La misión

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Ya se centraba la noche en las afueras de Konoha. Era tiempo de los vampiros dar la cara o mas bien aquellos que eran de bajo nivel o eso pensaba el Uchiha quien acompañado de su compañero, su mente estaba perdida en aquel rubio. ¿Porque no le recordaba? ¿Qué había hecho mal para merecer eso? Dudas recorrían su mente llenándole de inseguridad, no quería perderle pero ¿cómo perdería algo que siquiera era suyo? Porque no lo era ¿o si? no, sí lo era, era su juguete igual que antes, así será siempre y se encargaría de recordarselo así tuviera que apresarlo de por vida.

Mientras sentía el frío de la noche rozar sus cabellos y volviendo su piel más fría de lo que ya era, su amigo sólo le acompañaba guardando silencio, no era de muchas palabras y eso el Uchiha lo agradecía tenía mucho de lo que pensar en estos momentos. Ya faltaba sólo unos kilómetros para llegar a su destino tal y como su padre había pedido. Llegarón a las afueras de la roca, parecía que nuevamente habían habitado la ciudad. Hace 15 años se había perdido pero tal parece que la recuperarón nuevamente. Él azabache recorría todo el lugar con sus ojos, no necesitaba ser adivino para saber lo que sucedía ahí. Así que habiendo detenido el auto ya estando dentro de la ciudad, finalmente baja del mismo permitiendo que las personas se glorifiquen con su presencia, en especial las mujeres, siempre daban lugar para observar a ese apuesto joven: De cabellos azabaches al igual sus ojos, alto y una actitud sería a cómo de lugar.

- Tsskk..  Estúpidas, no piensan con la cabeza y por eso es que terminan muertas. 

Su amigo escuchó el comentario por lo que se hecha a reír sin pena alguna. Aprobando de ésa manera el obvio desagrado que aquel hombre tenía por el sexo contrario.

-¿Eh?  Y yo que pensé que íbamos a bajar el estrés con una de ellas. No seas cruel Itachi sama. 

El aludido no hizo caso a sus palabras por lo que Kisame supo inmediatamente que estaba en las nubes algo le estaba calcomiendo dentro.  (¿Seria ése rubio?... interesante) pensaba, acomodando su enorme espada tras su espalda y entonces llevar sus orbes hasta el rostro de su jefe y compañero.

-Itachi, no es divertido cuando me ignoras.  

- No estoy de humor Kisame, pero acerca de las mujeres recuerda que me dan asco, ese perfume en exceso sobre su piel es repugnante. 

Esta ves su rostro mostró exactamente lo que declaraba tras su boca provocando una carcajada en su compañero nuevamente. Los pasos de ambos se dirigierón hasta llegar dentro de aquella posada. Era nueva por lo que dedujo que no llevaba mas de un año ahí, habían tomado una habitación para los dos donde obviamente compartirían la cama cómo hacían siempre. Al subir las escaleras hasta el segundo piso se encuentran con su habitación Kisame abre la puerta y el pelinegro entra tras él, ambos comenzarón a deshacerse de la ropa.  Itachi sabía claramente lo que éste quería pero aún así no se lo negaría.

- ¿Sabes que estamos en medio de el trabajo?... Y ahí estabas diciendo que irías tras una mujer. 

Kisame le sonreía, él sabía bien que mentía porque el también odiaba a aquellas mujeres, ¿le habría preocupado cómo para decir tales disparates? puesto que siempre pensaba en el rubio y más ahora que ha llegado aqui. Era algo inevitable sabiendo qué aquel rubio era su pareja pero los deseos que tenía de poseerlo era totalmente evidente. 

-Es porque desde que viste a tu mocoso, sólo piensas en él, ya me siento sólo. Juguemos un rato no es cómo si fueras a morir por ello.

-Esta bien, de todas formas tengo hambre.

Itachi no esperó a que él contrario se acercara por lo que tomó la iniciativa. Terminó la distancia entre ellos, la diferencia de alturas era algo obvio entre ambos, además de que para los ojos de cualquier humano Itachi sería el menor de edad. Pero no es así, Kisame levantó el cuerpo de su contrario estampandolo contra la pared algo fuerte, pero sin lastimarle. Se había aguantado mucho desde la última ves, llenaba de mordidas y besos el cuello de él pelinegro y éste solo jadeaba entrando en calor. Sus colmillos amenazaban por salir al tacto frío de las manos de su compañero. Abrazaba con algo de gentileza el cuello de éste, dejándose llevar por las caricias que le proporcionaba.

¡Tú, otra vez!. (Completa) (ItaDei) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora