Capítulo 1

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Este capítulo está corregido por la editorial.

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William

 Manhattan, Country Willow Dale, 20:00 p. m.

Estamos en la casa de campo de mis padres, mis amigos y yo, alejados del griterío apabullante de la ciudad. Jugamos a las cartas, apostamos y bebemos cerveza, después de habernos hartado de videojuegos y comida. 

Le doy una mirada de advertencia a mi amigo Dantte, al ver su cara de felicidad cuando levanta una carta. 

—Ni se te ocurra. —digo con un dejo amenazante. Él se ríe y niega con la cabeza, dejando la carta en la pila de descarte. Mi otro amigo, Rick, toma una carta y la hace girar entre sus dedos. Carraspea antes de hablar. 

—Dime, Will. —Me mira con los ojos brillantes, ocultos tras un velo producido por los efectos del alcohol—. Has contratado ya a tu asistente? —La pregunta está llena de interés y picardía. 

—Tengo puesto el ojo en una chica—respondo—. ¿Por qué? 

—Curiosidad. —Rick deja la carta en el maso y toma un billete de cincuenta dólares. Lo ojea un poco y vuelve a mirarme, sus ojos destellan con desafío—. Déjame adivinar. La rubia, Amanda. 

Frunzo el ceño mientras asiente. ¿A qué viene tanto cuestionario? Bebo más cerveza. 

—Rick, no has apostado. —señala Dantte. 

—Ya voy, no desesperes. —contesta Rick—. Apuesto a que no puedes enamorarla ni dormir con ella en nueve meses. 

Escupo el líquido al escucharlo. Me limpio la barbilla con la manga de la camisa y lo miro con las cejas arqueadas. 

—No puedo hacer eso. —replico, con la voz más dura de lo esperado. Sería ir en contra de mis principios: no relacionarme de ninguna manera con mis empleadas ni con ninguna mujer que se acerque a mi círculo de trabajo. 

—Sí, sabía que dirías eso—murmura Rick—. Tal vez te da miedo, ya sabes lo que pasó la última vez y las consecuencias que eso trajo, ¿verdad? 

—No seas cabrón. No me da miedo. —escupo, dejando a un lado mi juego de cartas. Ya no tengo ganas de seguir jugando. 

—Entonces, demuéstralo. 

El desafío late en su mirada. El enojo arde en la mía. Al cabo de unos segundos, mi boca se abre contra mi voluntad. 

—¿A qué precio? 

—No volveré a molestarte—asegura, aunque no le creo—. Y te presumiré frente a mi prima, Julieta. Sé que te interesa y ella te desea. 

Me muerdo el labio pensando en lo que voy a decir. Algo primitivo me quema en el fondo de la garganta y no es la cerveza. 

No. Es algo completamente diferente. Algo en mi interior quiere demostrar que puedo tener a las chicas que quiero, sin importar si son mis empleadas o no. Quiero mandar todo a la mierda y ser un hombre, no un ejecutivo importante, por una vez. Además, la chica no está nada mal, por el contrario. Es todo lo que yo busco en una noche de copas: curvas pronunciadas, caderas anchas y largas piernas. Parece el tipo de chica que se rinde fácilmente a los pies de un hombre. 

Si acepto la apuesta, puedo demostrar que no soy un pichón en el nido del amor. Puedo ser muy persuasivo, y me encanta tener esta posibilidad. 

—Acepto el reto—digo. Rick deja la carta en el centro de la mesa con una sonrisa triunfadora. "Acepto el reto", repito para mis adentros. 

Dantte tira las cartas y las junta de nuevo en el mazo para ir a sentarse en el gran sillón y encender la tele. Rick lo sigue. 

Todavía no me percato de lo mucho que estoy equivocándome. Al aceptar la apuesta, estoy poniendo en riesgo no solo mi puesto en la compañía, sino también mis sentimientos. Tal vez estoy siendo muy poco hombre. No estoy pensando en que puedo herirla, y, en el proceso, también a mí mismo. 

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Nueve meses contigo © *EN FÍSICO*Where stories live. Discover now