como hace cinco minutos.

Siempre estás ahí → [c.m] aurynWhere stories live. Discover now