Eternamente

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Capítulo 58

Un mes después...

(Demián)

Mirar a Nadia entrar por la puerta principal de la Iglesia, fue una visión totalmente angelical, era como si toda la belleza natural del mundo se hubiera transformado y conjugado en ella para obsequiarme la imagen más perfecta que mis ojos pudieran admirar; no pude siquiera procesarlo porque repentinamente sonaron los primeros acordes de la marcha nupcial, alertándome totalmente a lo que estaba sucediendo y aquella añeja pero sublime descarga de adrenalina comenzó a viajar por todo mi cuerpo.

Mi dulce y precioso ángel caminó hacia mí, tomada del brazo de su padre, sonriendo hermosamente, y ese gesto se coló dentro de mi corazón, como si se tratara de algo nuevo, como una cálida oleada creciente que se adueñó completamente de mí, haciéndome vibrar de pies a cabeza; lucía impresionantemente preciosa.

¿Cómo podría describir o expresar con palabras exactas la imponente belleza y majestuosidad como la que Nadia, mi Nadia irradiaba ahora? ¿Cómo poder recuperar el aliento después de mirar a un bello ángel de carne y hueso? Murmuré dentro de mi mente, intentando contener las lágrimas de emoción que estaban atiborradas en mis ojos; suspire profundo, limpiando con mi mano derecha un par de ellas que lograron oponerse y escapar.

Mi dulce ángel centró su mirada en mí, y confirmé una vez más que aún no tenía idea precisa de qué color eran sus ojos, sin embargo pretendía pasar una vida entera descubriéndolo, y estaba más que dispuesto a hacerlo. Mordí mi labio inferior, sonriendo con plenitud, disfrutando genuinamente de la culminación de mi más grande anhelo, la felicidad que sentía no cabía dentro de mí ser porque era exponencialmente maravillosa.

El doctor Foster me entregó a Nadia, mostrándome un gesto de simpatía; mi ángel y yo seguimos con nuestro vínculo visual, regalándonos también una sincera y cómplice sonrisa, demostrándonos cuán felices nos sentíamos por llegar hasta aquí, tan emocionados por vivir éste emotivo momento, quizás más conmocionados de lo que podíamos manejar, ya que el nerviosismo que sentíamos hacia temblar  nuestras manos, a pesar de la firmeza con la que ambos nos sosteníamos.

Mi vista seguía clavada en el amor de mi vida, no podía dejar de mirarla porque me parecía sumamente irreal que ésta excepcional mujer me diera la dicha de ser mi compañera de vida y estaba tan complacido de que así fuera, sin embargo debía mantener la calma en éste momento para que la efusividad que me embargaba no me sobrepasara.

Me dispuse a escuchar las palabras que nos dirigía el sacerdote, el cual nos hablaba con mucha afectuosidad, observándonos fijamente a uno y a otro, mientras mencionaba los deberes que cómo esposos debíamos cumplir de manera cariñosa, nunca tomarlo como obligación sino como una muestra y signo del amor que sentíamos al comprometernos como compañeros de vida, cuidarnos mutuamente en la salud y en la enfermedad, demostrarnos apoyo y empatia ante las adversidades, siendo cómplices y partícipes de una felicidad merecida, como así también considerar siempre nuestra individualidad, siendo recíprocos y agradecidos el uno con el otro, honrar a diario nuestra unión, sosteniéndola y llevándola con un amor puro y leal, y jamás olvidar el lazo que ahora nos uniría hasta nuestro final, hasta que nuestras almas trascendieran más allá de la eternidad. Dichas palabras me conmovieron profundamente.

(Nadia)

Parecía irreal todo esto, eran muchas emociones fantásticas que se manifestaban en mí, a nivel emocional y físico; la calidez de la mano de Demián me indicaba que todo esto era muy real, que sí estaba sucediendo. Me mantuve consciente, mientras seguía de pie frente al altar en dónde estaba haciendl un compromiso de vida ante Dios y frente a todas las personas que estaban presentes aquí, siendo testigos de ello.

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