Capítulo 7: La rubia guapa.

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Jackson detiene su motocicleta frente a un pequeño y modesto departamento de cuatro pisos con una fachada de color negro y balcones en blanco cuya decoración minimalista da la idea de nunca haber sido cambiada desde la compra de la residencia, como si sus habitantes no hubieran tenido ánimos, ni deseos de otorgarle su toque personal. 

La mirada del de cabellos negros divaga por la propiedad, observa la simpleza y la falta de movimiento tras las cortinas le resulta extraño teniendo en cuenta la cantidad de ruidos, golpes y voces de hombres que destrozaban la tranquilidad que gobernaba el resto del vecindario.  El ver como los dos primeros pisos al igual que el último se encontraban en total oscuridad, le lleva a preguntarse qué clase de persona puede conciliar el sueño con aquel alboroto, porque estaba claro que él no lo lograría. En realidad, si sus vecinos fueran aquellos podría asegurar que no estarían haciendo tal escándalo a altas horas de la noche.

  —Baja —dice al ver que Elizabeth se mantiene rodeando su cintura como si su vida hubiese dependido de ello, porque, en cierto punto, así lo es.

Mientras viajaban, Lizy se había mostrado recia a tener cualquier clase de contacto físico con su compañero de biología, sin embargo, un par de curvas aprovechadas por Jackson la obligaron a soltarse del asiento de cuero del que venía sujeta para abrazarse a él. Así que ahora, que aquella maquina está inmóvil, ella se aparta de él con brusquedad y pasa su pierna izquierda al lado derecho con el objetivo de dar un salto que la devolviera al seguro suelo. No obstante, no contaba con golpear la parte trasera de su pierna contra el caño de escape. Suelta un gemido de dolor y avanza varios pasos con los labios torcidos.

—Por el lado izquierdo, pequeña —se burla al ver como la chica presta su total atención a la quemadura que pronto hará aparición.

—Gracias por avisar—contesta llena de sarcasmo al erguirse y lanzarle una mirada colérica—, imbécil. —Sin más se da la vuelta y encamina a la entrada del edificio: una puerta metálica que conducía a un pequeño anexo que contenía las escaleras y cada una de las entradas a los tres pisos del edificio.

Al llegar a la puerta siente como el motor del vehículo del de los ojos oscuros ronronea como para llamar su atención. No lo logra, pero la voz de Jackson es la responsable de que se voltee. No dice nada, sin embargo, le deja claro cuando rueda los ojos que le ha oído. Eso a él le hace reír y a ella la hace entrar.

  —Hola, John —dice la pelinegra al ver como el hombre de porte militar que ejercía el cargo de portero; de ojos pequeños y mirada afilada; de espalda ancha y tabique cuadrado; la observa atentamente como si intentase descubrir qué hacía ella llegando junto a un joven de apariencia tan sospechosa. 

Lizy pasa de aquella actitud y comienza a subir las escaleras con pasos despreocupados, cuando el celular asignado por Marco a su unidad suena dentro del bolsillo de su falda y la hace tomarlo con preocupación. Jeremihas nunca llamaba. Nunca, y por ello el primer nombre que pasa por su cabeza es el de su madre: Isabella. La mujer que nunca había mostrado una pizca de ese llamado amor maternal que se supone que debía tener, pero aún así, al pensar que algo podría haberle sucedido a su propia madre, Elizabeth no puede evitar sentirse angustiada y  temiendo lo peor, contesta.

—¿Sí?

—¿Quién era ese sujeto? —pregunta la voz inexpresiva del joven asignado a ellas al otro lado del teléfono.

Lizy suspira aliviada al darse cuenta que no se trata sobre su madre, pero su ceño se frunce al caer en cuenta que John la había delatado y no puede evitar girarse hacia él; dejando en evidencia su desagrado para con su actitud. De todos modos, decide seguir avanzando, pues si Jeremihas se había tomado el tiempo de llamarla, aquello iba en serio. Ya tendría tiempo para hablar con el portero y solucionar aquello. 

Máscaras.Where stories live. Discover now