Capítulo 3

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—¿Hola?

¡Hola! Soy yo, Alex.

Tratándo de enfocar bien su vista, Jaden vio la hora en su teléfono.

—Alex, son las dos de la mañana, ¿sucede algo?

No, solamente quería platicar un poco contigo.

Suspiró. Comenzaba a creer que darle su número a Alex había sido una mala idea.

—Amigo, no sé si seas un vampiro o algo por el estilo, pero deberías saber que las personas normalmente a esta hora están descansando del ajetreado día que tuvieron.

Perdón Jaden, no pensé que te fuera a molestar, es solo que... nada tal vez no fue una buena idea llamarte.

¡No, espera! Lo siento, es solo que estoy un poco cansado y han estado sucediendo cosas muy extrañas, lamento si soné molesto.

¿A qué te refieres con extrañas? ¿viste a un fantasma?

Una carcajada salió de la boca del rubio, Jaden rodó los ojos al escuchar los sonidos provenientes del otro lado de la línea.

—Aunque te de risa, hubiera preferido ver a un fantasma.

Wow, espera, es tan serio que prefieres eso, ¿Qué sucedió? D-digo, solo si quieres contarme.

Dudó un poco, pero al final terminó contándole todo, tal vez hablarlo con alguien ayudaría a despejar su mente.

Y esto qué me cuentas, ¿cuándo comenzó?

—Ayer, nunca me había pasado antes.

—Seguramente no sea algo tan importante, tranquilo Jaden.

—Es lo que he estado repitiendo en mi cabeza desde ayer y sin embargo siguen sucediendo estas cosas, no sé que hacer para... ¿Detenerlo? Agh, lo lamento, seguro estoy aburriendote.

No te preocupes, no lo haces.

Un suspiro sonó del otro lado de la línea.

Mañana... Bueno, hoy, iré a la cafetería que está cerca del museo, ¿quieres acompañarme? Tal vez logres despejar un poco esa cabecita tuya.

¿Salir? Apenas lo conocía, ni siquiera terminaba de entender por qué estaba platicando con él de cosas tan personales. Simpre había sido muy cuidadoso con las personas, no era mucho de hacer amigos y de pronto, un desconocido se acerca a él como si fueran amigos de toda la vida. Jaden se sentía muy confundido, incluso sin conocerlo, algo lo impulsaba a estar con Alex.

—De acuerdo, te veré mañana.

Perfecto, te veo ahí a las diez.

Se despidieron y Jaden terminó la llamada. De un momento a otro su cabeza empezó a doler. La habitación entera daba vueltas, llevó el dorso de su mano hasta su frente, estaba hirviendo. Sabía lo que pasaría.

—No otra vez, por favor.

Fue en vano, Jaden ya no estaba en su habitación. Esta vez la luna junto con las estrellas iluminaban el firmamento. Tenía puesta una túnica dorada. En su mano, el anillo del primer sueño emanaba una especie de aura intranquila. Estaba preocupado.

—Está demorando mucho.

Una burlesca risa sonó por todo el lugar, fijó su vista en un hombre desconocido. Era apuesto y muy alto, podría asegurar que también poseía una musculatura muy impresionante. La sangre comenzó a arder bajo su piel, un escalofrío recorrió su espalda.

—¿De verdad crees que vendrá? No eres más que un juguete para él.

—¡Vete! Te dije que no quería saber de ti.

Una voz que perfectamente describiría como hermosa, muy masculina pero a la vez suave y delicada, lo sacó de sus pensamientos.

—He de admitir que eres muy valiente como para hablarle así a un dios.

—Por favor... —suplicó con apenas un atisbo de voz.

—¿Mi presencia ya no te es encantadora? Vamos, seguro que aún extrañas todas esas charlas bajo el atardecer, mi pequeño Jacinto.

—Mi novio llegará pronto, por favor te pido que te vayas, yo ya no confío en ti, Céfiro.

No podía ser posible que él estuviera aquí, le habían dejado muy claro que no debía acercarse.

—Príncipe, créeme cuando digo que he visto mortales bendecidos por Afrodita que no te llegan ni a los talones, tu belleza podría compararse a la de un dios.

—Vete, Apolo vendrá y...

De nuevo una risa burlesca sonó por todo el lugar estremeciéndolo.

—Él no vendrá, tiene unos asuntos familiares que atender, ya sabes como somos los dioses.

—No conseguirás nada de mi.

—Jacinto, Jacinto —El hombre dió un pasó más y luego otro, lentamente hasta quedar casi a centímetros del chico —. Es un nombre peculiar, te queda, eres un príncipe, heredero al trono, eres un humano listo, sin embargo a comparación nuestra no eres más que un tonto.

—¿A qué te... ?

—Silencio, cuando yo estoy hablando tú tienes que callar, así son las cosas, no entiendes que si yo quisiera ya estarías debajo de mi gimiendo mi nombre y suplicando por más.

—¡Déjame!

Jacinto se alejó unos pasos pero como siempre, es inútil escapar del viento, por más que trates de alejarte siempre te va a alcanzar, unos brazos lo sujetaron fuertemente.

—No entiendes Jacinto, tú y Apolo nunca podrán estar juntos, lo que está pasando en el Olimpo es muy grave y todo es gracias a ti, eres un mortal muy importante como para estar en la mira de Zeus.

Sus manos acariciaban lascivamente su espalda, trató de empujarlo pero no pudo, era imposible pelear contra la fuerza de un dios.

—Ya te lo dije, no conseguirás nada de mi, sé que eres un dios y uno muy poderoso, pero tú debes saber que no soy un simple mortal, soy un príncipe espartano y sé defenderme —Convertí mi collar en una daga y rasgué un poco su brazo, Icor, la sangre de los dioses comenzó a salir de su herida.

—Si algo le sucede a Apolo o te vuelves a acercar a mi, no dudaré en tomar mi arma y clavarla en tu pecho.

—Vas a lamentar no haberme elegido, Jacinto, pude darte todo, el mundo incluído.

El príncipe corrió alejándose de él, afortunadamente no trató de seguirlo.

—Probablemente lo hubieras hecho pero yo estoy seguro de que es lo que quiero, y no eres tú.



Despertó. Jaden estaba en su habitación y no había rastro de Céfiro, éste por mucho, había sido uno de los sueños más asfixiantes que había tenido.

Vio la hora en su reloj, aún era temprano, debía arreglarse para encontrarse con Alex.

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