#Veinte

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Cuando Nico despertó se encontró con que estaba solo en la cama, y se topo justo con lo que no quería toparse...

Gabriel tenía un físico para admirar, y ahora que lo tenía de espalda, casi desnudo y con una toalla encima de los hombros y el cabello húmedo, más se daba cuenta de porque las chicas querían verlo a menudo nadando en el lago o con poca ropa. No era un físico como el de Frank o Jason, era más bien de cuerpo algo menudo pero bien trabajado; sin duda se notaba que había entrenado lo suficiente para hacer que cualquiera lo deseara.
El único problema era que Nico aún era anticuado y sobre todo demasiado tímido, su cara se puso de un carmín intenso y lo primero que hizo fue meterse de forma nada sutil bajo las sabanas; para su mala suerte llamando la atención del moreno. Escucho una risita divertida por parte del mayor y, cuando se atrevió a ver por fin, descubrió que el contrario ya estaba vestido y ahora abriendo las cortinas del cuarto de par a par.

  — Arriba chico~ —dijo el latino en tono cantarino.

Y la mejor respuesta que Nico pudo dar fue un gruñido escondiéndose de nuevo bajo las sabanas para esquivar la luz de sol y la mirada de Gabriel.

  — ¡Vamos! Hay mucho por hacer gruñón —reclamo la voz del mayor—, por no mencionar que muero de hambre y quiero comer en el bar de abajo.

  — ¡Pues ve tú a comer abajo! —protesto Nico sin querer salir de su escondite, y menos con la cara roja.

  — ¡Vamos di Angelo! —insistió el moreno tomando las sabanas y tirando en dirección opuesta a la del hijo de Hades—, es más de medio día y aún hay que conseguir pasajes de vuelta y muchas otras cosas.

Nico siguió protestando, y luego de varias palabrotas en italiano termino por ceder y echar al mayor para poder ducharse también y ponerse ropa.   
Gabriel lo obligo prácticamente a que salieran del cuarto para comer en el pequeño bar de abajo (solo que el italiano aún no sé explicaba porqué no había mandado a un ejercito de esqueletos a retenerlo y alejarlo de él para dejarlo dormir más o algo por el estilo como lo hubiera hecho con cualquiera), y después de algo de comida que el latino había pedido por ambos, salieron.

A decir verdad, era mil veces más fácil moverse por España cuando tenía a un hispano hablante traduciendole todo. 

Pudieron ir al aeropuerto y reservar dos boletos a Estados Unidos para dentro de un par de días, y cuando el italiano supuso que ya el día había acabado... Se dio cuenta de cuan equivocado estaba. Después de todo, lo que había empezado como ir a la armería para conseguir un nuevo arco y caraj termino, para su tremendo pesar, en un molesto paseo obligado por todo el maldito centro comercial.

El chico de alguna inexplicable manera había logrado convencerlo de entrar en una y otra tienda, curiosear un poco, e incluso, había logrado usar ese maldito encanto de hijo de Cupido para hacerlo probarse ropa también.
No supo en que punto precisamente, pero ahora estaba con vergüenza reflejándose en su rostro mientras le mostraba al chico una muda de ropa que lo había obligado a probarse.

  — ¡Estas fantástico Nico! —dijo el moreno con una sonrisa, aplaudiendo un par de veces—, ¡Vamos! es totalmente tu estilo y te queda muy de chico malo. Per-fec-to~.

  — ¿Podemos irnos ya? — insistió por millonésima vez el italiano— ya me probé dos conjuntos y ni si quiera tenemos dinero.

Gabriel suspiro divertido y cruzándose de brazos asintió, usando una coqueta sonrisa de lado a la par que lo veía.

  — Tus únicas dos remeras están rotas igual que uno de tus jeans —le reprochó el moreno antes de reír simplemente—, vamos, paguemos por eso y por mi ropa~ quiero aprovechar un poco la ciudad antes de irnos.

Nico no dudo ni un segundo en volver al probador y ponerse su ropa original antes de salir con los dos jeans y remeras que se había probad,o viendo al mayor sostener ropa también.

  — Se supone que era una misión, no un viaje de turismo —reprochó di Angelo.

  — Shh~, mi padre me ha dejado un pequeño obsequió que pienso aprovechar. Ahora paguemos por esto y sigamos camino. ¿Qué te cuesta recorrer un poco la ciudad?

Di Angelo claro que quiso quejarse, pero al ver la carita de cachorro abandonado del chico mientras  sostenía las prendas se lo dificultó, y cuando sintió una extraña atracción repentina que le impidió negarse solo soltó varias maldiciones más mientras seguía a un victorioso hijo de Cupido a la caja.

  — Dannatamente fortuna (maldita suerte)  —maldijo el menor por lo bajo mientras dejaba las ropas sobre el mesón de la caja en espera que la mujer les diera el precio.












El hijo de mi peor Pesadilla (Nico di Angelo X male reader) [TERMINADO]Where stories live. Discover now