36. Dear Adela

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Verte en la corte fue lo peor. Vestía un horrible traje naranja que ni siquiera era de mi talla y llevaba las manos esposadas, todo como un monstruo.

Estabas devastada, lucías pésimo ese día, quería que tu mirada se encontrara con la mía, pero nunca fue así, no hasta cuando fue tu turno de testificar lo sucedido y fue justo en ese instante que supe lo que había hecho con exactitud, tu voz temblaba y me dolía verte así.

Tenía rastro de sangre seca entre las uñas todavía, eso me dio repulsión. Quizás habían pasado unos días desde lo sucedidos, en los cuales estuve encerrado como perro en una celda, sin saber muy bien lo que había hecho. Y ver mis uñas me hacía sentir asco, asco de mí mismo.

Entre más hablabas sobre lo sucedido, más tenía ganas de morir.

Lo lamento tanto, Adela.

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