#1: La cosa en la espalda

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Desde que tengo uso de razón, siempre he sentido un vacío muy marcado en mi vida, a pesar de estar rodeado de amigos y conocidos.

Siempre lo he sentido. Para explicarlo en breve, es como si naciera sin algo que los demás tenían, además de eso siempre tenía una sensación de algo moviéndose bajo la piel en mi espalda. Creía que era alguna alergia o cosa por el estilo, pero no había explicación lógica alguna: esa sensación se hacía más fuerte cada año, sobre todo en los cumpleaños. Aprendí a soportar mi problema con el tiempo y me he revisado varias veces la espalda, pero no notaba nada fuera de lo normal, al menos hasta que cumplí los 18 años.

En mi país se acostumbra tramitar la credencial de votar a los 18 años, para eso necesitaba los documentos de mi certificado de nacimiento. Le pregunté a mi madre dónde estaban. Me contestó que estaban en el armario de su cuarto. Me dispuse a hurgar en él hasta que los encontré, pero había otros documentos que me llamaron la atención; entre ellos había un documento médico que certificaba un tratamiento de fertilidad de antes que yo naciera.

Incluso había una imagen de ultrasonido de mi gestación, pero había algo raro en esa imagen. Noté que en vez de un solo feto, eran dos fetos en la misma imagen. Llevé la imagen a mi madre para saber por qué salió así. Al mirarla, su rostro se volvió impactado y desconcertado, pero conservó la calma. Luego de reunir fuerzas ella me contó que antes de que yo naciera, mis padres en ese entonces no podían tener hijos de forma natural. Su ginecólogo le mencionó acerca de los tratamientos de fertilidad en etapa experimental. Mis padres lo pensaron y decidieron someterse al tratamiento.

Al mes del tratamiento el resultado fue positivo: mi madre estaba embarazada de gemelos. Todo parecía normal después de la noticia, pero al segundo trimestre de gestación notaron que uno de los fetos era más pequeño uno del otro. Creyeron que era algo normal que pasara y esperaron hasta el parto, pero al momento del parto, solo nació uno. Nunca se supo que paso con el otro feto, creyeron que saldría después de mi, pero nada salió: solo yo.

Al saber esto de boca de mi madre, quedé con una sensación de desconcierto y un nudo en la garganta. Preferí no ahondar en el asunto y seguir con lo mío. A pesar de concentrarme en mis asuntos, no dejaba de pensar en lo que contó mi madre. Ya de noche fui a darme un baño. Mientras me enjabonaba el cuerpo, empezó a darme una fuerte punzada en la espalda. Traté de aguantar al principio, pero a cada momento el dolor se hacía más fuerte. Salí del baño y fui a mi cuarto para revisarme. Noté una gran mancha rojiza en la espalda.

Luego de un par de horas, el dolor se calmó, pero la mancha rojiza no desapareció. Mientras dormía soñaba que estaba solo en casa y escuchaba el llanto de un bebé. Buscaba el origen del llanto, buscaba por todas partes hasta que di con el paradero del llanto.

Era en mi habitación. Al entrar no encontré nada anormal. Me senté en mi cama a la vez que observé el espejo de mi habitación. Miré mi reflejo unos minutos hasta que noté que mi reflejo empezó a cambiar por su cuenta. La cara se volvía más roja a cada segundo, los ojos se tornaron de su tono normal a un tono amarillo enfermizo, como si fuera hepatitis. Me observaba con una mueca de odio y sonreía con sorna hacia mi persona, entonces el reflejo empezó a mover los labios como si hablara. No podía escuchar lo que decía, hasta que oí un bajo hilo de voz igual a la mía pero más grave y aguardentosa diciendo: "Te quitaré todo".

Me desperté de golpe, sudando frío y respirando agitadamente. No pude concentrarme en mis estudios durante el día. Fui con el médico de la escuela para que revisara la mancha de mi espalda y la punzada que me causaba, pero él no notó nada. Dijo que mi espalda se veía normal.

Al llegar a casa volví a revisarme la espalda: vi la mancha en el mismo lugar, pero estaba más rojiza que antes. Esa misma noche tuve otro sueño tan extraño como el primero: esta vez estaba en una piscina de un parque acuático de la ciudad. A pesar de que el lugar estaba concurrido, nadie más se metía a la piscina donde yo estaba; de pronto se escuchó un grito por todo el parque. Todos se quedaron observándome hasta que noté por qué se quedaban mirándome: el agua de la piscina se había vuelto sanguinolenta.

Creepypastas ||En Español||Where stories live. Discover now