Capítulo 2: Dylan.

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Ibby aparca el vehículo en un espacio oculto entre los matorrales, pues su carcasa negra junto a la oscuridad de la noche pasa desapercibida a los pocos metros lejos de la carretera

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Ibby aparca el vehículo en un espacio oculto entre los matorrales, pues su carcasa negra junto a la oscuridad de la noche pasa desapercibida a los pocos metros lejos de la carretera. Luego desciende de él y asegura el perímetro para enseguida dirigirle a sus acompañantes un ademan que les informa que el lugar es seguro. Acto seguido desenfunda una k45 y junto a ella un silenciador que no tarda en colocar.

Elizabeth baja recogiéndose el cabello en tres rápidos movimientos mientras que, por la puerta opuesta, se halla saliendo la Alisson, cubierta con su manta como si no tuviera planeado dejarla.

—Deja eso —sisea la rubia al observar el comportamiento infantil de Alisson.

Esas palabras llevan a un tire y afloje de miradas entre ambas chicas, que se lleva con sigo varios minutos en los que ninguna de las dos parece ceder ante el deseo de la otra y finaliza cuando Ibby da un paso hacia la menor dejando en claro su intención de cumplir la amenaza anteriormente hecha. Esto provoca que la de cabellos castaños reciba un escalofrió en todo su cuerpo que la obliga a dejar la manta en el asiento trasero. Al darse la vuelta se detiene en seco al ver la escena tras la adicta a las armas.

—Ibby... —llama la voz de Lizy, quien hasta aquel momento no se hizo notar, ya que, siguiendo las instrucciones dictadas por Aly en el coche había marchado en busca de la entrada despejada por la cual debían ingresar al almacén.

Ibby se gira frustrada por el abuso de palabras que las otras dos estaban teniendo, pues en realidad tendrían que mantear la boca cerrada si no querían llamar la atención de los pocos enemigos que debería haber a los alrededores. Al hacerlo se encuentra con que la pelinegra está siendo sujetada por un hombre el doble de su tamaño que formaba parte de un grupo de diez que sujetaban sus armas en dirección a las jóvenes.

—¿Haciendo amigos a estas horas de la noche? —comenta de forma sarcástica al tiempo que se cruza de brazos y una sonrisa ladina surca sus simétricos labios.

—Deshazte del arma, muñeca — ordena un hombre de tez oscura, quien demuestra con su tono de voz áspero y demandante, sumado a la postura autoritaria, ser quien lleva las riendas del mando.

—¿Disculpa? —pregunta la rubia al girarse hacia la chica de ondulados cabellos castaños que se encuentra junto al Jeep; pensando una y otra vez una salida al problema que les saluda de frente.

El hombre ignora completamente el comentario de la chica para repetir la orden.

—Dije que dejes el arma o ella sufrirá las consecuencias.

Sin darle tiempo a responder, el hombre pelirrojo que se sitúa  junto a Elizabeth le propina a la misma un golpe con la culata del arma que la obliga a tambalearse con un quejido.
El líder dirige una mirada afilada hacia el agresor; quien tiembla bajo ella a la espera de un seguro castigo, sin embargo, éste nunca llega, pues el hombre más alto desvía la mirada con indiferencia.

Ante tal acto Alisson desenfunda su arma y apunta con ella al pelirrojo, no obstante, antes de que pudiera siquiera pronunciar palabra dos manos la toman de los hombros en una amenaza silenciosa.

Por su parte Ibby evalúa la situación; teniendo presente que su siguiente movimiento sería la clave de que las cosas se pusieran en su contra o a su favor. Incluso era consciente de que la vida de sus amigas estaba en juego. La decisión estaba más que clara, ¿no?

—Antes de ese golpe mi respuesta era no, y ahora, sigue siendo no.

Mientras que la golpeada sostenía su mejilla enrojecida; manchando sus dedos con la poca sangre proveniente de la herida, la recién sujeta se muestra aislada de la situación frente a ella, ya que su mente no deja de darle vueltas a la idea de que todo esto es responsabilidad de un solo hombre.

El de tez oscura eleva una ceja divertido ante su próxima acción, para a continuación apuntar su arma en dirección a la de menor estatura, quien recibe una descarga de ansiedad que le hace mirar con ojos impacientes a la rubia; esperando a que primera vez la escogiera a ella sobre sus armas.

—Como quieras, muñeca.

Y en el instante en el que el dedo del hombre va a presionar el gatillo y los parpados de la víctima se cierran bajo la posibilidad de dejar ese mundo, Ibby arroja su arma a los pies del líder, consiguiendo que el mismo sonría satisfecho y gire hacia ella.

—Todas —comenta señalando los múltiples compartimientos que recubrían su delgado cuerpo. La rubia a regañadientes accede. En el fondo la vida de su amiga importa más que sus armas, aun cuando no lo parece—. Perfecto.

Luego y con una señal dirigida a uno de sus compañeros para que sujetara a la rubia, quien reacciona asqueada con el contacto del sujeto de nariz aguileña, les ordena avanzar para decir:

—Él quiere verlas.

—Dylan —susurra la que se había mantenido al margen de todo, silenciosa, al por fin atreverse a pronunciar el nombre de quién las espera; segura de que nada bueno saldría de dicho encuentro.

—Muy bien, cerebrito —replica el moreno con una expresión cínica que helaría la sangre de cualquiera, sin embargo, en ella no causa más que una extraña sensación de desagrado que la hace apartar la mirada—. Ahora, caminen —gruñe con el fin de que las sujetas fueran empujadas. Alisson se tropieza y tras eso, unas palabras marcaron el punto final en la vida del pelirrojo—. Menos tú —dice y dispara.

Máscaras.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz