Capitulo 2

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Capítulo 2

Isaac

         Mi suerte con las mujeres definitivamente había decaído en la última semana ¿Por qué con ella sería diferente? Se desplomó en el asiento trasero del auto y sin importar cuanto intentamos despertarla se negó a abrir los ojos. El taxista me observaba expectante, por lo que hizo lo único que se me ocurrió en aquella circunstancias… darle la dirección de mi edificio.

            Aparcamos en la entrada en menos de veinte minutos. Le pagué al taxista, tomé el bolso del a chica y a ella en brazos y caminé hacia la entrada donde el portero aguardaba.

-bonita noche, ¿no señor De Obaldía?- musitó tratando de ignorar a la chica inconsciente en mis brazos.

-excelente noche, Bobby. ¿Sabes si mi hermana está de vuelta?

 -la señorita Isabel subió hace escasos diez minutos, señor- me confirmó, -¿necesitaría que llame el ascensor por usted?

- piso dieciocho Bobby, si no es una molestia.

-para nada, señor.

            Los números bajaban lentamente y el portero me observaba con la confusión plasmada en su rostro. Sus ojos danzaban entre la chica y yo sin disimulo. ¿Por qué no pensar que la había drogado? Eso es lo que yo pensaría en una situación como esta. Ella había conseguido, en algún momento de nuestra charla, acomodarse contra mi pecho y sostenerse con ambos brazos de mi cuello.

-amiga de la familia,- le sonreí a Bobby.

-no lo dudo, señor De Obaldía.

            Finalmente las puertas del ascensor se abrieron y Bobby presionó el botón desgastado con el número dieciocho. Le sonreí animadamente, agradeciendo que no hubiera más nadie en el ascensor y desapareció en el instante que las puertas se cerraron.

-¿Qué es lo que tiene?- la escuché preguntar, quedándome sin aliento. Estábamos en el quinto piso de subida y creí que se había levantado y empezaría a gritar, pero solo resulto que hablaba en sueños. –dímelo Ramiro, ¿Qué tiene ella que no tenga yo?

-eres perfecta como eres,- susurré tratando de calmarla sin conseguirlo.

-entonces ¿Por qué?- y antes de decir cualquier otra cosa sentí como sus lágrimas mojaban mi playera favorita. -¿Por qué lo hiciste?

-conque por eso llorabas,- susurré nuevamente, deseando que el elevador se apresuraba. No podía lidiar con esto, no podía lidiar con lágrimas, por eso había dejado a Alana por teléfono hace dos días, por eso había provocado todo este problema.

-no puedo… creer que lo hicieras,- su llanto se había hecho más fuerte y ahora hipaba de forma incontenible.

-yo tampoco, al parecer.- vamos elevador, tu puedes moverte más rápido, solo cinco pisos más.

-Era mi cama, Ramiro. Ahora tendré que quemar ese colchón.- me gritó. Hice lo posible por suprimir la risotada que pretendía salir. Pobre diablo, ser encontrado por esta mujer en la cama con otra… -mi madre.- oh no, conversación acerca de la decepción a madres, todo menos eso, solo tres pisos más. –Mi madre va a morir.- dentro de mi afán por no escucharla empecé desesperadamente a tararear una de las canciones de la banda, con horrendos resultados.

Una vez que las puertas del elevador de abrieron prácticamente corrí mientras tarareaba, y ella continuaba balbuceando frases sin sentido acerca de su madre. Me detuve frente a la puerta del apartamento y la golpee dos veces con la punta del pie y una con el talón como cada vez que me quedaba fuera. En escasos segundos Isabel abrió la puerta con expresión confundida.

-¿Qué demonios haces aquí?- me gruño sin apartar los ojos de la chica, -deberías estar en la rueda de prensa diciéndole al mundo que no eres gay.

-iba a hacerlo, lo juro,- siseé a lo largo del pasillo, antes de empujar la puerta de mi habitación y abrirla completamente. –me encontré con ella, hablamos, coqueteamos y se desmayó en el taxi, ¿Qué se suponía que debía hacer?

-¿Quién es ella?- indagó Isabel enfadada mientras yo colocaba a la extraña sobre mi cama. Rodó sobre sí misma, tomó una de mis almohadas y se enroló en ella como lo haría una serpiente. Tomé su bolso y empecé a revisarlo en busca de una identificación. Isabel abrió los ojos lo más que pudo con la confusión grabada en el rostro. Saqué la identificación inmediatamente y leí su contenido en voz alta.

-Verónica del Pilar De Gracia Cruz,- le confirmé ganándome una mirada enfadada, -tiene veintidós años, cumple el quince de febrero y mira,- musité enseñándole la cedula, -es donadora de órganos.

-la trajiste a casa y no tenías ni idea de quien era,- aquí vendría el clásico y paranoico discurso sobre el robo de órganos y los secuestros express, -¿Qué tal si lo planeó todo para secuestrarte? O si planeaba vender tus órganos en el mercado negro,- una risilla se escapó de mis labios provocando que sus ojos se entornaran con más odio del común.

-lo siento, hermanita,- le sonreí tratando de calmarla, -mira, llevaba observándola hace bastante rato, su hermana es la presidenta del club de fans en Panamá de Rosa Metálica, y salió al balcón de fumadores luego de beberse medio bar y bueno… se desmayó en cuanto la puse en el taxi, no puedes culparme por ser un caballero.

-puedo culparte por ser un imbécil.- finalizó saliendo enfadada de la habitación. Me senté junto a Verónica y la observé dormir, se veía más calmada que hace un rato. Usaba el cabello castaño muy corto, recordándome al corte que llevaba Natalie Portman luego de raparse para aquella película. Sus mejillas estaban rozadas a causa del alcohol, pero se veía pacifica, de una manera inusual. Nunca había visto a alguien dormir con tanta tranquilidad.

            Unos minutos después, mi hermana entró con un cambio de ropa en un brazo y sabanas limpias en el otro. Me lanzó una mirada asesina y me tendió las sabanas.

-¿Qué se supone que haga con esto?- me quejé mientras las tomaba.

-pues, ya que ella ocupara tu cama supuse que querrías ir a dormir en la litera con tus sobrinos, y estoy casi segura que no han cambiado las sabanas que Pablito mojó hace tres días y que ambos están en la cama de arriba,- tomó a Verónica del brazo y la atrajo hacía si con facilidad, -así que te recomiendo que cambies las sabanas antes de acostarte.

-¿Quién eres? ¿Santa Isabel, protectora de vírgenes?- musité sin moverme, -tengo veintiocho años Isa, no vas a sacarme de mi habitación. Además, que clase de madre no cambia las sabanas de sus hijos luego que mojan la cama.

-una madre que está demasiado ocupada cuidando los desastres de su hermano,- me gritó luchando con el Valentino. –ahora vete de aquí, tengo que cambiarla de ropa.- le lancé una última mirada asesina y tomé una pijama de mi cajón antes de salir en dirección al cuarto de los chicos. Estaba muy equivocada si creía que me iba a sacar de mi propia habitación por más de veinte minutos.

            Coloqué las sabanas sobre la litera de los gemelos y me dirigí a la ducha. Una vez listo regresé a la habitación para encontrar a mi hermana colgando el Valentino en una percha y colocándolo en el armario. Verónica se encontraba en uno de sus comunes camisones largos, y envuelta en el acolchado. Isa había encendido el aire acondicionado y la habitación empezaba a enfriar.

-creí que dormirías con los gemelos,- me soltó sin mirarme cerrando las puertas del armario.

-y yo creí que nuestra madre vivía en Los Ángeles  con su cuarto esposo.

-Isaac, no empieces…

-no lo hare si tu no lo haces, ahora fuera de mi habitación.- Isabel me dio una de sus miradas precavidas, -y cambia las sabanas de tus hijos,- grite antes de que saliera por la puerta.

Me voltee y le lance una última mirada a Verónica y por un momento desee que la litera de Pablo estuviera limpia. No había forma de que yo pudiera descansar una noche completa con esa chica junto a mí. 

Fame [Rosa Metálica #1]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang