Capítulo VII

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"El odio es una forma de matar la nobleza del corazón"

(Anónimo).

 —¡Señor! Tiene que mover la motocicleta —dijo el guardia a Cristian quien se hallaba frente al lago envuelto en sus pensamientos.

Cristian se dirigió a la motocicleta, obedeciendo sin protestar la orden del oficial. Mientras la arrancaba, pensó:

<<Cuanto deseo que se regrese el tiempo, donde mis padres estaban juntos y pasaba el tiempo con mis mejores amigos, en la flor de la inocencia adolescente. Cuando no sabía la verdad acerca de Dios y de las mujeres... lo daría todo, por no conocer qué clase de veneno es el amor y qué clase de demonio es la mujer...>>

Cristian regresó a casa en la noche, su madre se hallaba durmiendo en el sillón de la sala como si se hubiera quedado esperándolo. Hacía algo de frío. Cristian tomó parte de la manta del sillón y la arropó, con la intención de hacerle pensar que accidentalmente ella misma lo había hecho.

Al entrar a su habitación, se tiró en la cama con todo y chaqueta, incluso con sus zapatos puestos, un ligero pero punzante dolor de cabeza le recordó que no se había tomado ningún calmante. Se levantó desganado, se quitó la chaqueta y bajo las escaleras dirigiéndose a la cocina, después de tomar un calmante del frasco en el botiquín, fue por un vaso de agua.

—¿Ya regresaste? —le preguntó su madre parada detrás de él. Cristian se mantuvo en silencio mientras vertía agua en un vaso—. Supe que Elizabeth está de regreso, por favor ¿Podrías decirle que necesito verla?

Cristian regresó a su alcoba ignorando completamente esa solicitud. Por el momento no quería ni pensar en el próximo encuentro con Ana Elizabeth, aunque como una droga su mente le pedía verla de nuevo, el odio aplastaba ese sentimiento completamente.

Después de tomarse el calmante, la pastilla fue haciendo efecto lentamente hasta llevarlo a un profundo sueño.

(...)

Cristian estaba exhausto. El juego de baloncesto había estado intenso, luego de una tarde de diversión con Gregorio y otros chicos del colegio, había llegado a su casa. Era extraño, no había nadie, era el día libre de su padre por lo que estaba seguro que lo encontraría en el sofá viendo algún deporte o recostado en su habitación; pero no fue así, su madre tampoco estaba. ("Talvez habían salido juntos") pensó. Inmediatamente refutó esa idea, habían tenido demasiadas peleas últimamente como para que estuvieran de humor para salir en una velada romántica, y hacía años que no salían juntos.

Cristian nunca entendía el motivo de las peleas, supuso que esas cosas de adultos solo ellos lo comprendían, no podía negar que su padre trataba bastante indiferente desde hacía un tiempo a su esposa, pero a decir verdad Cristian le tenía mucho apego a su padre, desde pequeño siempre estuvo a su lado queriendo aprender de él, buscando parecerse a él, el admiraba a su padre quien aunque había abandonado la música después que se casó, todavía mantenía su talento. Cristian le siguió los pasos.

Cristian se dirigió a la cocina, abrió el refrigerador y tomó un refresco de frambuesa que había dejado por la mitad, estaba sediento, había salido desde temprano; luego se dirigió a su cuarto. La luz de su habitación estaba encendida, él había recordado que la había apagado antes de salir.

El cuarto estaba bastante desordenado como si hubiera visto una pelea de lucha libre en ella e incluso su lámpara de mesa estaba rota.

¿Qué paso aquí? ¿Quién entro a mi habitación? —se preguntó.

De pronto el teléfono sonó. Cristian tomó en inalámbrico y contestó.

—¿Si? ¿Quién habla? —preguntó.

TÚ ERES LA PRÓXIMAWhere stories live. Discover now