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«Reír para no llorar. Dormir para no pensar»

Al caminar por los pasillos recibía golpes, al entrar a su clase recibía insultos, al salir a descansar recibía abusos.

"La gente es una mierda", se repetía el en su cabeza.

Sus tiempos libres lo pasaba solo, no había nadie en el mundo que entendiera lo que el sentía.
Se encontraba mirando su almuerzo, de un momento para otro el estaba en el suelo golpeado, un grupo de jóvenes lo pateaban y lo insultaban, haciendole sentir la persona más despreciable del universo.

Cuando las clases terminaron fue corriendo a su casa, en cuanto la puerta se cerró lágrimas incontrolables salían de sus ojos, se sentia débil e inútil, el sabía que una de esas personas que jamás debió de haber existido, sabía que seguir viviendo no valía la pena.

Dentro de un cajón había una pequeña navaja manchada de sangre, el la limpio con cuidado y la puso sobre sus venas, cerró los ojos con fuerza e hiso un corte rápido pero profundo en su muñeca.

Dolía.

La sangre caía al suelo, no paraba de salir.

Se sintió mareado y se recostó en su cama, con la navaja en una mano y la otra llena de sangre.

Finalmente, se desmayo.

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