Capítulo VI

1.8K 232 140
                                    

"...A los que aman a Dios todas las cosas obra para bien"

Romano: 8 -28

-Cristian ¡Cristian!

-Mmm...mmm...

Cristian entre abrió los ojos. Aunque los rayos de sol que entraban por la ventana eran ligeros, Cristian tuvo que cerrarlos nuevamente para evitar el contacto con cualquier destello de luz; tenía un intenso dolor de cabeza.

-Cristian, amigo ¿Estás bien?

-¿Dónde estoy? -preguntó con los ojos cerrados y como escondiéndose debajo de la sabanas a lo que parecía ser la voz de su amigo Gregorio.

Gregorió rio.

-It's the heaven brother, aunque... en tu caso, si hubieras caído muerto, estarías lejos de ir hacia arriba.

Volvió a reír.

-¡Cállate! -ordenó, tomando una almohada que sentía a su lado, lanzándola en dirección a la voz de Gregorio. Su impulsiva reacción aumentó levemente su migraña, haciéndole fruncir el ceño.

-Voy a salir por un momento, quede de hacer algo con Patty, siéntete como en casa, Eli está abajo, puedes desayunar antes de irte. Ella está muy preocupada por ti.

-¿Qué pasó anoche?

-¿No recuerdas amigo? Te desmayaste; supuse que había sido por la sobredosis de medicina para el resfriado, a parte que Máximo me confesó que tenías una lata de cerveza antes de entrar. No quise preocupar a tu madre, así que la llamé y le dije que te quedarías a dormir aquí, también pensé que...me matarías si le decía.

-Lo hiciste bien amigo...

-Hablamos luego -se despidió.

Después que Gregorio abandonara el cuarto de invitados donde Cristian solía alojarse en tiempos de antaño, forzando un poco su mente, trató de organizar las cosas y los sucesos que habían pasado la noche anterior.

Sus ojos se abrieron como platos al recordar, como una ráfaga, los últimos minutos antes de que se desmayara, Eli, ósea Elizabeth De la Cruz, la hermana de Gregorio y su ex mejor amiga, era también Ana, la misma chica que lo estaba enloqueciendo, y con la que desde hacía unos días había estado coqueteando, era la misma que se había convertido en su todo y luego cruelmente le había dejado y cortado todo contacto con el...

-¡Soy un idiota! ¡Un estúpido idiota!

Lo último que recordaba fue el afectuoso saludo que Ana Elizabeth le dio al verlo, dejándolo sin palabras, luego como si alguien lo empujara comenzó a caminar torpemente hacia atrás, sintiéndose algo aturdido, hasta caer al suelo.

Cristian trató de incorporarse, todavía estaba algo mareado. Entró al baño y se aseó como pudo, al mirarse en el espejo, le dieron deseos de escaparse por la ventana y no tener que enfrentar con tan terrible aspecto a la hermosa chica que le esperaba en el primer piso.

<<Qué más da...>>, dijo dentro de sí.

Cristian bajó las escaleras silenciosamente con la intención de salir de escapada, si era posible, por la puerta principal, aunque él pocas veces se sentía inseguro de sí mismo, las ojeras que le hacían ver como un zombi en Halloween, el cabello despeinado, y su camisa sucia que le daba la impresión de que había sido arrastrado hasta la habitación, y bueno, básicamente eso, le restaba puntos a su seguridad.

Cristian abrió la puerta de la habitación lentamente tratando de hacer el menor ruido posible, casi en puntillas comenzó a cruzar el pasillo y a bajar las escaleras que conducían al primer piso; ya frente a su objetivo se aproximó a la puerta lo más silenciosamente posible, y cuando ya había tomado el manubrio, la puerta a la que había anhelado llegar, se abrió desde el otro lado.

TÚ ERES LA PRÓXIMAWhere stories live. Discover now