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Sin presumir, su habilidad para recordar cada detalle importante con especificaciones aparentemente exactas, suponen la razón por la que domina el área de composición musical. Sabiendo eso, el motivo tras el nulo olvido a aquella fresca mañana de otoño es obvio de suponer.

•••

La tranquilidad del edificio "A" ubicado en el instituto resulta expuesta con el eco proveniente del calzado que eligió ponerse para ese día; acomoda bien la guitarra apoyada contra su propia espalda y tras esto reubica sus anteojos en una posición adecuada con fin de que éstos no caigan, da media vuelta para detallar con la vista el entorno y verifica mentalmente estar andando en la dirección correcta. No es nuevo en la escuela, sin embargo, el repentino cambio de aula para los estudiantes de segundo semestre le sacó de la rutina que tanto le había costado mantener anteriormente.

Divisa a lo lejos el letrero que indica el auditorio musical donde el profesor Choi recibiría a sus ya conocidos alumnos y, por medio de una sonrisa victoriosa, se felicita a sí mismo por ser el primero en arribar –como siempre–.

—No, Jeno, en verdad no se dónde estoy, se supone que estoy siguiendo el mapa que me diste pero no logro ubicarme.

Da un respingo cuando alguien parece aproximarse desde la siguiente esquina e inclina la cabeza, curioso, especialmente porque a esas horas no hay ningún otro universitario aparte de él o sus compañeros músicos.

—¡Si supiera en qué edificio estoy te diría!

Finalmente, sin más demora o expectativa, a lo lejos se asoma la silueta de un chico que no logra reconocer, poco a poco se torna más nítida la cabellera rojiza que se destaca a mayor razón con ayuda de las brillantes luces blancas que iluminan el pasillo y aunado a esto se evidencian los rasgos de su inesperado acompañante, dejándole anonadado.

Las cejas fruncidas en su expresión facial denotan estrés, no obstante, la atención prefiere perderse en los detalles de la piel morena adversa, partiendo desde esos pequeños lunares salpicados de forma agraciada sobre una de sus mejillas hasta la curvatura delicada de la nariz que, de ser posible, acrecenta orgullosa la infinidad de su característica hermosura. Luego dirige el enfoque a los labios, y antes de volverse loco en los constantes agradecimientos a las fuerzas celestiales de las cuales es creyente, el chico que lleva minutos enteros hablando por teléfono detiene su caminar para concluir la llamada y despeinarse con la mano disponible, siendo únicamente a tales alturas que se percata de la existencia del pobre músico que, en esas milésimas de segundo, trata de calmar los fuertes y nerviosos latidos del corazón.

—Perdona —murmura el moreno a la par que desvía la mirada hacia la pantalla del celular sobre su mano derecha —Buenos días.

Continúa entonces su camino mientras los pensamientos del rubio marchan apresurados, hundidos en el pánico de haberse topado con la increíble belleza de un joven que nunca antes había visto por esos rumbos. Pronto vuelve a la realidad y es ahí cuando nota que el otro lleva puesta una bata blanca, desesperado le observa alejarse con marcha impaciente hacia la salida y, entorpecido, decide gritar de manera impulsiva:

—¡Hey!, ¡¿vas a los laboratorios?!

Afortunadamente el pelirrojo se detiene en seco y voltea a verle desde el otro extremo, con un brillo esperanzado reflejándose en sus ojos.

—¡Sí!, ¿podrías decirme dónde quedan? —ante el enorme eco se sonroja y, avergonzado, disminuye el volumen de su voz —...por favor.

«¡Lindo, lindo, lindo, lindo!» grita en el fondo de su mente la voz interior, se regaña con firmeza para no perder la compostura y, sin pensárselo dos veces, responde: —Si quieres puedo acompañarte.

—Eso sería de muchísima ayuda —menciona con esa tonalidad aterciopelada, muchísimo mejor que cualquier melodía existente —. Por cierto, mi nombre es Lee Donghyuck, soy nuevo en la universidad.

Después, el precioso estudiante de alguna ciencia exacta que todavía desconoce, le muestra una de las sonrisas más adorables que ha visto en sus 20 años de vida, derritiendo por completo esa armadura de timidez que siempre se coloca al interactuar con otros.

—Mi nombre es Lee Mark —continúa la conversación conforme termina de acercarse hacia donde está y emprende marcha, dispuesto a mostrarle el rumbo hacia su edificio —Encantado de conocerte.

Así, en medio de introducciones, información requerida y un espléndido amanecer, el menor aprende la ruta exacta para llegar a su zona, despidiéndose en una mezcla de agradecimientos constantes y risotadas que solo se encargan de robar aun más el corazón de Mark, quien permanece ahí, gesticulando a base de movimientos con su mano derecha un adiós no vocalizado, hasta que Hyuck desaparece por la puerta de su aula.

Ríe divertido, con sus emociones viajando de un lado a otro ante el ensimismamiento provocado por su aventura mañanera y en el camino saluda a Yukhei, quien no hace más que escanearle con la mirada en un intento por checar que la somnolencia no le estuviese jugando una broma.

—¿Mark?, ayo, man, ¿qué haces aquí?, ¿no se supone que tu clase ya empezó?

Y tras esas palabras mágicas, el canadiense distraído sale corriendo rumbo al regaño de su maestro.

«Lee Donghyuck, ¿qué es lo que me has hecho?»

🍒

¡Finalmente puedo publicar el primer capítulo editado!, está más largo que el original y pido disculpas porque en verdad tuve que cambiarlo todo en honor a que el resto de la historia tuviera coherencia.

Moraleja: nunca escriban bajo medicación. (?)

Espero que este "upgrade" les guste, los próximos capítulos no estarán taaaan modificados como los dos primeros.

♡ ¡Gracias por leer! ♡

HIMWhere stories live. Discover now