Capítulo 34 | ¿Cómo llamarías a nuestra hija?

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El comienzo de semana lucía como un día lleno de relatos y anécdotas entre mis amigos sobre el último sábado.

Creí que todo serían risas al contar los graciosos bailes que hicimos, cuantos chicos seguimos en las redes sociales y las distintas bebidas que ingerimos. Porque eso era lo que recordaba de la fiesta.

Claro que la escapatoria mirada de Mike me demostraba cuan errada me encontraba.

—Hola, preciosa. Me gusta lo que te hiciste en el cabello —fue el comienzo de nuestra conversación. Tomó un mechón que previamente había enchinado, lo inspeccionó y seguimos caminando. Estábamos de camino a la escuela, y como siempre, sacar tema de conversación no fue algo difícil de hacer—. Ayer tuve una resaca terrible —comentó exagerándolo con gestos de dolor.

—Igual yo. ¿Recuerdas la extraña combinación de comida que hizo uno de los chicos? —rio junto conmigo y asintió.

—Oh, ¿y cuándo te caíste en frente de mí? Estoy seguro de que, si no te sostenía, en este momento tus rodillas se encontrarían lastimadas.

Traté de hacer memoria, pero ese momento no lo recordé. ¿Cuándo pasó eso?

Hice una secuencia de eventos; llegamos a la fiesta y nos sentamos, comimos, bebimos, bailamos, bebí aún más, un chico me grabó, seguimos bailando y finalmente volví a mi casa.

—¿Y luego que ocurrió? —pregunté intentando recodar.

—No lo sé. Luego de eso mi mente se nubla, por si no lo sabes, ese es el efecto del alcohol.

Repetí los mismos sucesos una y otra vez, pero lo único que surgió de mi cerebro fueron abucheos y una melodía que no logro reconocer.

—¿Había canciones lentas en la fiesta? —pregunté confundida.

Alguna palabra en mi pregunta pareció hacerle un "clic" en la cabeza, porque instantáneamente dejó de caminar y vio el frente por unos segundos, como si quisiera pensar con claridad.

—No puede ser cierto... —habló para sí mismo, mostrándose anonadado.

—¿Recordaste algo? —su mirada se encontraba perdida quién sabe en dónde.

—No es nada relevante —volvió a caminar con el paso más apresurado, sin importarle si yo no seguía su ritmo.

Y aquí es donde nos encontramos, ya habíamos llegado a la esquina del colegio. En todo el camino jamás me miró o dijo alguna cosa.

No había insistido porque creí que era algo que debía asimilar, le di ese tiempo, pero yo también necesito saberlo. Esto va más allá que mi curiosidad, su ausente mirada y su falta de palabras se habían convertido en una preocupación para mí.

Al ver las puertas del colegio y en el medio del silencio, supe que hoy Daniel salía tarde. Mi ánimo aumenta en cuestión de segundos, hoy lo podré ver.

Sin embargo, no podía disfrutar de mi descubrimiento sabiendo que Mike se encontraba con la mente alejada de este lugar. No parece estar enojado, pero tampoco feliz. Su rostro no tiene ningún tipo de expresión. Me alteraba no tener el poder de leer la mente, en este momento sería muy útil.

—¿Hice algo malo en la fiesta? —las palabras salieron de mi boca mientras pensaba lo anterior.

—Eso depende de quien lo mire... —habla tan despacio que se me dificulta saber si me habla a mí.

¿Mirar qué?

Cada segundo que se comportaba como una persona taciturna y permanecía con aquel rostro imposible de interpretar, me desesperaba más.

Hasta los 15Donde viven las historias. Descúbrelo ahora