•Prologo•

74 15 9
                                    


Nunca pensé que unos fascinantes ojos los cuales te congelan cuando los miras, junto con una maravillosa hilera de perlas blancas en forma de sonrisa pudieran cambiar tanto mi mundo....

La misma rutina de siempre... Era lo único que podía responder cuando cualquiera me preguntaba por mi vida. Levantarme, desayunar, ducharme, universidad, comer, estudiar, leer, cenar y dormir. Levantarme, desayunar, ducharme, universidad, comer, estudiar, leer, cenar y dormir. Y lo mismo al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente....

Realizaba todas y cada una de las tareas como si de un robot se tratase, un robot el cual tenia todas las ordenes grabadas en el disco duro y no pudiera salirse de allí. Sin cambios, sin variaciones.

Y no fue hasta que esos ojos me congelaron que todo empezó a cambiar. Yo no estaba acostumbrado a ese mundo, era completamente nuevo para mi, y es que antes siempre hiba a lo seguro, sin arriesgar, tenerlo todo bajo control era mi segundo nombre por ese entonces. Por eso nunca entendí como una simple mirada pudiera cautivarme hasta tal punto como para hacerme cambiar totalmente.

De la noche a la mañana me convertí en una persona totalmente irreconocible.
Mis familiares y mis amigos cercanos fueron los primeros en darse cuenta. Ya que nunca fue propio de mi llegar borracho a las tantas de la noche a la habitación que compartía con Mario, o bajar tanto las notas coma para que los profesores empezaran a llamar a mi madre. Ni siquiera pensé que empezaría a fumar y no solo tabaco precisamente... los reproches por parte de mi madre no tardaron en llegar pero la verdad, es que dejaron de importarme. Todo eso y mucho mas para averiguar el nombre que se ocultaba detrás de esa magnifica mirada que te enganchaba como la peor de las drogas.

Cuando no estaba borracho, colocado o de fiesta, escribía.... Escribía y volvía a escribir. Y es que me encantaba dedicarle poesías a ese rostro angelical y ese cuerpo que incitaba al pecado, imaginarme que era todo mío y como esa boca sonreía bajo la mía, escribir me desahogaba tanto o mas que beber o fumar. Ya que en mis escritos ella siempre estaba conmigo. Soñaba cada noche por escribir en su piel.

Escribiendo música en su piel ©Where stories live. Discover now