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El frío que corría a esas horas calaba hasta sus huesos. Sus manos yacían metidas en los bolsillos de su chaqueta, mientras su rostro iba escondido en la bufanda de lana que llevaba alrededor del cuello, tratando de hallar algo de calidez que le hiciese frente al desolador ambiente. 

El clima era particularmente malo ese día; las nubes grises ya cubrían totalmente el cielo, en una clara amenaza de que pronto comenzaría a llover. En consecuencia, había muy poca gente circulando por los alrededores, al igual que muy pocos negocios estaban abiertos. Este sería un crudo invierno, sí que lo sería.

Pero, a pesar del terrible tiempo que había, no se rendiría. Tenía que encontrarlo.

Siguió su camino por las extensas calles de Tokio, al tiempo que revisaba en su teléfono la dirección que había hallado tras muchas horas de investigación. Una pequeña expresión de triunfo se dibujó sobre sus facciones cuando comprobó que se encontraba a unas calles de su destino.

Corrió con gran fuerza, provocando que, irremediablemente, el viento golpease su rostro. Conforme lo hacía, miraba su alrededor y trataba de que en su mente se quedasen grabadas las imágenes de aquellas calles, pues estaba seguro que, en el futuro, frecuentaría ese lugar.

La dirección lo condujo por las orillas de la playa, específicamente a una casita pequeña y de tonalidades rojizas u rosadas. La pequeña edificación se veía chistosa al compararla con el resto de edificios, imponentes y de grandes lujos, que habían alrededor; casi como si no perteneciera allí debido a lo mucho que desentonaba. 

No era lo que Goten se esperaba pero no se iba a quejar, al menos había conseguido hallar el lugar. La última vez que intentó hacerlo, por lo visto, había seguido una dirección incorrecta y fue así cómo terminó en una calle totalmente desconocida para él; sin embargo, no todo terminó mal para él, puesto que fue en ese lugar donde "accidentalmente" consiguió el nuevo teléfono que ahora se encontraba en su bolsillo.

Caminó hasta la puerta y, aún temeroso, tocó el timbre, desplegando una agradable melodía. Después de unos segundos se oyó una voz detrás de la puertita de madera.

--¿Quién es?--Fue la tosca pregunta que formuló una voz gruesa y algo rasposa.

--Eh ¿Aquí vive el maestro Roshi?--Preguntó Goten temiendo por una negativa como respuesta. Hubo un largo silencio hasta que la voz volvió a hablar.

--No, te confundiste muchacho, aquí no vive nadie con ese nombre.

--¿E-está seguro?--Insistió, desesperado.--E-encontré esta dirección y...bueno ¿Al menos sabe si vive por aquí?

--No, niño. Olvídalo. 

--Escuche, debe ayudarme. He buscado por meses al maestro Roshi, porque quiero que él me entrene para ser un luchador, es mi sueño poder convertirme en un gran artista marcial y ser como mi pad-...

--¡No me importa, muchacho! ¡Ahora largo de mi propiedad!

--P-pero

--¡Largo!

El potente grito hizo retroceder a Goten. Se quedó en su lugar mirando fijamente la puerta sin entender muy bien qué era lo que había pasado. 

Tras un par de minutos en los que nada pasó, se sintió como un completo idiota. Su madre tenía razón, debía dejar de pensar en esas tonterías.

¿Quién eres? [Truten] [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora