Capítulo 2

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Este capítulo está corregido por la editorial 

...

Amanda

Abro mis ojos con pesadez, pero siento que el corazón late fuerte contra mi pecho. Es un presentimiento. De alguna manera, algo bueno va a pasar y esa es la única razón por la cual me levanto con una sonrisa. 

Eso y que el ambiente huele a comida. Instantáneamente, mi estómago gruñe haciendo presencia. Es mi amiga Lettie, la única persona en este mundo que puede levantarse todos los días de buen humor. Y, además, es una excelente cocinera. 

Me calzo las zapatillas y voy caminando a paso lento hasta el comedor. Lo primero que distingo es un pijama celeste felpudo de vaquitas y la mesa preparada para el desayuno. 

—Buen día, Lettie. —saludo a mi amiga. Ella sonríe y da vuelta el panqueque en la sartén. 

—Al fin despertaste. —dice burlona. Suelto un suspiro y sonrío. Nunca he madrugado más de lo necesario. Duermo muchísimo, soy como un koala: duermo veintitrés horas al día y sociabilizo la hora restante. Aunque no es tan así, pero a Lettie le gusta gastarme bromas al respecto. Además de eso, no tengo trabajo. Mi último intento fue enviar una solicitud a Oficinas Adams, una de las empresas más famosas en el país. Con suerte, me aceptarán. No soportaría recibir otra carta de rechazo. 

Lettie dijo que es un sueño inalcanzable y que estoy esperando demasiado, pero aún así tengo fe. Me siento una mantenida en mi propia casa y no es justo para mi amiga. 

Por lo que todas mis esperanzas están puestas ahí. 

Todos mis pensamientos se hacen a un lado cuando un plato blanco desciende frente a mí con el contenido más exquisito que alguna vez probé: panqueques rellenos de dulce de leche y bañandos en almíbar. Me relamo los labios y ataco con el tenedor la masa suave. COmo un bocado y lo saboreo con tranquilidad. 

—Esperaba que me ayudaras con algo. —dice mi amiga. Alzo las cejas en señal de que la estoy escuchando. 

—Seguro—digo—. ¿Con qué? 

—Es que no sé que ponerme para hoy. 

Ruedo los ojos de una manera que me duele. Lettie tiene un guardarropa tan variado que cada vez que entro me pierdo. Carraspeo, trago el panqueque y me preparo para darle el mismo discurso de casi todas las mañanas. 

—Tienes un montón de ropa hermosa y un armario enorme lleno de ella. Toma una blusa, una falda y uno de esos tacones que dan vértigo y listo. 

Sonríe como siempre, esa clase de sonrisa que dice: "ya lo sabía"; come un bocado de panqueque y se marcha hacia su habitación. Minutos después, sale con un conjunto similar al que le sugerí: una blusa floreada, una falda tubo color azul marino y unos tacones color crema que hacen que me duelan los tobillos con solo verlos.

—Te juro que no sé cómo puedes pararte sobre eso —señalo su calzado. Ella ríe. Yo nunca fui conocida por usar tacones, la primera vez que mi amiga me prestó un par de su calzado, terminé con un esguince de tobillo. Desde ahí, mi acercamiento a los tacones es solo de vista. 

—Estoy acostumbrada. Además, tengo las sandalias en el trabajo. 

Aunque los use como si fuera ropa interior, mi amiga no es una chica baja. Aún recuerdo el primer día del primer año de la secundaria. Lettie era la chica más alta del curso antes que yo. 

Toma su bolso y las llaves del auto y se prepara para marcharse. Me da un beso en la cabeza al pasar por su abrigo. 

—Se me hace tarde, nos vemos en la noche. 

Bostezo mientras paso un pedazo de panqueque sobre el dulce de leche restante. 

—Adiós, Lettie. 

Escucho el sonido de la puerta al cerrarse y me siento en el sillón, con el plato en una mano y el control remoto en la otra. Prendo el aparato y aparece una película cliché de romance. Todos los días, cada vez que Lettie se va a trabajar, me acuesto en el sillón y miro alguna serie, también leo un poco y duermo. A veces me quedo mirando el teléfono de línea en plan acosadora, anhelando que sea una llamada de Oficinas Adams. Como sucede a menudo, me doy por vencida unos segundos después y vuelvo a dormir. 

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Nueve meses contigo © *EN FÍSICO*Where stories live. Discover now