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Contrario a lo asumido por mayor parte de la gente que apenas le conoce, Wong Yukhei destaca por ser alguien sumamente enfocado, por tanto, es de extrañar que su mente divague y más aún que los pensamientos le distraigan durante las horas de estudio.

La campana que indica el fin de las clases suena, haciéndolo aterrizar de vuelta en la tierra solo para darse cuenta de que la hoja de su libreta está vacía y su mano derecha luce las marcas del bolígrafo que sostiene sin cuidado. Suspira mientras se coloca en pie y comienza a guardar los libros ubicados sobre el pupitre, prestando poca atención a Guanheng, su amigo y compañero de carrera, que desde hace varios segundos le observa.

—Okay, ¿cuál es el problema?

Huang ríe con suavidad, limitándose a negar con la cabeza antes de colgar la mochila sobre su propio hombro izquierdo y dignarse a pronunciar alguna frase.

—¿Estás seguro que el del problema soy yo? —pregunta, encaminándose a la puerta, haciendo una pausa corta para esperar que el otro le siga —Si la memoria no me falla, yo no anduve distraído todo este tiempo.

Wong se repone, ubicandose a la par del muchacho inquisitivo y procede a tallarse los ojos con cuidado.

—Anoche no pude dormir bien y gracias a ello me siento cansado, ¿sabes? —realiza una pausa, emprendiendo rumbo hacia el destino que ambos ya conocen —Soñé que un ángel me hablaba.

Y como si hubiera dicho la cosa más graciosa de toda su vida, una carcajada se apresura a marcar acto de presencia.

—¿Estás diciéndome que tú, Wong Yukhei, ahora eres religioso por el sueño que tuviste y por eso no te fue posible dormir?, ¿o que se trató más bien de una pesadilla?

—Nada de eso, hombre, es solo que en ese mundo inventado por mi imaginación, juro que me sentí enamorado —confiesa en compañía de la mueca inexacta que se adueña de sus labios —Cuando desperté en medio de la madrugada la emoción permaneció y comienzo a suponer que la serotonina consecuente es culpable de mi desvelo.

—Ugh, en qué momento te volviste tan cursi —dice el de cabellera azabache, adjuntando al comentario un gesto de evidente disgusto y quizá el más alto se hubiera ofendido tratándose de cualquier otra persona, no obstante, la amistad entre ellos tiene esos toques de comedia cruda. Yukhei está seguro de que si la situación ameritara especial importancia, Guanheng no dudaría un segundo en ofrecerle apoyo genuino. —Iré al baño a vomitar, aparta un lugar para mí en el comedor en lo que regreso.

—No tardes mucho, ¡todavía necesito contarte los detalles de mi preciosa historia de amor!

—¡No, gracias!

Resulta imposible reprimir la burla en el instante que atestigua a su compañero simulando escalofríos, así que siendo un desastre de risas cortas, se apresura al comedor dispuesto a deleitar sus papilas gustativas con algún alimento que le agradase, arrastrando su somnolencia de la forma más victoriosa que puede encontrar.

Toma una bandeja, se coloca en fila para esperar con respeto su turno de elegir la opción ganadora del menú escrito a letra legible en una de las distinguidas pizarras y procede a entretenerse con el constante golpeteo de sus delgados dedos en el recipiente que sostienen ambas manos hasta que varios susurros tras él le sacan de su burbuja.

—Jia... jiao... —pronuncia en un evidente intento por obtener el nombre adecuado de los caracteres chinos destacados en las opciones y Xuxi sonríe enternecido.

—Jiaozi —completa en afán de ayudar, girando sobre sus talones para que le escuchara quien sea que fuera la persona murmurante —Es muy...

Las palabras quedan a medias cuando se ven interrumpidas por la agradable sorpresa que le recibe al voltear: un adorable joven de tez bronceada, cabellera roja y brillantes ojos que no demora en ofrecerle su más amable sonrisa.

HIMWhere stories live. Discover now