Prólogo

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Era de noche en las calles del pequeño pueblo. El cielo estaba cubierto por una masa de nubes, por lo que ni la luz de la luna iluminaba el lugar. El ambiente estaba cargado de humedad, cosa extraña en estas épocas del año. En verano no suele caer ni una gota de agua, pero parece que este año será una excepción.

Los árboles se mueven al son del viento, como si bailaran una melodía que solo ellos son capaces de escuchar. Sus ramas parecen enredarse las unas con las otras como si tuviesen frio y no se quisiesen distanciar mucho para entrar en calor. Lo cierto es que hace algo de fresco, debe de ser por que se acerca una tormenta.

Las casas tampoco se ven iluminadas. Todas las ventanas de cada uno de los edificios están sumidas en una profunda oscuridad. Tampoco es de extrañar teniendo en cuenta que son las tres de la mañana y que la mayor parte del pueblo es gente que ya alcanza cierta edad. Sí, hay jóvenes, pero la gran mayoría están de fiesta en pueblos vecinos y volverán a casa cuando los primeros rayos del sol salgan por el horizonte. Aparecerán en sus lujosas motos, con un par de litros de alcohol en sangre gritando a pleno pulmón, o eso era lo que solía pasar. Sus voces despertaran a todos los vecinos, que saldrán a sus balcones preguntándose de donde procede ese alboroto, como si no estuviesen acostumbrados, como si no supiesen la respuesta. Las luces se encenderán y toda la oscuridad desaparecerá, la contaminación lumínica ganará de nuevo la partida. Es cierto que hoy no se ve el cielo, pero a estas alturas de la noche, en otro día cualquiera se puede contar más de mil estrellas resplandecientes. Todo este mundo es precioso cuando está sumido en la oscuridad: brillan los astros de la noche, la luna da la impresión de acercarse, como si quisiera aplastarte, pero está demasiado lejos como para conseguirlo, y puede que hasta veas dos o tres estrellas fugaces pasar delante de ti sin darte cuenta. Puedes pedir deseos, aunque casi nunca se cumplen, al menos no los míos.

Las calles se ven vacías, de vez en cuando, alguna pareja decide quedarse y disfrutar de algo de intimidad en su propio pueblo. Por eso es bueno mirar de vez en cuando antes de entrar en una calle, no es agradable encontrarse con una parejita de enamorados besándose desesperadamente como si fuera el ultimo día de sus vidas. Pero hoy no hay nadie por las calles, aunque si escuchas atentamente podrás oír el ruido de unas pisadas que se acercaban poco a poco. Pisadas inseguras, de esas que no saben hacia dónde ir, sin embargo la chica se conoce el lugar de memoria. Ha vivido allí durante años, así que supongo que podría recorrerse las calles con los ojos cerrados. Esa chica soy yo, así es como comienza mi historia.

En realidad nunca me ha gustado Penway. Tampoco es que le caiga yo muy bien, no se puede decir que yo sea exactamente una "persona sociable por naturaleza", aunque según dicen en el colegio el hombre sí que lo es. No tengo muchos amigos aquí, pero es que no hay muchos entre los que elegir, en total seremos diez o quince no hay mucho más, además de normal no son muy agradables con los demás. Admito que siempre he sido diferente al resto, mas callada, más madura, más sensata, desde pequeña he sido así, y me lo solían echar en cara, así que supongo que eso también hizo que me encerrara más en mi misma, pero he sabido respetar a los demás y tratarles cómo se deben, a diferencia de los demás que, digamos, se creen superiores. No me gustaba mucho su compañía así que decidí que mejor buscar a otros. Me costó mucho pero los encontré. A pesar de ello no suelo verlos muy a menudo, ellos están lejos, y yo no tengo ningún medio de transporte, así que me dedico a vagar por estas calles a altas horas de la mañana. Mis padres no lo saben, suelo salir por la ventana cuando dejo de oír ruidos en el cabezal de mi cama, no suelen tardar mucho en dormirse, y no me imagino lo que me diría mi madre si supiese que todas las noches paseo por aquí, supongo que algo como "Tienes 15 años, a donde te crees que vas tu sola a estas horas, no ves que es de noche, no hay nadie por la calle y te pueden raptar. Que pasa es que no piensas en tu padre y en mí, que pasaría si un día al despertar no te viésemos......" y así continuaría durante media hora, hasta que decidiera que mi cabeza a entendido bien el mensaje. Lo que ellos no saben es que es la única forma que tengo de despejarme, y de ser realmente yo. Me encanta poder ir andando por las calles con los auriculares con la música a todo volumen, parando de vez en cuando para hacer la típica pose de guitarrista haciendo un solo en el momento culminante de la canción, o bailando al son del piano cuando escucho una canción que te parte el corazón de lo hermosa que es. Si como podréis comprobar mis gustos son más bien algo opuestos, pero no me importa ambos estilos de música me llegan hasta el alma.

