Capítulo 3 (Parte 3)

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Cuando el taxi dobló la esquina, Adán consideró saltar del auto. La oscuridad de la calle le hizo cambiar de opinión. La silenciosa negrura afuera era tan espesa que bien podrían haber estado perdidos en el espacio exterior. ¿Por qué no escuchaba la perenne cacofonía citadina de Caracas? ¡Ni siquiera estaba seguro a qué velocidad iba!

«No sé cómo no lo noté antes —pensó, intentando orientarse—. ¡Este hombre y el plomero son la misma persona!».

Si no iba a saltar, Adán decidió que tenía que hacer algo. Cualquier cosa.

Una rápida consulta al reloj en su celular le reveló que había estado dormido casi una hora. Todavía no podía creer que le estuviera pasando esto.

—¡Párate!

—¿En este callejón? —el taxista le dirigió una mirada de confusión por el retrovisor—. ¿No iba al Sambil?

«No parece estar armado y si hay una pelea, al menos será uno contra uno. ¡No puedes dejar que llegue a donde sea que te está llevando!».

—¡Que te pares! —Adán lo tomó por la garganta—. ¡Ya!

El taxista hundió el freno hasta el fondo, los cauchos chillaron al derrapar sobre el asfalto. Adán sintió el golpe del Sedan al montarse sobre la acera desde las piernas hasta el pecho.

Apenas el auto se detuvo, el conductor se volvió con los ojos desorbitados; el miedo era patente en su rostro lívido.

—¡Coño! ¿Estás loco?

Adán abrió la puerta y se dispuso a bajar, cuando sintió que lo tomaban por el cuello de la sudadera y lo jalaban hacia atrás.

—No te vas sin pagarme, mamahuevo.

«¿Me está robando?»

Quizás fue la misma adrenalina que hacía subir y bajar su pecho a un ritmo frenético la que lo hizo comprender, en cuestión de segundos, que esto no se trataba de un atraco ni un secuestro. Al contrario, la tensión en la voz del taxista era propia de alguien que se estaba defendiendo; el temor en sus ojos era evidente y el resto de su cara... no se parecía en nada a la del plomero.

«No puede ser. Eran iguales. Estoy seguro».

Con la ropa pegada al cuerpo a causa del sudor frío, Adán se disculpó y le dio todo el dinero que tenía en la billetera al conductor. «Fuiste tú quien le gritó —pensó, al bajarse del auto—. ¡Casi chocan por tu culpa! Y el centro comercial está a cuatro cuadras de aquí. Sí te estaba llevando al Sambil después de todo».

El conductor se alejó, maldiciendo a viva voz; en tanto que Adán nunca se había sentido tan apenado y desconcertado como en ese momento.

—Esto no puede ser —dijo en voz baja, luego de caminar el resto del trecho que le faltaba.

Fue como si algo se hubiera desinflado en su pecho. El Sambil seguía allí, pero ya no era un centro comercial; el sitio había sido expropiado por el gobierno para transformarlo en una serie de tiendas donde funcionaban cooperativas y locales sancionados por el oficialismo.

Y ninguno estaba abierto.

De ser creer en el karma, Adán hubiera podido jurar que el universo le estaba cobrando de inmediato lo ocurrido con el taxista.

Allí morían no solo sus esperanzas de encontrar un nuevo breaker, sino un cajero automático que no estuviera expuesto, en plena calle. Muy consciente de lo tarde que era, Adán caminó por la avenida en busca de algún banco. Sin efectivo ni siquiera podría regresar a su apartamento.

En el primer banco que encontró, los cajeros no estaban encendidos. En su segundo intento, algunas calles más abajo, el cajero se rehusó a darle dinero. Adán ya había leído noticias acerca de la escasez de billetes en circulación, así que desistió de inmediato. En el último cajero que quedaba en la zona, uno que estaba afuera del Banesco al lado de la gasolinera, en una especie de anexo de cristal, no se atrevió a intentar: había un indigente dentro, vomitando algo oscuro que a Adán le pareció eran restos de espaguetis gruesos.

Ver eso fue más de lo que pudo soportar. Creyera en el karma o no, esa noche el mundo parecía estar en su contra. O eso temió. Lo mejor que podía hacer era regresar a su apartamento e intentar arreglar este desastre de nuevo por la mañana, protegido por la luz del sol.

Continuará...

Las grietas en el laberintoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon