Capítulo 16

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Segundos después de que empezara el contacto reaccionó, un sentimiento desagradable comenzó a invadirlo.

Puso sus manos en el pecho de Céfiro y lo alejó. Por el movimiento tan repentino, chocó con la pequeña mesa que tenía la comida, haciéndole un moretón en el brazo.

—Quiero irme, por favor.

El dios alzó una ceja y trató de acercarse.

—Jaden, no era mi intención, yo... ¿A dónde vas? ¡Regresa!

Rápidamente se levantó y corrió a la puerta, no quería que lo tocara, un miedo terrible lo invadió.

Salió del lugar y bajó las escaleras del edificio corriendo, no sabía que hora era y tampoco el lugar en el que estaba.

Un gran alivio lo inundó cuando la brisa del exterior golpeó su rostro. No reconocía las calles pero al menos sabía que aún estaba en Nueva York. Detuvo un taxi y le pidió que lo llevara a su casa, todos debían estar preocupados.

Mil pensamientos se arremolinaban en su cabeza, todos teniendo como protagonista a un príncipe espartano muerto siglos atrás.

Tenía miedo de decirle a Apolo que los recuerdos de su vida pasada estaban volviendo aún con más claridad que antes.

Miró la pequeña marca morada en su brazo, la rozó un poco con sus dedos haciendo un ligero mohín, trataría de ocultarla muy bien si no quería que Apolo se pusiera furioso y tratara de asesinar a Céfiro. Podría tratar de explicar que se lo hizo él mismo al huir del dios del viento pero sabía muy bien que al rubio tonto no le importaría.

Su rubio tonto.

Se sentía muy confundido, ni siquiera sabía en que momento su corazón había comenzado a latir con más fuerza.

Algo estaba mal, y estaba seguro que tenía que ver con los últimos recuerdos que llegaron a él.

Recordó cuando Jacinto conoció a Céfiro, también cuando el dios raptó al príncipe, recordó cuando Apolo y el espartano se hicieron pareja, su primera noche juntos...

Su corazón latía con fuerza. Su cabeza dolía, casi podía sentir que su cerebro haría explosión en poco tiempo, cerró sus ojos tratando de calmarse, de un momento a otro todo empezó a a dar vueltas, sabía lo que significaba.

—Ahora no, por favor...

El hombre que conducía lo miró por el retrovisor un tanto extrañado.

—Chico, ¿te sientes bien?

Una sensación abrumadora lo asaltó. Respiró hondo tratando de calmarse, un fuerte asco provocó que le dieran unas arcadas terribles. Cerró sus ojos y cuando los abrió pudo ver árboles, cielo azul y a un rubio muy conocido, pero también vió algo que le provocó un escalofrío horrible, un disco plateado acercándose peligrosamente, al mismo tiempo que un dolor agudo se sentía en su sien derecha.

Negó con la cabeza y trató de concentrarse en el movimiento del auto y los sonidos de la ciudad.

—¡No! No quiero recordar eso, mierda. Conduzca más rápido, por favor.

Pasó mucho tiempo antes de que por fin comenzara a divisar el edificio en el que vivía, trató de calmarse pero el dolor solo empeoró.

—¡¿En dónde vives?!

El hombre se veía claramente preocupado, tal vez un adolescente muerto en el asiento trasero de su taxi no sería bien visto.

—Responde, chico, no puedo ayudarte si no lo haces.

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