Llegar de Brooklyn no fue lo que esperaba, y si de por sí mi semana allá fue mala, volver fue peor.Los siete días que estuve con la abuela me era imposible no imaginar a Mike con su "amiguita" y las miles de cosas que pudieron estar haciendo mientras yo estaba lejos. Durante todo ese tiempo tuve muy presente que no éramos nada y era absurdo sentir celos pero no pude controlar mi sentir.
Cada media hora revisaba mi celular para ver si Mike enviaba mensaje y otras, cuando mi mente retorcida me jugaba una mala pasada, imaginando que Mike subiría una foto besándose con ella, o quizá mierda y media.
En fin, al volver estúpidamente lo evite todo el día, y digo estúpidamente porque no había razón alguna, de manera simple estaba furiosa y muriéndome de celos; quería verlo y también mandarlo a la mierda, sin razón.
Me escribió muchos mensajes diciendo que quería verme y preguntando porque lo evitaba... también evite contestar.
Así que, a las 02:06 de la madrugada, alguien decidió tocar mi ventana... llegó con un aspecto ansioso y preocupado, internamente me reí; él era gracioso.
Sus ojos estaba muy abiertos mirándome fijamente y su boca balbuceaba cosas que no lograba oír, sin más, entró por mi ventana y fue directo a mi colchón donde se sentó muy cómodo, y se lo propio.
No sabía que decir y su silencio me hizo entender que él tampoco, pero no importaba; se sentía bien saber que estaba a mi lado después de días sin verlo e imaginar que estaba con otra.
Al pasar unos segundos decidí caminar hasta la ventana y ver hacia fuera; la noche era linda y agradable, y con la compañía era mejor.
Era la noche perfecta pero al mismo tiempo una muy común.
Sentí como unos brazos rodearon mi cintura y un escalofrío recorrió mi cuerpo en ese momento, sonríe al percatarme que me estaba abrazando; hace muy tiempo que no lo hacía, y lo extrañaba.
Su fragancia invadió mis fosas nasales, su contacto me brindó calor agradable, y pronto, todo era correcto. No celos, no inseguridades; solo él y yo. Nosotros.
Me hizo girar hacia él, sus ojos me miraron con ternura y mucha sinceridad, sus manos estaba firmes sobre mi cintura y nuestros labios estaba a pocos centímetros de distancia, de hecho, hasta podía percibir mejor su olor a menta y cigarrillo.
—Te heche tanto de menos —dijo. Entonces, besó mi frente mientras me abrazaba con fuerzas.
Yo también lo había hechado de menos, un infierno a que sí.
Sus manos subieron hasta mis mejillas las cuales sujeto con firmeza y levantó para que lo mirará fijamente.
—Te pertenezco, Sasha —soltó, de pronto. Y al escuchar sus palabras, mi corazón de infló tanto que me asusté al pensar que podría estallar—. Te pertenezco como le pertenece el frío al invierno —explicó—. Yo soy de ti, y nunca quiero que lo dudes ni un puto segundo.
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Sueños más salvajes
Teen FictionElla era fuego y él era hielo, entonces ¿quién quema a quién?