002; Dylan.

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La soledad es algo increíblemente agonizante, jodidamente aterrafora. Nadie lo sabe mejor que Dylan. Con 30 años es un guerrero experimentado, un alfa que podría acabar con cualquiera como si de aplastar un escarabajo se tratase,  y tal vez esa fue su desgracia.

Dylan... Él era un alfa demasiado territorial, demasiado agresivo, era muy... Alfa. Incluso había aterrorizado a uno de los viejos en su manada por un ataque de ira. No era algo que controlase, no era algo que el simplemente podía apagar. Lo habia intentando de todo para contenerse, para no terminar asesinando tribus completas por un ataque de ira, incluso se planteó la posibilidad de estar maldito y oh... Como hubiese deseado que esa fuese la respuesta a sus problemas, que fuese una maldición sobre el lo que le hiciera actuar de ese modo. Una maldición que pudiese romper con algún sacrificio. Pero cuan equivocado estaba.

Un día, mientras caminaba por suelo Herense decidió ir con la sabía de la tribu, la mujer más vieja del lugar, con más conocimientos de los que él podría adquirir nunca. "No estás maldito cariño, estás deprimido" Recuerda a la perfección las palabras que aquella vieja le había dicho "Estás deprimido porque tú alfa sabe que no tendrás a tu compañera" ella le había visto con lastima "Ella no es de esta línea del tiempo. El lobo sufre porqué no puede encontrarse con su alma gemela, y repercute en tus acciones" Louis observaba el cielo nocturno con desgane. Gruñó frustrado. "Te volverá loco" ¡Y tan sencillo como respirar! Le expulsaron de la tribu. El guerrero renegado fue enviado al bosque a las afueras de Hêren, tenía permitido pisar suelo Herense solo por dos lunas al mes, y eso le tenía jodidamente enfurecido. Necesitaba ver a las personas, necesitaba sentir los aromas de los omegas en la tribu, necesitaba sexo. Joder hacía más de 7 lunas que no tenía sexo. Era un guerrero, un alfa grande que necesitaba satisfacer necesidades, y las omegas en su tribu siempre estuvieron dispuestas para él. Ahora no tenía nada. Sólo la vergüenza de saberse el renegado de Hêren.

Viéndose nuevamente frustrado termino de despellejar al ciervo entre sus poderosas manos, tenía que comer y reforzar algunas cosas en la choza, el frente frío venía y debía prepararse si quería vivir para contarlo.

Con desgane camino de nuevo a la mullida choza que llamaba hogar. Era humillante, un guerrero de su talla debía de presumir extravagantes aposentos, solo lo mejor en pago a su valentía ante cada batalla. Pero los Herenses parecían haber olvidado ello. Olvidaron cada muerte atribuida al Alfa que conllevó al triunfo de su tribu. Si Hêren gozaba de extenso territorio, armamento y comida era meramente porqué Dylan había sabido dirigir cada batalla para salir victorioso. Pero los vikingos no saben de honor. Y Dylan no podía refutar ante su tribu, después de todo solo servía en batalla y no podía hacer más por la tribu como el resto de los guerreros.

A sólo unos metros de llegar, noto un cambio en su territorio, un olor nuevo y desconocido, indescriptible. Se enfureció de inmediato. Rápidamente desenfundó su  espada y corrió hacia su choza, dispuesto a matar a quien se atrevió a irrumpir en sus aposentos. El territorio de un Alfa debía respetarse. El invasor debía morir.

Grande fue su sorpresa al no encontrar nada fuera de lo común, con las espalda encorvada camino en sigilo como una pantera agazapada para cazar a su presa. Y fue en su cama donde encontró al intruso. Dylan frunció el ceño confundido. Había alguien en su cama. Era una persona increíblemente pequeña, bien podría ser una de aquellas criaturas que los ancianos mencionaban en sus fábulas ninfas del bosque. Con el cabello rubio, y la piel increíblemente pálida, era de contextura delgada y de tamaño pequeño, calculando Dylan imagino que aquella persona podría llegar a la altura de su pecho. Podría destrozarlo con tan solo una de sus manos. Se veía como alguien demasiado frágil. Portaba un atuendo muy extraño. Era algo negro que cubría su pecho y piernas. Nunca en sus años de vida había visto algo tan extraño. Enfundó la espada sabiendo que aquella persona no representaba peligro para él. Bufo con sorna al imaginar aquella criaturita intentando pelear contra un guerrero de su calibre.

Se acercó con sigilo e inspeccionó el atuendo de la personita. Lo encontro suave, muy suave al tacto. El frente frío llegaría en cualquier momento y Dylan sabía que si alguien lo pasará con tales vestimentas no duraría si quiera una luna para contarlo. Olfateó el ambiente encontrando que, de hecho, el olor de esta persona no le molestaba, era incluso agradable, suave, adictivo. Se vio a sí mismo llenando sus pulmones con aquel dulce aroma, olfateando su cuello como un animal. Su lobo aullaba regocijado en alegría. Y Dylan ya comenzaba a sospechar que esa persona podría ser su alma gemela. Le acarició los rubios cabellos, eran suaves y se enredaban en sus dedos gentilmente. Paseó sus dedos por su rostro, perfilando aquellos rasgos tan finos y poco bruscos, era algo que no se encontraba en Hêren, no había personas tan hermosas. Los labios los tenía rojizos y abultados, apetitosos a la vista. Dylan gruñó sintiendo el deseo apoderarse de él. Era un alfa después de todo, un alfa que no había jodido por 7 lunas. Molesto le hecho la piel de oso encima para evitar que pasara frío. Y salió de la habitación. Aquella persona seguía en un sueño profundo y algo dentro de él le impidió despertarla. Se veía tan pacífica y con los ojos cerrados, parecía disfrutar del sueño. Y por primera vez Dylan pensó en alguien más que él mismo.

Término por cocinar el ciervo y dejar lavar la piel para después ponerla al sol y dejar que está se tornará tieza y gruesa. Necesitaría el doble de pieles en ese invierno. No dejaría que aquella criaturita  pasara frío.

Talo árboles por horas y cortó la suficiente madera para sobrevivir en próximo frente frío, al menos hasta que se calmara y pudiese salir de nuevo. Cazo animales día y noche, asegurándose de tener la suficiente comida para dos personas. Reforzó su choza, esmerandose lo suficiente para que está fuese totalmente a prueba de frío, incluso la cubrió por fuera con algunas pieles para evitar que el aire se colase por la madera. Claro estaba que eso no era lo típico de los hogares Herenses, ellos eran guerreros fuertes y grandes y podrían sobrevivir el invierno sin tantas preparaciones, pero Dylan podía apostar a que la delgadez de aquella persona no le ayudaría, así que debía asegurarse de ambientar su choza tanto como pudiese para que su invitado sorpresa estuviera cómodo.

Dylan || Vikingos AUWhere stories live. Discover now