Llevo ya dos horas paseando, yendo desde una parte del pueblo a la otra, una y otra vez. Este lugar es muy pequeño en cuatro pasos has llagado al otro extremo, pero no soy tan tonta como para adentrarme en el bosque que sigue a continuación, dicen que aquel que entra no sale. Desde pequeños nos advierten de que no entremos, que es peligroso. Siempre supuse que eran cuentos para que los niños cogieran miedo y evitaran el lugar, así que por lo general no solía entrar, aunque sí que lo intenté alguna vez: pasadas tres o cuatro hileras de árboles salía de nuevo, pues los arboles empezaban a juntarse y no me apetecía perderme estando tan cerca del pueblo. He estado tentada de adentrarme en el alguna vez cuando me enfadaba con mis padres, me escapaba de casa e ideaba un plan para sobrevivir en el bosque, pero siempre me encontraban antes. De todas formas por la noche prefiero no acercarme mucho, da la sensación de que los arboles triplican su tamaño y se vuelven amenazadores, así que es mejor no intentar nada suicida.

Sigo paseando hasta que oigo el ruido de las motos a lo lejos. Es lo bueno de que todo esté en silencio, que los oyes antes de que lleguen y sabes que es hora de volver a casa, no hace falta reloj, tan solo escucha el viento.

Llego a mi casa y me subo al árbol que hay en frente de mi ventana, es la forma más rápida de entrar. Por lo general las hojas me camuflan para que nadie me vea entrar ni salir, así que no estoy controlada, y siempre guardo por una llave de la ventana por si acaso a mi madre le ha dado por cerrarla justamente ese día. Por las noche nunca está cerrada, mis padres tienen el sueño muy profundo, pero nunca se sabe lo que puede ocurrir. Y si, las ventanas se abren con llave. Cuando era más pequeña me asome una vez a la ventana para coger una mariposa que había en frente, acabe cayendo los cuatro metros que separan mi ventana del suelo. No me hice nada, pero el susto hizo que tomaran precauciones. La llave no me la dieron hasta hace un par de meses, hasta entonces forzaba la cerradura para poder salir. Me enseño un antiguo amigo mío. Es uno de esos que ahora llevan las motos. Antes era un encanto de persona, pero cambió, se volvió una persona diferente conmigo, no sé lo que le dirían, o lo que le harían, pero desde luego ese ya no era mi amigo.

Mi habitación esta como la deje hace un par de horas: con la cama desecha, la mesa llena de libros, sí, soy una enamorada de los libros, me transportan a lugares a los que jamás he viajado, me cuentan historias, me hablan de amores imposibles que acaban siendo posibles y me enseñan cosas del mundo, las cosas buenas que realmente tiene el estar vivo y que no creo que aprendiera estando encerrada en este pueblo el resto de mi vida.

Sinceramente preferiria vivir en un libro pero creo q es practicamente imposible, asi que prefiero soñar, no es lo mismo, tampoco es real pero todas las noches tengo esa posibilidad de vivir en un mundo paralelo, asi que ahí me voy, a las 5 de la mañana, a vivir otra historia, otro mundo, pero mi vida, la vida de Leah.

No esperes a que amanezcaWhere stories live. Discover now