17. Cómo tratar de olvidar las penas

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Lord Cassidy llevaba media hora disfrutando de las flores de lady Collingwood, a la espera de que su prima trajese buenas noticias.Tenía el ánimo ligeramente decaído después de la ausencia de lady Sophie, pero conservaba la esperanza de que ella quisiese verlo pronto.

Desde el día que anunció su cortejo a lord Collingwood, no había momento en el que no se sintiese arrepentido y culpable tras la reacción dela dama. Evidentemente, ella no se había esperado una resolución así, y leyó en su rostro aquella noche una sombra de traición y desengaño que habían calado hondo en su alma. Lady Sophie no lo amaba, no quería ser cortejada por él, aunque su espíritu positivo decía que aún tenía una oportunidad, tratándola como una reina durante el cortejo, para hacer que se fijase en él.

Nunca reconocería a nadie que dio el anuncio presa de un orgullo y despecho impropios en un caballero como él. Quizá Vignerot lo sospechaba, pero nunca entendería cómo se sintió esa noche, lo cegado que estaba, y lo poco que había pensado en las consecuencias para la dama, y para su amigo el duque.

No,Alexander Cassidy sólo había pensado en él. Acostumbrado, como hijo único, a llevar todos los méritos, bendiciones y halagos, le resultaba complicado en ocasiones ser superado por los demás. Y así había sido desde que conoció a los Graham: una amistad en competición constante.

Paul y Kirk Graham eran muchachos que se habían construido su futuro y cuidado sus tierras con mucho trabajo tras el fallecimiento del cabeza de familia. Eran valientes, honorables, luchadores, y nunca se rendían; muy al contrario que la mayoría de acomodados aristócratas ingleses, acostumbrados a ser servidos y entregarse al placer. Por eso destacaban en muchas cosas de las que Alexander carecía.

Pensar que, por una imprudencia suya, podría perder el favor de una exquisita muchacha como lady Sophie, le hervía la sangre. Todo eso se olvidó cuando la vio avanzar hacia él por el jardín con una sonrisa entre cortés y tímida. Era bellísima.

–Buenos días, lord Cassidy. Me temo que lady Angela le ha importunado con su tozudez trayéndole hasta aquí.

–Buenos días, milady. No es ninguna molestia venir a verla. Al contrario, me quedaba más tranquilo.

–¿Paseamos?–preguntó la joven como método para aligerar el peso de la conversación. Una charla entre setos frondosos y aromas embriagadores era más llevadera–. Disculpe mi actitud estos días, lord Cassidy. Sé que no tengo excusa, pero su anuncio me tomó tan de sorpresa que no supemcómo reaccionar.

–En todo caso debería disculparme yo, milady. Estuvo mal el momento, y también las formas. Quise ser educado de más preguntándole a su padre, cuando primero tendría que haberme asegurado de sus intenciones. De todas maneras, a menos que usted lo rechace, mi intención sigue siendo la misma.–aseguró nervioso, mirándola fijamente con sus oscuros ojos.

Un engaño para el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora