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te mostraré algo

te mostraré algo

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Finn permaneció callado. Adelaide estaba seria pero al pronunciar aquellas palabras algo pequeño se rompió dentro de ella.

La simple palabra la hacía pensar sobre sí misma. Odiaba la palabra y odiaba que eso fuera. Un fantasma.

Ahora estaba muerta y la pasaría en aquella casa por toda la eternidad. Realmente extrañaba a su familia y estar viva. Quería vivir.

-Deja de estar bromeando -dijo Finn sin gracia.

-¿Cómo quieres que te lo demuestre? -preguntó Adelaide.

Finn permaneció callado. La castaña avanzó unos pasos más hasta que se perdió en la oscuridad. Luego su voz se escucho detrás de él.

-¿Ahora me crees? -dijo ella.

Otro escalofrío recorrió a Finn y este se giró hacia dónde provenía la voz de la chica. Ahí estaba ella.

Él supo que decía la verdad, no era posible que en menos de un segundo hubiera aparecido justo detrás de él.

-¿Cómo hiciste eso?

Adelaide rodó los ojos.

-No puedo explicarlo, simplemente sé hacerlo -se encogió de hombros restándole importancia.

Finn la miraba absorto por unos segundos si saber que decir. Estaba hablando con un fantasma, ¿qué debía decir? ¿Preguntar como murió?

-¿De verdad estás...? -se le escapó la pregunta antes de detenerla.

A pesar de no haberla terminado, Adelaide comprendió lo que quería decir.

Hizo una mueca y miró a otro lado, después de unos segundos asintió.

-Lo siento -soltó el chico al ver lo incómoda que estaba ante la pregunta.

Adelaide volvió a asentir sin quitar la vista del suelo.

-¿Por qué estás aquí, Finn? -sd cruzó de brazos.

-¿Cómo sabes mi nombre? -preguntó incrédulo.

-Sé muchas cosas -respondió dando media vuelta hacia la puerta para salir.

-¿Cómo qué? -la siguió Finn.

-Cosas no muy importantes, o al menos no para mi -dijo antes de desaparecer por el pasillo.

Cuando Finn llegó al pasillo, ella ya no se encontraba en este, volteó a ambos lados sin saber a donde dirigirse.

-Ven, te mostraré algo -la escuchó detrás de él.

Volteó hacia el lugar de donde provenía la voz de la chica la cual se giró y corrió hacia la ventana.

Salió a través de esta, Finn la siguió pero se detuvo atrás de la misma.

-Vamos, no haré que te suicides -sonrió Adelaide divertida.

Finn salió por la ventana y colocó sus pies en la teja con cuidado de no resbalar. Adelaide se sentó y le hizo una seña de que se sentara junto a ella. El ruloso lo hizo con algo de desconfianza mientras le observaba.

La vista desde ahí era buena, algo que Finn no había notado antes es que podía observar parte de la ciudad debido a que aquellas casas estaban en la parte alta de la ciudad.

Finn se preguntaba que era lo que Adelaide quería mostrarle. Pasaron varios segundos y ninguno decía ni hacía nada.

-¿Qué...?

-Shhh.... -interrumpió llevándose un dedo a los labios-. ¿Escuchas eso?

Finn prestó atención a cualquier ruido cercano por varios segundos. Y a pesar de que todo estaba silencioso, pudo escuchar muchas cosas. Grillos, algunos carros que se escuchaban de lejos...

Luego, se detuvo a escuchar una ambulancia. Las sirenas de la ambulancia no se escuchaban tan lejos, pero el sonido era lejano y apagado. Como si hubieran bajado el volumen.

-¿Qué escuchas? -cuestionó Adelaide.

-Grillos... -dijo, Adelaide con una mirada le hizo señal de que continuara-, autos y... una ambulancia -Finn la miró-. ¿Qué crees que haya pasado?

-No ha pasado nada -respondió-. Todos los días, sin falta, se escucha esa ambulancia a la misma hora. No sé exactamente por qué, y creo que soy la única que lo escucha.

Ambos guardaron silencio. Luego Finn rompió ese silencio.

-Yo creo que es porque no ponen la atención suficiente para oírla -argumentó Finn.

Él no la escuchó hasta después de varios minutos.

-A veces el silencio es muy ruidoso -murmulló finalmente el rulado.

Eso hizo sonreír a Adelaide un poco. Luego de unos segundos la sirena se detuvo. Ahora solo se escuchaban los grillos y algunos autos a lo lejos.

Finn echó un vistazo a su reloj. Eran las doce cuarenta y en un clic, Finn recordó los periódicos de internet sobre el accidente de Adelaide. Las noticias decían que alrededor de esa hora sucedió el accidente, fue entonces cuando comenzó a formular pequeñas teorías.

Tal vez aquella ambulancia era como un eco de aquel accidente de Adelaide...

A el pecoso se le ocurrió preguntar sobre su muerte, con detalles, pero al verla con la cabeza agachada pudo notar que estaba triste y preguntarle eso sería algo grosero. O al menos eso pensaba.

Adelaide alzó la vista mirando hacia la ciudad, tenía los ojos cristalinos, a punto de llorar y Finn no sabía que hacer o decir.

¿Los fantasmas también tenían sentimientos? ¿Cómo se consuela a un fantasma?

-Oye... -le llamó Finn tocándole el hombro.

Y antes de que pudiera decirle algo más, la castaña, comenzando a soltar lagrimas un par de sollozos, se abalanzó contra él uniéndonos en un abrazo. Algo que a Finn no le molesto, al contrario, le agradó aquella presencia en sus brazos.

soul ;; finn wolfhardWhere stories live. Discover now