✨Capítulo 31✨

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Ya era el mes de septiembre cuando la lluvia caía a cántaros sobre Mandeville. Desde que habían regresado del viaje a Jacksonville, la relación entre ambos se había terminado por afirmar. Por otro lado, habían decidido dejar a Nieve en casa de los padres de Becca, ya que habían caído en cuenta que en el edificio donde vivían no dejaban entrar mascotas. Sin embargo, Allen estaba siendo feliz.

El viento de la noche abrazó sus huesos después de haber salido a buscar en su camioneta el dibujo que había hecho de Rebecca, al que le había hecho algunos retoques. Ella no había soportado la intriga y ya le había enseñado el primer boceto. Adoró su reacción cuando ella lo vio: fue feliz como una niña pequeña.

Cerró la puerta tras de él todavía con una sonrisa en los labios al recordar ese momento. Definitivamente Becca había cambiado algo en él, había desnudado otras facetas que ni él conocía y, aunque no lo dijera en voz alta, se sentía diferente. Tenía la sensación de haber pasado mucho tiempo, cuando en realidad habían pasado apenas dos meses. Y si en ese tiempo Becca ya había logrado eso en él... ¿Qué sucedería en un año?

Entonces, de pronto, sin que él lo pudiera evitar, llegó la oleada de inseguridad. ¿Y si le hacía daño? ¿Y si la vida volvía a jugarle de mala forma y se la arrebataba? Porque todo lo que amaba siempre se marchaba, de alguna u otra forma.

Era una especie de maldición cruel.

La vida siempre tenía extrañas maneras de arrebatarle a las personas que elegía como su felicidad absoluta. Y otra cosa más le preocupaba: su hermana.

Si se desnudara por completo a la felicidad y dejara atrás todo su pasado... ¿Dejaría de buscar a su hermana? Tenía muchos miedos y no sabía cómo demonios apartarlos, eliminarlos y lograr ser feliz con ella. Pero ahí iban de nuevo.

¿Estaba pensando en ser feliz con Becca?

La sonrisa se borró de su rostro y el sentimiento de culpa lo embargó. Él estaba siendo feliz y su hermana podría estar viviendo un infierno. Era un egoísta.

Cerró los ojos y apretó contra su pecho el dibujo —que tenía protector— de Becca. Lo miró y se quedó absorto al pensarla... Ella le había demostrado que lo quería, o al menos eso parecía.

¿Qué haría? ¿Se decidiría por ser feliz con ella o la protegería de él mismo? No lo sabía. Aunque estaba seguro de que el no saber de su hermana siempre le consumiría en algún punto la alegría. Siempre le quitaría la tranquilidad.

—Joder...

—¿Dijiste algo? —preguntó Sam que merodeaba por la sala.

El joven tosió y negó con indiferencia.

——observó su hermano.

Allen bajó la vista y se dio cuenta de que lo tenía en posición frontal. Lo escondió por detrás de su cuerpo.

—Es un regalo —respondió.

Avanzó unos cuantos pasos y guardó el dibujo en la repisa de la chimenea. Sam cruzó los brazos.

—Allen, estás enamorado de ella.

El rubio sabía que así era, aunque su hermano intentara negarlo o no demostrarlo. Él simplemente quería que de una vez por todas que Allen fuera feliz, tal como él lo era. Como todos en la familia lo eran. Además, Emma constantemente los llamaba para preguntarles sobre sus asuntos y, sobre todo, por Allen y su relación con esa chica. Sí, aunque Allen no se lo hubiera dicho, Emma estaba muy bien informada gracias a él.

El pelinegro se quedó congelado al lado de la chimenea que abrazaba la sala con su calor. ¿Enamorado? ¿Era amor lo que sentía por Rebecca?

—No estoy seguro —logró farfullar.

Heridas Profundas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora