Capítulo IV: Un fantasma del pasado

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Anthony casi dio un salto de sorpresa cuando entró y se topó con un James sentado en la isla de cocina, con papeles y cuadernos abiertos esparcidos a lo largo de la pulida superficie

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Anthony casi dio un salto de sorpresa cuando entró y se topó con un James sentado en la isla de cocina, con papeles y cuadernos abiertos esparcidos a lo largo de la pulida superficie.

Antes de salir del taller a buscar más café, el inventor había visto el reloj marcar las 4:23 de la madrugada, por lo que asumió que el soldado estaría dormido.

—Oh, hola. No sabía que estabas levantado —confesó el ingeniero.

James se encogió en sí mismo, mirando al recién llegado con ojos amplios y estupefactos.

—... yyyy parece ser que tú tampoco me esperabas —añadió, ofreciendo una sonrisa torcida con más parecido a una mueca. El soldado no correspondió la sonrisa.

—Lo lamento —murmulló y, de prisa —más bien, con nervios— comenzó a recoger todos sus papeles, sin importarle que se arrugaran o doblaran. Lo que sea que contuvieran, era evidente que debía mantenerse ajeno al conocimiento de Tony.

Dolía el saber esto, pero el empresario se tragó este dolor y se dirigió a la máquina de café, simulando que no le había importado. Alcanzó a echar un vistazo a las palabras garabateadas entre las páginas, algunas en inglés, otras en ruso, pero James las agarró de un tirón antes de que su compañero atinara a leerlas totalmente. También había creído ver un destello de lo que parecía el escudo de Steve dibujado en uno de los márgenes.

—No tienes que irte de aquí por mí. —Le sugirió Tony, obligándose a oírse casual— Regresaré al taller en un segundo, puedes quedarte en la cocina.

—No, no debería- —el muchacho no completó su oración, deteniéndose tan abruptamente que el ingeniero tuvo que girarse para verlo. Había demasiada tensión en los hombros del soldado —como si estuviera a punto de echarse a correr de la pieza— y tenía la mirada perdida en los papeles en sus manos, su agarre tan firme en ellas que las páginas se arrugaron.

—¿Qué dicen? —se interesó el inventor, a pesar de que sabía de sobra que no debería preguntar. Esos debieron ser los cuadernos y notas que habían estado en la mochila de James, y debían ser extremadamente importantes a juzgar por que fueron lo único que a James se le ocurrió tomar al darse a la fuga cuando HYDRA lo acorraló.

La mirada vacía de James hizo que Tony se encogiera de dolor y casi diera un paso atrás. Sería un error decir que el muchacho lucía hostil, pero dentro de sus ojos sin duda había algo oculto —casi recriminatorio—. El empresario no había estado preparado para esto: Podía ver cómo los muros de James se levantaban y, de repente, Tony desvió la mirada, sin tener el valor de enfrentar aquella máscara vacía e indiferente que James ahora portaba tan seguido.

—Nada.

La frialdad de este monosílabo lo hirió más profundamente de lo que Tony había esperado. Presentía que había interrumpido algo que no debió —quizás algún tipo de ritual que James protegía religiosamente— pero Anthony no podía evitar preguntarse si eso era lo único que había hecho mal. ¿Por qué, de la nada, James parecía tan decidido en alejarlo de su vida? Nunca se había mostrado así antes. Hacía apenas dos semanas atrás, el muchacho había estado dispuesto a compartirle sus pensamientos y sentimientos —incluso en sus peores momentos—, pero ahora alejaba a Anthony tan pronto como tocaran algún tema sensible.

WinterIron. Soporte técnico. [Traducción] 6/6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora