Capítulo III

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Siete de Abril, 2000

¿Así que tu eres el silencioso al que nadie se acerca? ¿Cómo te llamas? -- su pacífica y relajante lectura se vio interrumpida por una voz -- La más irritante que he escuchado en mi vida -- pensó.

- Largo -- el chico ni siquiera alzó la mirada para dirigirse a la joven castaña que había interrumpido su lectura ¿Por qué alguien le estaba hablando a él?

- ¡Ey! ¡No me digas que me largue! Siempre te veo solo, solo quise acercarme a saludar, no tienes que ser grosero -- ¿Acaso percibía un tono de reproche?

- Estoy solo porque quiero estar solo. No molestes.

La joven lo rodeó quedando detrás de él, acompañándolo en su lectura sin siquiera haber sido invitada, pero solo unos segundos bastaron para que volviese a romper el silencio.

- Nadie quiere estar solo realmente. Estar solo es divertido cuando es por decisión propia, pero tu te ves ¿cómo decirlo sin que suene ofensivo? abandonado -- ¿Se podía odiar a alguien tan rápido? Si. -- Estoy segura que podemos ser buenos amigos.

Fue como una bofetada disfrazada de dulce propuesta. ¿Por qué las personas se empeñaban en acercarse a él? ¿Qué erróneo mensaje estaba entregando a quienes lo rodeaban? ¡Él no era una mascota para adoptar! ¡No necesitaba, ni quería, que alguien le brindara su compañía!

Levantó la vista y se sorprendió al ver quien era la dueña de aquella irritante voz. La había visto un par de veces: amable, desordenada, escandalosa y siempre metida en problemas -- no porque fuese de lo más rebelde, sino porque era torpe. Todo lo que le irritaba canalizado en una dulce jovencita de un metro sesenta.

Una idea cruzó entonces por su mente: Divertirse con ella y luego dejarla. Después de todo era ella quien había decidido acercarse.

Romper corazones no era algo nuevo para él. Pesé a que era solitario, su personalidad fría y distante solía llamar la atención de las mujeres y era algo que no acababa de entender, pero que le entretenía de vez en cuando. Eso y el hecho de que era físicamente atractivo.

- Puede que tengas razón -- dejó escapar un falso suspiro -- Siéntate si quieres, un poco de compañía no me vendría mal.

La joven esbozó una sonrisa entusiasmada y el chico pensó que jugar con ella sería un buen pasatiempo. Casi podía verla llorando cuando llegara el momento de deshacerse de ella.

Siete de Abril, 2005

- No puedo creer que me hayas convencido de salir a comer por esta estupidez- una mueca se hizo presente en su rostro mientras observaba a la que seguía considerando una niña irritante. Rodó los ojos cuando escucho su risa.

- ¡No seas tan gruñón! ¡Y no es una estupidez! Estamos celebrando que este día, hace cinco años, me acerqué al tipo más inadaptado de la secundaria y le ofrecí mi amistad -- aunque la burla en sus palabras era obvia no se molestó. De hecho sintió como las comisuras de sus labios se levantaban sin su permiso, dando lugar a una sonrisa irreprimible.

- Maldigo el momento en que pensé que aceptar tu compañía era buena idea -- un sonido desanimado llegó a sus oídos, similar al de un cachorro triste.

- No seas malo conmigo, acepta que me quieres.

- La verdad no lo hago -- la miró divertido.

- Lo dices solo para hacerme sufrir -- se llevó un trozo de comida despreocupadamente a la boca y lo apuntó con el tenedor -- Aun así no puedes imaginar una vida sin mi.

- Eso no lo discuto -- admitió derrotado. Se concentró en su amiga y recorrió sus facciones preguntándose que había en ella que la hacía diferente a los demás. ¿Cómo alguien tan irritante había destruido las murallas de alguien tan cerrado?. Tal vez ella no sea especial. Tal vez solo fue el karma.

2 de Noviembre, 2015

El abogado Martinez entró a su casa y se dirigió de inmediato a su despacho. El caso lo tenía sin poder pensar en otra cosa. Escuchó pasos bajar por la escalera y segundos después vio como su esposa se asomaba por la puerta.

- ¿Llegas del trabajo para seguir trabajando? -- lo miró con reproche -- deberías descansar.

- No puedo. Intento entender -- se asomó a la ventana y sus ojos se concentraron en las nubes que comenzaban a formarse en el cielo de ClaireTown, mientras un viento ruidoso empezó a elevar las hojas que dormían en el suelo de su jardín. Nunca un caso lo había hecho sentir tan perdido.

- ¿Entender qué? -- la duda se hizo presente en la voz de su esposa. Incluso ella estaba confundida por la forma en que este caso estaba consumiendo los días de su esposo.

- Que ocurrió la noche del veinte de octubre.

- Carlos, no se a donde pretendes llegar. El caso esta resuelto, no puedo creer que insistas en defender lo indefendible -- le reprochó. Eso era lo que más le confundía de todo ¿Por qué estaba tan inmerso en un caso ya resuelto? ¿Por qué se empeñaba en buscar una verdad que ya había sido encontrada?

- Es que si vieras su mirada....

Y vamos de nuevo con la mirada -- le interrumpió -- solo porque sus ojos no gritan "maté a alguien" no significa que sea inocente. Tal vez seas mi esposo, pero realmente deseo que pierdas el caso y obtenga la pena máxima. Lo que hizo no tiene perdón -- la cansada mujer emprendió camino hacia la escalera para volver a dormir con la esperanza de que su marido la siguiera y descansara de una vez por todas, pero no sintió pasos tras de ella y se resignó.

El abogado soltó un bufido de frustración, pero una parte de él sabía que su esposa tenía razón. Que toda ClaireTown tenía razón.

Su cliente fue encontrado con el arma en la mano a metros del cuerpo ¡y ni siquiera habían otros sospechosos!. Pero si estaba todo tan claro ¿por qué entonces el veía todo tan turbio?

Optó por escuchar a su esposa e ir a dormir, entendiendo que ya no había nada que él pudiese hacer.

Despertó al sentir su celular sonar. Miró la hora -- ¿Quien enviaba un mensaje a las tres de la mañana?. Se quedó mirando fijamente el mensaje, intentando encontrarle un significado, pero nada venía a su mente, hasta que finalmente dedujo que alguien se había equivocado de número.

Desconocido: "G"

Ludum ¿En quién vas a confiar?Where stories live. Discover now