A Papu me gusta observar en su gruesa rama descansar. Sé que me voy a enamorar cuando su mullido y plateado pelaje voy a acariciar. Se mantiene tan agarrado que parece que con cola lo han pegado. Su nariz es como un aguacate y su sonrisa más dulce que el chocolate.
Papu odia madrugar y siempre tarde se va a acostar. Si con el quiero ir al bello parque a pasear habrá que esperar a que el koala dormilón se vaya a despertar.
Cuando Papu se ha levantado con varias hojas de eucalipto ha desayunado. Al abrir sus ojos pude verlas, sus dos oscuras perlas, como dos cosas que hay que esperar para su tesoro hallar. Tiene una dureza desagradable como la maleza, pero cuando le cojo, aparto esos matojos para su dulzura rescatar y con ternura abrazar a Papu sin cesar.
Por fin al parque saldremos, hasta el atardecer más o menos. Aunque extrañado todo el mundo me mira, para mí para pues una parte de mi vida, que no a todo el mundo fascina. En mi hombro suelo ir apoyado y siempre muy callado, igual que yo, sin ruido, ya que no necesitamos ni un sonido.
YOU ARE READING
Papu y yo
RandomLa clase de 4º ESO A del Colegio Escolapios de Bilbao en el curso 17/18 se mete en el Delorean para viajar a las postrimerías del Siglo XIX, donde palpita el Modernismo. Un viaje al pasado para charlar con la bohemia del 98 y empaparse de aquella co...