Capítulo Veintitrés.

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Mike junto a Vanessa caminaban lentamente entre las ruinas del palacio de Domino, siguiendo diligentemente a Daphne. Era una visión surrealista, estatuas rotas, retratos olvidados, instrumentos fríos al tacto. Tres enormes asientos en el centro de un salón, todos con una figura tallada. Un dragón. Estatuas de criaturas que en la tierra eran inexistentes, y en un salón amplio y fuertemente resguardado, lo que parecía una montaña de oro y joyas.

Tampoco pasó por alto las divisiones que existían en ese salón, o las pesadas espadas, los enormes escudos circulares con grabados, arcos dorados, y ballestas de una mano por un lado y armas modernas por otro, rifles, bazookas, armas de mano. Daphne había mencionado que eran armas de láser, luego de tomar tres pistolas y una espada larga, con grabado de flores en la hoja. Se trataba de un arsenal completo, desde lo balístico hasta lo medieval.

Daphne, luego de sujetar el cinto del arma larga a su espalda, sacó de entre su abrigo la pieza de carbonita, con los detalles rúnicos en sus bordes, mientras observaba con diversión a los humanos explorar las ruinas de su antiguo hogar. Jamás les habia llevado a la dimensión mágica, por motivos varios. Pero era bueno que comenzaran a conocer y familiarizarse con el que seria el nuevo hogar, una vez que toda la mierda que hicieron las tres estúpidas brujas se terminara. Sería bueno tenerles cerca, luego de ser el apoyo necesario en esos tiempos oscuros.

— Ella se parece mucho a Bloom— señaló Vanessa un enorme retrato en el que aparecía su madre en traje real, con expresión serena, junto a su compañero, aquel enorme gato de pelaje dorado. Oh Ingvar II, rey de la pereza.

— Aterrador, ¿No?— Una risa escapó de la ninfa, mientras se colocaba al lado de Vanessa—. Ella es mi madre, Marion. Y aquel es mi padre, Oritel.

La ninfa señaló el retrato del mencionado. Vestido en su armadura y portando a Fëalòkë al lado.

— Tiene un aspecto serio.

— Bueno, sí. Es muy tradicionalista. Se apegaba mucho a las antiguas tradiciones y constantemente chocaba con la actitud liberal de mamá, que pensaba que eran una perdida de tiempo y quería restringirlas lo más pronto posible— lanzó un suspiro, estar en medio de esos vacíos salones le provocaba nostalgia —. La madre de todas las discusiones que tuvieron, fue cuando papá comprometió a mi recién nacida hermana con el príncipe de Eraklyon.

— ¿Qué demon...?

— ¡Tu padre estaba loco! — dijo Mike frunciendo el ceño— Estamos hablando de una bebé.

— Bueno... Eran las tradiciones. Es mas creo que él ya me había escogido marido, solo que la guerra lo atrasó todo y bueno... Se escuchará egoísta pero fue mejor así. Digo, sin que esta destrucción pasara, yo no habría sido libre, no habría descubierto la traición de Eraklyon, no os hubiera conocido y además de estar casada con un montón de mocosos, haciendo el espantoso papel de esposa trofeo... Bloom estaría condenada a un tío que es capaz de mentir para conseguir lo que quiere.

Mike estaba furioso de la sola idea de su niña obligada a casarse con ese tal... príncipe. Era una absurda idea, tan... medieval.

— Entonces es el destino el que os hayáis librado. Eres una mujer fuerte, no te veo en la posición que mencionas— Vanessa estaba segura de sus palabras.

— Las costumbres en Domino distan de las que rigen la Tierra... Yo tendría que permanecer sujeta a la decisión de mis padres. Casarme y luego tener hijos. No creo que hubiera tenido la suerte de mamá en encontrar un tío que viera que no soy solo un título.

Daphne sonrió vagamente. A pesar de que el matrimonio de sus padres no había sido uno como los matrimonios actuales, habían congeniado lo suficiente para hacerlo funcionar.

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