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El viejo Luvré tenía ligeras sospechas de quien pudo haber robado su pequeño tesoro, pero por algún motivo sin especificar prefirió dejar el pequeño y "secreto" en el pasado.

Estaba sentado en su viejo escritorio, a la luz de las velas meditando en su oscuro despacho. Si alguien se llegase a preguntar si Luvré siente culpa por asesinar a su hijastro, pues déjenme decirles que no. Luvré no siente culpas... la única culpa que probablemente sienta en estos momentos, es la culpa de no haber escondido muy bien el tesoro.

-¡Me quedan aún seis partes!-habló de lo más animado y en su silla se arrellanó para mirar hacia el techo del lugar, con esa duda, con la sospecha de que Luke Hemmings, ese chico al que siempre odió era el ladrón. Y no se iba a rendir hasta comprobarlo.

(. . .)

Tal vez la clase de economía no era la mejor clase para charlar con Luke debido a que a él sí le gustaba poner atención en las materias difíciles. Por el contrario a mí me aburrían pero de vez en cuando por lo menos escuchaba la clase. Aunque, lo mejor de todo era que Kendra no estaba. ¿Mencioné ya que durante las últimas dos horas se las pasó provocándonos  a Luke y a mí? Sí. No dejaba de mandar indirectas en la clase de historia diciendo que a cierta persona (yo) le gustan los delincuentes (Luke). Y sí, me moría de ganas por darle un par de cachetadas pero Luke no me dejó, según él porque no quería verme metida en problemas. Pero ahora estamos aquí en el aula de economía y Luke está sentado frente a mí de espaldas, concentrado y atendiendo a la clase.

Lo único que quiero hacer es fastidiarlo como siempre, pero no es lo justo cuando está esforzándose por hacer lo mejor estudiando. No como yo que a penas y puedo escribir tres letras del pizarrón sin aburrirme o desconcentrarme.

-Luke-le llamo.

Se gira hacia mí con una sonrisa y me dice que en dos minutos la clase acaba. El profesor sigue hablando y nos mira sin llamarnos la atención. No estoy segura de poder seguir dos minutos más sin la atención de Luke así que cuando deja de mirarme y se sienta correctamente, yo abro mi cuaderno y me pongo a hacer lo que mejor hago. Dibujar. Y esta vez trataba de dibujar un cerdo. Pero como siempre, no sé cómo hacer eso de las caras.

Cuando la clase finalmente ha terminado, yo recién voy por la mitad del cerdo, a penas le he dibujado la cabeza, las orejas, y lo que sería el torso más las patas delanteras.

Escucho una risita así que paro de dibujar y miro como un dedo apunta mi dibujo.

-¿Estás haciendo tu autorretrato?-habla Luke y lo reacción más rápida que tengo ante su burla es arrancar la hoja y dársela.

-¡No! ¡Es tu retrato!

Frunció el ceño y se hizo el ofendido.

-¡Pero si yo no soy así! ¡No estoy gordo!-reclamó.

-Para mí lo estás-afrenté y me paré de la silla guardando mis cosas en mi mochila.

-No estoy gordo-casi llorequeó y asentí para más tarde acariciar circularmente su flaco abdomen.

-Querido Luke... lamento informarte que debes hacer régimen o dieta ¡Sino terminarás por romper tu propia cama, viejo!

Y sólo bromeaba y Luke no creía en mí. Frunció el ceño ligeramente.

-No haré ni régimen ni dieta, si quieres hacer cositas, las harás con éste gordo.

Me encogí de hombros fingiendo resignación.

-Bien, señor gordo.

Y no nos habíamos dado cuenta de que en el aula sólo estábamos los dos. En eso entró Michael y vino hacia nosotros. Luke puso una mano sobre su hombro saludándolo mientras que yo cargaba mi mochila y él nos saludaba a ambos.

Sangre DulceWhere stories live. Discover now