Libro primero parte 3

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Un día después de haberse ido Eufrosina supe que las atenciones de nuestra querida madre Delbéne  no se habían limitado sólo a nosotras dos. Realmente, durante los días de la semana en que no tená tiempo para recibirnos se ocupaba, no en temas académicos sino en otras aventuras de libertinaje. Me enteré de todo esto cuando comuniqué a la abadesa la triste noticia de la partida de Eufrosina.

-Me temo -le dije- que de hoy en adelante sólo quedamos nosotras dos, pero haré todo lo que pueda por complacerla.

-No te aflijas tanto´, tierna niña -me dijo riendo dulcemente.- Lo mismo que tú, extrañaré mucho a nuestra querida Eufrosina. Sin embargo, conozco a otras cuantas entre quienes se podrá elegir una suplente. Tenemos a Elizabeth, Flavia, Volmar, Sainte Elme...

-¡Cielo santo! -exclamé-. ¿Ha tenido relaciones con todas ellas? -¡Por supuesto que si! -respondió riendo-. No imagintaste que iba a conformarme sólo con dos amantes ¿verdad?

-Bueno... -¿Ay, linda niña! -dijo, con voz reconfortante-. El amor es como el sol, no brilla menos para ti sólo porque tamí{en brille para los demás. -¿Y sobre cuántas más se ha derramado su amor? -pregunté con cierta inseguridad. -Te diré querida -contestó-. De las treinta instructoras del convento, he hecho el amor con veintidós; hay dieciséis internas, y he tenido relación amorosa con todas menos cinco, hay dieciocho estudiantes externas, y me he deleitado con diecisiete de llas... pues la decoactava ofende mi sentido de la estética. ¿te esacandaliza saber esto?

-No... -contesté lentamente-. Me complace porque sirve para hacerla dichosa. -Entonces, mi hermosa Julieta -concluyó sonriendo-, quiero compartir mi dicha contigo. Esta misma noche tendremos una fiesta en la cual te presentaré -tanto en lo personal como en lo sexual a algunas de mis amigas.

En cuanto terminó la cena me dirigí sola al despacho de la madre Delbéne, tal como ella me lo había ordenado. Cumplió fielmente su palabra; las cuatro jovenes a quienes había mencionado estaban presentes.

-Así es que tú eres la bella Julieta -dijo la mayor del grupo, Volmar-. Bueno, sería necesario que fueras algo especial si intentas obstener algo de mí. Me he pasado toda la terde con Fontenelle, y estoy extenuada.

Me sentí un poco desconcertada por la manera directa de hablar de la joven, y su actitud francamente sensual; pero no podía evitar la excitación que se apoderaba de mí con sólo estar ante ella. Era mayor que las otras muchachas -diría yo que tenía cerca de vente años- y de piel clara. Tenía los ojos de un azul muy pálido, y los cabellos de un castaño precioso que caían como brillante cascada sobre sus hombros. Su cuerpo era una sinfonía de excelencias: pechos redondos y firmes que rechazaban el sostén; un vientre liso que se extendía lentamente en las bien moldeadas caderas, piernas largas y firmes, ligeramente musculosas y de gran belleza, que parecían siempre listas para cerrarse alrededor de la cabeza de un amante...

-Querida Volmar -repliqué-, me atrevería a decir que no he conocido a nadie como tú... pero no sé nada del amor agresivo- -Entonces -interrupió Sante Elme- soy yo la que te conviene. En toda la semana no me han jodido. -De pronto se dio media vuelta, se inclinó hacia adelante y levantó sus faldas-. ¡Mira! -ordenó, presentando sys preciosas nalgas- te estan esperando. Lo único que debes hacer es tomarlas.

Con sorpresa me di cuenta que la forma abierta y vulgar en que se ofrecía  contribuía a aumentar el atractivo que presentaba Sante Elme para mí; además, era muchísimo mas atractiva que volmar, tendría diecisiete años, sus ojos eran chispeantes y su sonrisa radiante, sus piernas y sus caderas estaban bien formadas, y sus pechos, grandes y oscilantes, se meneaban de manera excitante a cada movimiento suyo. Me enamoré de ella inmediatamente.

Sin embargo, mi amor no había de ser correspondido por el momento, pues en cuanto di un paso hacia la linda chiquilla, un tercer miembro del grupo se interpuso.

-No tan rapido Sainte Elme -dijo, metiéndose entre las dos-. Quiza Julieta me prefiera a mi. -Y tendiéndome su mano me informó-. Yo soy Flavia.

Admire entonces a una niña de dieciséis años, pequeña de asombrosa belleza. Aunque me sintiera un poco molesta por el engreimiento despreocupado con que anunció que pudiera preferirla a ella, no pude menos que admitir que su seguridad estaba completamente fundada. Tenía la cara m{as hermosa que he visto, con ojos de un castaño claro, dientes deslumbrantemente blancos y sonrisa celestial. Su piel era tersa e incitante, su cuerpo de una composición  exquisita de pechos erguidos y pequeños, cintura estrecha, nalgas provocativas y piernas torneadas.

-¿Eres buena! -me preguntó bruscamente, besandome ligeramente la boca. Luego, sin esperar mi respuesta, me agarró un pecho con una mano y la otra el pubis.

-¡Tranquila, tranquila! -dijo severamente Volmar, apartándola de un empujón. Entonces, levantándome el vestido y examinando mis muslos, dijo-: ¿No te ha enseñado ya la madre Delbéne que la muchacha tiene que ser excitada antes de que podamos darnos gusto con ella?

-¡Observe esto madre! -se quejó Sainte Elme a la abadesa que entraba en ese momento-. Flavia está adelantándose. Seguro no la va a dejar.

-Todas quieren ponerla la mano encima primero, madre -agregó la cuarta muchacha, Elizabeth, una niña hermosa y tímida que no tendría más de catorce años.

-¡Vamos niña! -dijo muy seria la madre Delbéne-, no vamos a pelear

-Es culpa de Volmar -insistió Sainte Elme-. Todas sabemos que es la más agresiva de nosotras.

-¡Basta ya! -exclamó de manera terminante la abadesa-, si no ponemos orden en seguida, las mandaré de regreso a sus cuartos y no habrá orgía.

Las cuatro muchachas se quedaron calladas al momento. Después, por oden de la madre Delbéne, se pusieron en fila; entonces yo me acosté en el sofa y, una por una, se desnudaron y se dieron gusto conmigo.

Julieta -Marqués de Sade.Where stories live. Discover now