Capítulo 2: Seré la sombra que te acompaña

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No se quejen y sólo gócenlo.

¡Déjenme un review al final del capítulo! Me animan muchísimo a seguir escribiendo y actualizar pese a mi escaso tiempo libre.

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¡Vaya manera de iniciar la puta mañana!

Katsuki escuchó sonar muy a la distancia su característica alarma y, como todos los días, a las cinco de la madrugada. No sabía si el eco que también percibía era producto de su imaginación o por la intensa molestia que comenzaba a hacerse presente en su cabeza.

En efecto, tenía una resaca de los mil demonios, sin mencionar que él mismo se consideraba uno. Con un brusco movimiento estiró su brazo derecho hasta alcanzar el maldito celular, dejando caer en el proceso algunas botellas, artículos y demás objetos que se encontraban apilados.

Pese a que el rubio solía ser muy estricto con el orden y la pulcridad, aquella noche después de la cena no se tomó ninguna molestia en seguir sus metódicas acciones. Ni siquiera quiso meterse a la regadera, como acostumbraba.

Intentó abrir los ojos de carmín intenso, los cuales se mostraban irritados, tenía la boca seca y el cabello hecho un desastre.

¡Mierda!

Desde esa mañana, Katsuki no se sentía como él mismo.

Con pesadez apagó el insistente ruido de la alarma de su teléfono y lo terminó botando por una esquina de la habitación, las luces del departamento se habían quedado encendidas y entonces comenzó a desesperarse por no saber qué putas ocurría.

Repasaba los hechos mientras se sentaba en una orilla de la cama y desabotonaba la camisa arrugada, aún tenía el aroma del alcohol en su piel junto con los pensamientos hacia la castaña.

Y con sólo aquello, ya podía sentirse cabreado.

Era consciente de que el día tenía que iniciar, viajar y maldecir el tráfico que se volvía una pesadilla, solo para llegar a la detestable oficina y ver la cara del imbécil de Midoriya con esa patética sonrisa tan característica.

Cuando abrió la llave de la ducha no se molestó en dejar que ésta se calentara, quería que el agua helada le calara en los huesos hasta calmarse. Terminó de sacarse las prendas que aún llevaba puestas y cuando estaba por retirar los boxers, entonces notó que su temperamento estaba a otro nivel. Reconocía que era normal despertarse con una erección matutina, no le causaba problema aquello, pero sí el hecho de que desde hacía aproximadamente dos años que eso le pasaba. Tal vez porque su ritmo y estilo de vida era una porquería, apenas y podía recordar poco de lo que hacía noche con noche al salir de trabajar; pero lo que aún no había podido olvidar era ese curveado cuerpo femenino y esos ojos chocolate que le miraban con temor en la casa de su compañero de trabajo.

─¡Maldita sea! –se quejó ésta vez con la voz ronca.

Esa mujer, sí que lo estaba jodiendo.

El agua que le recorría ya estaba surtiendo su efecto, primero redujo el fastidio del rubio, así como el dolor de cabeza y la furia quemante de su ser. La erección pronto había desaparecido, no se quiso concentrar en ello, tal vez porque no presentaba deseos profundos por auto-satisfacerse. Sólo quería mantener alejados los pensamientos de esa mujer a la que consideraba maldita.

El infierno entre tus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora