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Wilson caminó lentamente por el hospital, tratando de cojear lo menos posible y aparentar normalidad. Su cuerpo estaba hecho polvo, y le dolía al moverse. Sin embargo, su corazón y su mente lo estaban aún más.

Llegó hasta la zona de oncología y se dirigió al cuarto de su primer paciente del día.

- Hola Beth - saludó amablemente deslizando la puerta para entrar y cerrándola tras de sí - ¿ Cómo te encuentras ?

La mujer ni siquiera se esforzó en fingir una sonrisa. Wilson no se lo tomó en cuenta ; el tampoco tenía muchas ganas de sonreír.

- Igual que los últimos dos meses.

Asintió, sin saber qué más decir. Eso era una de las peores cosas de su trabajo, que a menudo no podía hacer nada por ayudar a sus pacientes.

Wilson comprobó sus constantes antes de volver a hablar.

- ¿ Has estado yendo a terapia ?- preguntó, sentándose en la silla a su lado.

- No - dijo seca.

- Beth... - la miró con reproche.

La mujer se revolvió en la cama. Hacía frío en la habitación, pero no era por eso.

- ¿ Para qué ?

- Solo es para ayudarte, Beth - dijo con voz suave - Puedes contar tus problemas, desahogarte. Te entenderán mejor de lo que puedo hacerlo yo.

- Me gusta hablar contigo - dijo cruzándose de brazos, a la defensiva.

Wilson sonrió levemente.

- Lo sé. En fin, puedes hacer lo que quieras... solo creo que te vendría bien.

Esta vez Beth rodó los ojos y contestó más agresiva ante su insistencia.

- No veo como ver a personas que están mejores que yo y me lo restrieguen por la cara, o ver a personas que estén peores que yo y me enseñen lo que sufriré puede ayudarme. No lo entiendo, ¿ vale ? No sé porqué insistes tanto en que vaya a esas estúpidas reuniones.

Wilson la miró durante un breve instante.

- Lo siento - suspiró, llevándose las manos a la cabeza llena de rizos - solo estoy cansada.

- No importa - respondió, levantándose - Te dejaré descansar.

Beth asintió, y Wilson apretó levemente su hombro en señal de ánimo y consuelo antes de salir.

Fuera de la sala, se detuvo y respiró profundamente. Había quienes lo llevaban mejor que otros, y desde luego, Beth no lo llevaba muy bien. Quizás porque, teniendo marido y dos hijos menores, tenía más por lo que querer quedarse. Quizás porque aún se sentía con fuerzas para vivir.

(...)

- ¿ Wilson ? ¡ Wilson !

La chica de diecisiete años golpeó el hombro del doctor con impaciencia.

El susodicho reaccionó, dejando de mirar a la nada y devolviendo su atención a la chica de pelo increíblemente largo y liso.

- Perdona, Annie.

Ésta se cruzó de brazos sobre la cama y lo miró con reproche.

- No me estabas escuchando.

Wilson mostró una pequeña sonrisa culpable.

- No.

- ¿ Qué diablos te pasa hoy ? - preguntó dándole un sopapo en la cabeza - Céntrate aquí abajo, hombre.

Solo un pasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora