Witchcraft, parte I - Dibujos Rojos

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A partir de ahora, aparecerán dos Sagas que sucedieron paralelamente a la historia lineal principal, simplemente para expandir esta historia hasta su punto más oscuro, perdido en la profundidad del sinuoso bosque, donde a lo lejos, la fogata del brujo ilumina el oscuro sendero.

A partir de aquí, se requiere discreción.  

...

Los últimos rayos solares acababan de desparecer; el cielo, que antes poseía un suave color naranja difuminado, había sido reemplazado por un azul oscuro y aterciopelado como una nomeolvides. Pronto la Luna, como una cara pálida y espectral, emergería de las tinieblas. Ya empezaban a oírse los enigmáticos ruidos que producían los invisibles seres que habitaban en la profundidad de los árboles. Se percibía en el aire un olor a savia y a humedad.

Finalmente la Luna hizo su aparición, pintando de plata las pocas y amarillentas hojas de los árboles del bosque perteneciente al Duque de Venomania. Las ramas de los árboles, desnudas, brillaban como si tuvieran escarcha. Las heladas charcas brillaban como si fuesen de cristal... Los débiles rayos también pintaban de plata los rubios y despeinados cabellos de un jovencísimo sirviente, que tenía desde hacía horas la cabeza entre las rodillas, rodeándolas con sus brazos.

El Duque Gakupo le había ordenado a pasar la noche en la intemperie del bosque, como escarmiento por haberse ido de la fiesta que había organizado para sus amigos Duques: "¡Te vas de mi presencia, y sin mi permiso además! ¿Con qué derecho te das a irte cuando se te dé la regalada gana, eh? ¿Y si te necesitase en ese momento...? ¡Nada de "pero, amo", Len! ¡Pasarás la noche afuera, como el perro desobediente que eres! ¡Y ni se te ocurra regresar hasta mañana!"

Y así Len tendría que pasar la noche allí con frío, hambre y miedo hasta la mañana siguiente.

Había logrado solventar un poco a su estómago con unas setas y semillas que encontró escarbando la helada tierra por ahí, pero no había un lugar para guarecerse del frío viento que cruzaba Asmodín por esa época del año... Len se exponía a coger hipotermia o, para no ser tan crueles, mínimo un fuerte catarro.

Observó cómo, desde ahí, las luces del castillo se iban apagando. Ya se imaginaba al Duque Gakupo sentado en su sillón, frente al gran y acogedor fuego de la chimenea, seguramente con una copa de vino... y alguna de sus mujeres sentada en sus rodillas o a sus pies; Len se frotó las manos una contra otra, sintiendo los envejecidos vendajes de las heridas de sus palmas... Ah sí, olvidé contarles: su amo le castigó con no permitirle cambiar sus vendajes por el espejo roto de su habitación.

¡Lo castiga por haberse ido de su maldita fiestecita! ¿Quién no se hubiera largado de ahí, eh? ¿Pretendía el Duque Gakupo que su sirviente se quedara viendo hasta el final el horrible espectáculo de su hermana gemela siendo manoseada y vejada por esos repugnantes Duques? Como si no fuera suficiente que Gakupo estuviera siempre encima de ella... Ante ese pensamiento, Len apretó fuertemente los puños, sintiendo las tirantes heridas, apenas cicatrizando...

Una cicatriz más, de las tantas que el sirviente tenía no solamente en su cuerpo, sino también en su alma y que difícilmente dejarían de sangrar algún día.

De todas las injusticias, bajezas y ultrajes que el Duque Gakupo le había hecho en todos estos años... esta fue sin duda, la peor de todas... ¿Qué? ¿Eso quiere decir que hubo más? Lamentablemente sí, querido lector.

Len bien podía voltear la cabeza hacia atrás y volver a ver a ese pequeño niño de diez años, demasiado escuálido para enfrentarse al Duque, demasiado tímido para pensar siquiera en intentarlo... Pues ese niño sentía un inmenso agradecimiento por su amo... Sí, Len había sentido eso por Gakupo... ¡Le había dado un hogar, le había acogido en el pliegue de su capa, ofreciéndole protección...! ¡El Duque de Venomania, escogiéndolo a él, sobre esos niños que eran mucho más robustos o vigorosos que él...!

Servant of VenomaniaWhere stories live. Discover now