❝No puedo evitar amarte, aunque intente no hacerlo. No puedo evitar quererte, sé que moriría sin ti.❞
¿Por qué el amor se vuelve complicado? ¿Por qué el amor no es fácil de encontrar? ¿Por qué el amor nos hace sufrir? ¿Por qué el amor nos hace lucha...
El moreno miró a su amigo que estaba escondido entre los arbustos viendo a cierta rubia practicar con las porristas.
—... Reiner.
—¡Shhh! ¡Ahí viene la rutina de Christa!
Al rubio se le podía ver cómo se le caía la baba por la rubia. Le parecía tan linda y estaba dispuesto a invitarla al Baile de Bienvenida.
—¡Wow! ¡Viste eso!
—Reiner, sólo saltó.
—¡Lo sé! Estuvo tan linda.
El pelinegro viró los ojos riendo.
—¿No crees que tu ligera gran obsesión con Christa Lenz está pasándose un poco? —enarcó una ceja hacia el robusto, quien solo torció los labios.
—Cállate, Bertholdt, que tú estás en falta —arrugó la nariz—. ¿O qué? ¿Me vas a negar que no espías a Annie cada vez que está en su entrenamiento?
Las mejillas del alto se tiñeron de carmesí, haciendo que una risa cínica saliera de los labios del rubio.
—Touchè —sonó la voz de Bertholdt y se puso de cuclillas al lado de Reiner—. ¿Cuánto llevas espiándola?
—Tal vez desde la mañana.
—¿No has entrado a clase?
—Nop.
—¿Por qué no?
—No hay necesidad.
—¡Reiner!
—Espiar a Christa está en mi itinerario de todos los días —aclaró sonriendo de lado.
—Pues es algo que tenemos que dejar de hacer ¿Qué pensarán los demás?
—Hagamos lo que hagamos, siempre seremos los más cool de la escuela.
Y era verdad, Reiner y Bertholdt eran los chicos más codiciados de toda la escuela Titan, lástima que ninguna de las chicas que ellos deseaban les hacía caso.
Ambos chicos se apegaron más al arbusto para observar mejor a las chicas hasta que alguien se paró detrás de ellos.
—¿Qué se supone que estamos haciendo?
Ambos chicos pegaron un gran grito que llamó la atención de las porristas ya que su entrenamiento había sido interrumpido. La chica de labios pintados en negro ladeó la cabeza viendo a sus dos amigos.
—¡Annie! ¡No nos asustes así!
—Los he estado esperando en la máquina de comida y ninguno llegó —dijo cruzada de brazos—. ¿Espiaban a las chicas?
—¡Claro que no! —chilló Bertholdt.
—Bueno, eso no parece —movió su cabeza, haciendo que su flequillo dejara de cubrir sutilmente su ojo—. Reiner sigue viendo a la rubia como un tonto.
Bertholdt giró su vista hacia donde se encontraba el chico, quien efectivamente, no dejaba de ver a la pequeña ojiazul.
—Yo creo que un día de estos, pedirá la orden de restricción.
—¡No digas eso! Aún no la he invitado a salir —Annie arqueó una ceja.
—¿La invitarás al Baile de Bienvenida? —el chico sólo asintió—. Qué patético.
Bertholdt hizo una mueca, ¿acaso ella no quería ir al baile? ¿se refería a Reiner? ¿lo rechazará si le pregunta? ¿se burlará de él? ¿se está haciendo muchas preguntas?
—Lo dices porque nadie te ha invitado ¿verdad, Annie? —se burló el rubio.
—¡Ja! ¿Sabes con quién estás hablando? Voy rechazando a 5 chicos —dijo mostrando toda la palma de su mano.
—¿Y por qué no los aceptas?—preguntó el más alto viéndola fijamente.
—Porque estoy esperando a que alguien me invite —dijo viendo hacia el pasillo donde cierto trío pasaba hablando animadamente—. Aunque creo que es muy tímido para hacerlo.
Reiner de inmediato codeó a su mejor amigo, de seguro que la rubia se refería a él ¿A quién más podría ser si no?
—De seguro lo hará pronto.
—Sí... eso espero.
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